¡Y Luis D’Elía tenía razón…! El triángulo Argentina-Estados Unidos-Irán

¡Y Luis D’Elía tenía razón…! El triángulo Argentina-Estados Unidos-Irán

No existen evidencias de que Irán haya sido responsable de ninguno de los dos grandes atentados terroristas perpetrados en la Argentina. Sin embargo, la prioridad norteamericana e israelí era desprestigiar y aislar al régimen de Teherán. Descubrir la verdad les importaba poco y nada. Un relato sobre una investigación que está lejos de cerrarse.

| Por Carlos Escudé |

Dedicado al novelista Mario Rapoport.

Introito

En noviembre de 2006, nueve meses después de su nombramiento como Subsecretario de Tierras para el Hábitat Social del gobierno de Néstor Kirchner, el dirigente social Luis D’Elía fue sacudido por una noticia: el fiscal Alberto Nisman había pedido una orden de captura contra el expresidente iraní Akbar Hahsemi Rafsanjani.

D’Elía consultó primero con el embajador de Venezuela, Roger Capella. Luego, acompañado por el diputado provincial Juan Cantuelo (Buenos Aires), el funcionario anunció que se ponía del lado de Irán. Se reunió con el encargado de negocios de ese país, Mohsen Baharvand, y le entregó una carta que decía:

“El dictamen judicial que acusa a la República de Irán por el tema AMIA está profundamente contaminado por circunstancias mundiales ajenas a la búsqueda de la verdad. […] La pretensión de Estados Unidos e Israel no parece tener como prioridad esclarecer lo de la AMIA, sino que Argentina rompa relaciones con Irán para tratar de aislarla internacionalmente […]”.

Documenté estos hechos en un artículo que publiqué en 2009 en EIAL, una revista académica de la Universidad de Tel Aviv. Antes y después, mucha agua corrió bajo el puente. Entre otras cosas:
• Interpol aceptó seis de las nueve “alertas rojas” solicitadas por Nisman, librando en 2007 órdenes de detención para un libanés y cinco iraníes. Entre los últimos hay dos excandidatos a presidente, un exministro de Inteligencia y un exministro de Defensa.
• A lo largo de los años siguientes, la causa siguió sin avanzar, como antes, durante los gobiernos de Menem, De la Rúa y Duhalde.
• En 2013 la Argentina e Irán firmaron el memorándum que proponía la indagación en Irán de los imputados, ya que Teherán jamás los extraditaría.
• En 2015 el fiscal Nisman acusó penalmente a la Presidenta y el canciller argentinos de brindar impunidad a los iraníes a través del memorándum, y
• También en 2015, el fiscal argentino apareció muerto en extrañas circunstancias.

Siempre pensé que haber pedido la detención de estadistas tan encumbrados, en vez de limitar la acción de Interpol a personajes menores como Mohsen Rabbani (el agregado cultural iraní, acusado de haber comprado la Trafic que supuestamente se usó como coche-bomba), era la mejor forma de no conseguir nada. Además, ¿cómo podían existir pruebas válidas que vincularan un atentado en Buenos Aires a la cúpula de la teocracia persa? No obstante, me dejé embaucar. Creí que existía evidencia de algún tipo de involucramiento iraní. Me parecía tan obvio como que Hitler fue un demonio.

Para quienes recuerden que fui asesor de Guido Di Tella, aclaro que desde 1996 yo venía denunciando públicamente la obstrucción de la Justicia perpetrada por Carlos Menem y el banquero que presidía la DAIA, Rubén Beraja. Lo hice en discursos para Memoria Activa y en alguna entrevista con el Miami Herald, en pleno menemato. Pero nunca tuve dudas acerca de la responsabilidad de Irán.

Nisman: un cazador de presidentes

Producida la muerte de Nisman, sin embargo, decidí pasar a una acción investigativa casi policial. Me llamaba la atención la ausencia de pruebas y el exceso de conjeturas en la denuncia del fiscal contra Cristina Fernández de Kirchner. También me sorprendía una curiosa reiteración: Nisman había intentado poner presos a tres presidentes: Rafsanjani (en 2006), Menem (en 2008) y CFK (en 2015). No un presidente, como cuadraría a la ambición de cualquier fiscal que se precie, sino tres.

En verdad, Nisman fue en vida un auténtico cazador de elefantes. ¿Y si además se había dejado tentar con la posibilidad de participar en el gran juego de la geopolítica mundial, subordinando la búsqueda de la verdad en la causa AMIA a objetivos “más importantes”, como el de frenar a Irán, polo de un eje del mal? La pregunta conmovía los cimientos de mi fe en Occidente.

