¿Por qué se envejece? Teorías actuales

¿Por qué se envejece? Teorías actuales

En general se asume que el envejecer obedece al transcurso del tiempo, que va deteriorando las estructuras y funciones de los seres vivos. Sin embargo, se conocen muchos otros factores sumamente trascendentes, entre varios más que no advertimos y ni siquiera sospechamos. A continuación, algunos elementos para acercarnos a este misterio.

| Por Alberto Bonetto |

Pese a que la respuesta a la pregunta del porqué del envejecimiento parece ser simple y evidente, en realidad encierra algunos de los misterios más grandes de la biología. Y aunque en los últimos lustros se han efectuado notables avances, aún estamos muy lejos de poder proporcionar una respuesta satisfactoria.

En realidad, no sólo debemos dilucidar los mecanismos del envejecimiento, sino explicar el hecho mismo de que exista, pues aunque estamos muy familiarizados con el fenómeno y lo aceptamos con naturalidad y sin cuestionamientos, la verdad es que desde el punto de vista de la biología básica no debería existir, y hasta no hace mucho tiempo no teníamos posibilidad racional de proponer una justificación verosímil y plausible.

En general se asume que el envejecer obedece al transcurso del tiempo, que va deteriorando las estructuras y funciones de los seres vivos, partiendo de las células y afectando al organismo en su totalidad.

En efecto, las células de todos los seres vivientes (excepto los unicelulares), tanto en organismos enteros en su estado natural, cuanto en cultivo y en condiciones óptimas, envejecen. Pero esto no explica en modo alguno el envejecimiento del individuo, pues las células obsoletas son constantemente reemplazadas por otras nuevas recientemente constituidas.

Sabemos desde hace décadas que, salvo las células muy especializadas que no se dividen, como las del cerebro y el corazón, todas las demás lo hacen. Las células envejecidas desaparecen y son constante y sistemáticamente reemplazadas por otras flamantes.

Asumir que el envejecimiento es debido al desgaste del paso del tiempo y es tan inevitable como él, es cometer la falacia de comparar un organismo vivo con una maquinaria inorgánica. Los organismos vivientes, a diferencia de las máquinas, tienen la característica fundamental de repararse y renovarse a sí mismos constantemente. Excepto las células postmitóticas (cerebro y corazón), todas las demás se renuevan incesantemente. Si nuestras células “gastadas” son renovadas persistentemente por nuevas, si nos “rejuvenecemos” sin cesar, ¿por qué envejecemos?

Tomemos como ejemplo la piel, que por su visibilidad pone de manifiesto muy claramente los cambios del envejecimiento, sin embargo todos los tipos celulares que la componen se reemplazan invariablemente en aproximadamente dos meses, durante toda la vida, y cada muda subsiste el mismo tiempo que las anteriores y posteriores. En términos sencillos pero muy reales esto significa que las células de la piel de un recién nacido y las de un sujeto de 90 años, o de cualquier otra edad, viven tiempos iguales, tienen la misma longitud de vida, ¿por qué entonces envejece la piel? Idéntica situación se presenta para los demás órganos. La pregunta pertinente entonces es: ¿por qué se envejece si durante toda la vida nuestras células tienen la misma edad?

Hay que tener presente que las células se reemplazan mediante un proceso de división (llamado mitosis) durante el cual las células “hijas” no surgen de la simple partición de las células “madres”, sino que se construyen con elementos absolutamente originales, no debiendo por lo tanto ser más viejas que sus predecesoras, pero lo son, cada generación celular es más vieja que la anterior.

Este asombroso hecho era inexplicable y eludía tenazmente la comprensión de los científicos, hasta que en 1970 Watson (uno de los descubridores de la estructura del ADN y acreedor por ello del Premio Nobel) y Olovnikov encontraron la punta del ovillo.

Después de la división celular, las células “hijas” recientemente construidas y originales son idénticas a las células “madre”, salvo por una cosa: ciertas estructuras llamadas telómeros se acortan en cada división.

Estos telómeros son un tipo de ADN especial situados en los extremos de los cromosomas (agrupaciones de genes), que protegen la información genética y la viabilidad de las células, no obstante se van abreviando con cada división celular, lo que modifica la estabilidad de los cromosomas, y cuando, luego de numerosas segmentaciones, se han achicado mucho, la célula ya no puede dividirse, entra en un estado llamado senescencia celular, y muere. De modo que, aunque nuestras células tienen siempre la misma edad y viven el mismo tiempo, las sucesivas generaciones tienen los telómeros cada vez más reducidos.

Esta reducción de la longitud telomérica está íntimamente ligada al envejecimiento celular y orgánico, y a medida que se suceden las investigaciones se comprueba que también lo está con las enfermedades prevalentes en los viejos.

Cuanto más cortos tiene sus telómeros un individuo, menor es su expectativa de vida y mayores sus posibilidades de padecer enfermedades.

Ahora bien, si la merma de la longitud telomérica se asocia con envejecimiento y enfermedades, ¿qué pasaría si se pudiese elongarlos nuevamente?

En el año 2009 la científica Elizabet Blackburn y sus colaboradores obtuvieron el Premio Nobel por el descubrimiento de la telomerasa, una enzima que tiene la propiedad de hacer esto, alargar los telómeros, y que se encuentra naturalmente en las células madre (normales) y las cancerosas (patológicas), ambas capaces de dividirse indefinidamente sin acortar sus telómeros y por lo tanto sin envejecer, pudiendo vivir indefinidamente si no interviene algún suceso externo que las destruya.