Que la pulsión narcisista de Nisman, de ir tras presidentes, hubiera tenido como etapa intermedia a la caza de Carlos Menem, era significativo debido a la filtración de información secreta muy embarazosa sobre ese pedido de procesamiento. Gracias a Wikileaks, conocí detalles sabrosos acerca de esa acusación y sus repercusiones a puertas cerradas. Fueron aportados por un cable confidencial del 29 de mayo de 2008 (código 08BUENOS AIRES739_a), enviado por la embajada norteamericana a la CIA y al Departamento de Justicia de los Estados Unidos.

Allí se cuenta cómo Nisman explicó a los norteamericanos sus razones para imputar a Menem por obstrucción de la Justicia. Los estadounidenses manifestaron preocupación ante la posibilidad de que esa medida disipara la atención respecto de Irán, y el fiscal intentó convencerles de que eso no ocurriría. No tuvo éxito: según el escriba de la embajada, la “defensa” de Nisman sonaba “hueca”.

El fiscal pedía el procesamiento de Menem porque sospechaba que había protegido a Alberto Kanoore Edul, a su vez sospechado de facilitar la logística local del atentado. Pero Nisman no pudo proveer a los norteamericanos prueba más convincente acerca del involucramiento del exmandatario que conjeturas acerca de la lealtad que este habría creído deber a una persona que, tres generaciones atrás, provenía de la misma aldea siria que sus propios antepasados. Y ese vínculo ancestral ni siquiera estaba probado. Con ironía, el escriba yanqui apuntó “interesante” frente al discurso de Nisman respecto de la generosidad de Menem con sus “amigos”.

El fiscal también conjeturó que la amplitud del encubrimiento de la conexión local sólo podría provenir del nivel más alto del poder político. Basándose en estas especulaciones, Nisman pidió el procesamiento de Menem, causándoles malestar a sus mentores norteamericanos, a quienes sólo les interesaba ir tras Irán.

Cuando Wikileaks difundió este y otros cables, en la Argentina hubo repercusiones, pero fueron rápidamente olvidadas. Entre ellas, hay una irónica nota publicada el 27 de febrero de 2011 por Página 12, titulada “Una ayudita a los amigos para acusar a Irán”. Y Clarín no se quedó atrás, expresando su indignación en un artículo del 30 de agosto titulado “AMIA: insólito pedido de disculpas de un fiscal a EE.UU.”.

Muertes paralelas: Ahmad Rezai y Alberto Nisman

Acaecidos los truculentos sucesos de enero de 2015, me pregunté si las pruebas de Nisman para acusar a la cúpula del gobierno iraní de haber planificado el atentado terrorista eran tan endebles como las que justificaron su pedido de procesamiento de Menem. ¿En qué fuente se basó el fiscal?

Di con parte de la respuesta en el Wall Street Journal del 16 de octubre de 2007, en una nota de Bret Stephens titulada “Iran’s al Qaeda” (“El al-Qaeda de Irán”), basada en nuestro caso. Allí se dice que, en 1998, un desertor iraní, Ahmad Rezai, “confirmó que la decisión de atacar había sido tomada por el Sr. Rafsanjani y sus principales ministros, supuestamente en una reunión del 14 de agosto de 1993 que tuvo lugar en la ciudad iraní de Mashad, y que los perpetradores fueron entrenados en el Líbano por oficiales de la Guardia Revolucionaria iraní”.

Pero el Journal traía otro dato crucial: Ahmad Rezai era hijo del mayor general Mohsen Rezai, comandante de la Guardia Revolucionaria cuando se produjo el atentado. Y Rezai padre (que en las elecciones de 2009 fue candidato conservador a presidente de Irán) es uno de los imputados por Nisman con alerta roja de Interpol.

Investigué entonces el historial del hijo delator. El joven Rezai escapó de Irán en 1998, cuando tenía 22 años. Junto a su amigo Ali Tavanania, aterrizó en Estados Unidos con visa de refugiado político, y en junio de ese año comenzó con una seguidilla de entrevistas. Fue entonces que, entre muchas otras presuntas abominaciones del régimen, acusó a su padre, a Rafsanjani y a sus ministros de haber ideado el ataque a la AMIA.

Algunos meses más tarde Ahmad viajó a Costa Rica para reunirse con un amigo de su padre, que intentaba persuadirlo de que regresara a Irán. Atrapado sin recursos, el joven quedó varado algunos meses en San José, en la mansión de Hojabr Yazdani, un hombre de negocios iraní aliado de su familia. Pero escapó nuevamente. Gracias a los oficios de la Fundación para la Democracia en Irán, una organización con influencia en Washington, fue perdonado por el Servicio de Inmigración de Estados Unidos por haber violado los términos de su visa de refugiado, viajando al exterior sin permiso. Entonces se instaló nuevamente en Norteamérica.

No obstante, en 2005 Ahmad se arrepintió y regresó a Irán. Se había casado con una norteamericana de quien tiene una hija. A pesar de que el general Rezai, su padre, había declarado que, de regresar, a Ahmad le correspondería el tratamiento de un traidor, no fue detenido. En esto el hijo se benefició de un doble estándar, ya que la familia de su amigo Ali Tavanania fue brutalmente perseguida por el régimen.

Durante su estancia en Teherán el joven Rezai declaró que todo lo que había dicho en Estados Unidos era falso. Sin embargo, al poco tiempo Ahmad estaba otra vez en tierra estadounidense.

Allí le pierdo la pista… hasta que decidió regresar a Irán en 2011. Los informes son contradictorios. Algunos dicen que nunca llegó y otros que fue expulsado. Pero lo cierto es que el 12 de noviembre de ese año, Ahmad Rezai apareció muerto en el Hotel Gloria de Dubai. A esas alturas tenía 35 años. Primero se dijo que había sido un suicidio y luego, un asesinato. Los iraníes dijeron que el Mossad era culpable y los occidentales acusaron a los iraníes.

Así, el informante desertor que en 1998 proveyó la información en que se basó la acusación de Nisman contra la cúpula iraní, y que en 2005 se desdijo, murió en circunstancias parecidas a las del propio Nisman. Muertes especulares, los servicios de inteligencia de uno y otro bando se culpan recíprocamente. Suponiendo que se haya tratado de homicidios, el autor de estas líneas piensa que es probable que quien haya matado al primero haya asesinado también al segundo. Pero no apuesta a quién fue.

Debka, una usina de confusión de la inteligencia israelí

Resulta interesante que una página web de la inteligencia israelí, Debka, se haya ocupado de ambas muertes. Debka es citada el 14 de noviembre de 2011 por un blog dedicado a asuntos iraníes, llamado Tehran Bureau (TB), auspiciado entonces por la organización de noticias norteamericana PBS Frontline (hoy lo está por el diario británico The Guardian). TB resumió las diversas versiones aportadas por Debka sobre la muerte de Ahmad, a la vez que advirtió que esta es una página caracterizada por sus persistentes campañas de desinformación.

Significativamente, tres años más tarde, Debka hizo circular la curiosa versión de que Nisman fue asesinado por un falso desertor iraní, que traicioneramente se habría ganado la confianza del fiscal. El informe del 19 de febrero de 2015 afirma que, desde hacía ya nueve años, el actual ministro de Inteligencia de Irán y su predecesor venían buscando alguna forma de detener al heroico Nisman. Según la investigación de Debka, la tarea de liquidarlo se asignó a un personaje que se presentó como Abbas Haqiqat-Ju, quien durante cuatro años habría suministrado información al fiscal, hasta convertirse en parte de su círculo íntimo. Según Debka, para dar el golpe final el agente iraní esperó hasta las vísperas de la presentación de la denuncia de Nisman contra CFK.

Como vemos, esta fuente de desinformación de la inteligencia israelí se refirió a ambas muertes. En el caso de la segunda, ya en 2015, acusó sin tapujos a Irán de haber asesinado a Nisman. En estos tiempos en que Estados Unidos negocia con Irán, inquietando a Benjamín Netanyahu y su gobierno, todo vale si sirve a los intereses geopolíticos de Israel. Afortunadamente, sin embargo, la versión de Debka no fue reproducida por la versión impresa de los principales medios argentinos.

El mercenario “Testigo C”

Pero mi investigación no terminó allí. En el artículo del Wall Street Journal (WSJ) de 2007 citado más arriba se dice que Ahmad Rezai “confirmó” que la decisión de atacar había sido tomada por Rafsanjani y sus ministros en una reunión de 1993. El verbo “confirmar” está bien utilizado, porque esa misma información había sido brindada por Abolghasen Mesbahi, conocido como el “Testigo C” mientras su identidad permaneció secreta.

Mesbahi es un desertor iraní con residencia en Alemania. En 1998 fue interrogado por agentes de ese país, que representaron al juez argentino Juan José Galeano. Dos años más tarde volvió a declarar, esta vez directamente ante el hoy destituido Galeano. Comprobé que la información brindada por Mesbahi era la misma que la atribuida al joven Rezai, gracias a un artículo del conocido historiador norteamericano Gareth Porter, publicado en febrero de 2008 por la emblemática revista The Nation.

El WSJ no mencionó al Testigo C en su nota de 2007 porque, para entonces, ¡ya se sabía que era un doble agente norteamericano! Mesbahi había sido un funcionario alto de la inteligencia iraní que trabajaba para Washington. En 1988 se había sospechado de él en Teherán y estuvo brevemente preso, pero fue liberado y siguió trabajando. Finalmente, en 1996 desertó y se estableció en Alemania.

En una primera etapa fue usado como “testigo” con identidad secreta. Pero cuando se tuvo noticias en ámbitos más amplios de que, antes de desertar, había sido un agente doble, perdió credibilidad. Se necesitaba alguien que corroborara las declaraciones del desprestigiado Testigo C, y ese alguien fue el joven rebelde Rezai.

Las diferencias entre Ahmad y Mesbahi son evidentes. El primero era un chico desequilibrado proveniente de un ámbito de privilegio. En cambio, el Testigo C es un mercenario confiable. Por eso sigue con vida y prosigue con su trabajo.

Por cierto, en 2014 Mesbahi fue el entrevistado principal de un documental producido por Al Jazeera, titulado Lockerbie: What Really Happened? (“Lockerbie: ¿Qué es lo que realmente sucedió?”). Allí Mesbahi alegó que, aunque el famoso atentado de 1988 contra el vuelo 103 de Pan American fue, como siempre se dijo, obra de los libios… ¡en realidad había sido ordenado por el Ayatola Khomeini! Como se ve, al día de hoy Mesbahi continúa con su solapada misión de desprestigiar al régimen de Teherán.

Conclusiones: un montaje orquestado contra Irán

El artículo de Gareth Porter porta un título elocuente: “Bush’s Iran/Argentina Terror Frame-Up” (“El montaje de Bush sobre el terrorismo iraní en la Argentina”). En realidad, no existen evidencias de que Irán haya sido responsable de ninguno de los dos grandes atentados terroristas perpetrados en la Argentina. La acusación de que el atentado contra la AMIA fue planeado por Rafsanjani y sus ministros parece fraudulenta. Ni el joven Rezai ni el Testigo C son confiables.

Ni siquiera hay evidencia contundente contra el agregado cultural Rabbani. Charles Hunter, cuyo testimonio es crucial porque era el jefe de la delegación del Buró de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego estadounidense que se trasladó a Buenos Aires para investigar la explosión in situ, declaró ante los periodistas Joe Goldman y Jorge Lanata que la evidencia parece demostrar que no hubo un coche bomba. Si lo hubiera habido, les dijo, también se hubiera derrumbado el edificio del otro lado de la calle. El experto del gobierno norteamericano dijo que era probable que la bomba hubiera sido puesta dentro de la AMIA.

Pero estos razonamientos son secundarios cuando recordamos otros datos aportados por Porter:
• En mayo de 2008, James Cheek, embajador de Washington en Buenos Aires cuando se produjo el atentado, le dijo: “Según mi entendimiento, jamás hubo verdadera información sobre un involucramiento iraní”.
• En junio de 2007, William Brencick, jefe de la sección política de la embajada, le aseguró que la investigación del atentado contra la AMIA se construyó sobre “un muro de premisas”, la más importante de las cuales era que había sido un ataque suicida, y que esto se consideraba “evidencia prima facie de un involucramiento del Hezbolá y, por lo tanto, de Irán”.

La prioridad norteamericana e israelí era desprestigiar y aislar a Irán. Descubrir la verdad les importaba poco y nada. Para el Wall Street Journal esto era obvio. El 15 de enero de 2008 publicó un artículo de Jay Solomon y Evan Perez candorosamente titulado “U.S. Uses Probe to Pressure Iran” (“Estados Unidos usa investigación para presionar a Irán”).

Allí se dice, como si tal cosa, que las alertas rojas de Interpol contra los funcionarios iraníes se consiguieron gracias a las presiones de “diplomáticos norteamericanos, israelíes y argentinos”, en este orden. La paradoja es que Luis D’Elía advirtió la manipulación y tuvo la entereza de denunciarla, perdiendo su cargo de funcionario al hacerlo.

No es imposible que Irán haya estado detrás del atentado. Pero no hay evidencia de que así fuera. El “montaje” parece asociado a la trama que llevó a Netanyahu al Congreso de Estados Unidos para intentar frustrar el pacto entre Teherán y Washington, mencionando de paso los atentados de Buenos Aires.

En los hechos, la memoria de los 85 muertos de la AMIA se puso al servicio de los intereses geopolíticos de Estados Unidos e Israel. Lo hicieron Nisman, la DAIA y sus aliados extranjeros. Y eso es demasiado incluso para el Realismo Periférico.

Autorxs

Carlos Escudé:
Dr. en Ciencia Política, Yale. Investigador Principal del CONICET. Director del CERES, Seminario Rabínico Latinoamericano.