Lo que hace esta telomerasa es, precisamente, alargar los telómeros. Como se ha referido, luego de cada división celular los telómeros se acortan, siempre y en todas las estirpes celulares, también en las células madre y las cancerosas, pero ellas disponen de telomerasa que alarga sus telómeros y pueden vivir indefinidamente sin envejecer, mientras que las demás células inevitablemente envejecen y mueren.

Tenemos entonces que la telomerasa es quien pauta la vida de las células y está muy relacionada con el envejecimiento y el cáncer. Con respecto a este último, algunas de las más promisorias líneas de investigación pasan por este tema, pero volvamos a nuestro objeto, el envejecimiento: ¿puede ser la telomerasa la clave para prolongar la juventud, la salud y la vida de los humanos?

El que las células segreguen o no telomerasa depende de si poseen activo o inactivo el gen que rige su producción. Experimentalmente y en células aisladas y en cultivo, vale decir separadas el organismo, se puede introducir el gen de la telomerasa en células que habitualmente no lo poseen, logrando que puedan multiplicarse indefinidamente sin envejecer. Existen desde hace años diferentes líneas celulares humanas que ostentan esta privilegiada propiedad. Pero, reiteramos, esto es a nivel de células aisladas, en cultivo y mediante procedimientos de ingeniería genética muy dificultosos, imposibles de aplicar (al menos por ahora) en estructuras complejas u organismos enteros, en quienes por otra parte aparecerían severas dificultades y complicaciones. Es muy oportuno resaltar que este prodigioso resultado de momento es sólo posible en las condiciones referidas, células aisladas, en cultivo y mediante técnicas muy sofisticadas, porque en el mercado se ofrecen productos que pretenden obtener efectos similares tomando simplemente comprimidos, una falacia que sólo se apoya en la voracidad pecuniaria de los comercializadores.

Es imperativo tener muy en cuenta que si bien el tema telómeros/telomerasa ocupa un lugar importante en el fenómeno del envejecimiento, este, como se refirió al comienzo del comentario, es extraordinariamente intrincado y laberíntico, se conocen muchos otros factores sumamente trascendentes, y sin duda existen otros que no advertimos y ni siquiera sospechamos.

Para dar una mejor idea mencionaremos someramente algunos de estos otros factores que intervienen en el envejecimiento.

No sólo las células deben renovarse continuamente para mantener los organismos vivos, también debe hacerlo la sustancia intercelular, que es sumamente importante para conservar la estructura y función de los diferentes tejidos.

Esta restauración de la sustancia intercelular se efectúa en general más lentamente que la remuda celular, su complejidad es altísima, y en su transcurso acontecen cambios desfavorables en la estructura molecular produciéndose uniones anormales de ciertos integrantes básicos de los tejidos, como las proteínas y los hidratos de carbono, constituyendo algo llamado “glucocilación avanzada de las proteínas”, que afecta negativamente algunas propiedades básicas, como elasticidad, resistencia, etc., de tejidos como los que constituyen las arterias, articulaciones, etc., que son irreversibles y para los cuales no contamos con medios para combatirlos.

Otro aspecto importante sustancial es el siguiente: todos los organismos vivientes para mantener su condición de tales necesitan energía, que la toman de diferentes fuentes, del sol las plantas, de los alimentos los animales, estos son procesados y transformados en energía, en estructuras intracelulares llamadas mitocondrias, que son las “usinas” celulares, donde se obtiene y almacena la energía necesaria para vivir. Esta intensísima actividad genera productos tóxicos denominados radicales libres, que dañan diferentes partes de las células, comenzando por las propias mitocondrias, que por ello deben ser reemplazadas varias veces en el curso de la vida de una misma célula.

Sus alteraciones constituyen lo que se conoce con el nombre de teoría mitocondrial del envejecimiento.

La elevadísima complejidad de estos procesos sobrepasa enormemente los límites de este comentario, por lo cual sólo los mencionamos.

Debemos consignar además que esta inextricable red de eventos se halla bajo estricto control genético. Se conocen más de 700 genes que, de un modo u otro, intervienen en el proceso que llamamos envejecimiento, pero se han identificado tres de capital importancia.

Uno de ellos, una variación en el gen FOXO3A, tiene un efecto positivo en la expectativa de vida de los humanos, siendo mucho más frecuente en personas centenarias, aparentemente sin importar la etnia de los sujetos; otro es un gen llamado Klotho, y el tercero es el gen que regula la producción por parte de las células de la telomerasa, aquella sustancia que mencionamos alarga los telómeros.

Si bien en animales se han realizado muy interesantes experiencias para manipular los genes y modificar el envejecimiento, en el ser humano esto está muy distante de ser posible.

Pero aunque no podemos modificar nuestros genes, no somos prisioneros de ellos. La división de la ciencia llamada epigenética muestra en forma indubitable que la expresión, esto es, el efecto de los genes, es profundamente modificable, en sentido positivo o negativo, por diferentes factores, y muy particularmente por el estilo de vida: alimentación, existencia o no de hábitos tóxicos como fumar o beber en exceso, sedentarismo, nivel de estrés, entre otros.

A modo de conclusión podemos decir que el envejecimiento no es un fenómeno pasivo, sencillo, de desgaste por el simple paso del tiempo, sino activo, insospechadamente enmarañado y complejo, integrado por numerosos sucesos que se imbrican e interactúan entre sí, que pese a los notables avances científicos de los últimos tiempos recién empezamos a conocer. Lo más significativo es que cuanto más sabemos acerca de las causas del envejecimiento, mejor comprendemos que son las mismas de las patologías prevalentes en el mismo. El objetivo actual de la gerontología no es encontrar los medios para prolongar indefinidamente la juventud y la vida, sino hallar los modos para controlar y revertir las enfermedades de la vejez y acrecentar la calidad de vida de los ancianos.

Autorxs


Alberto Bonetto:

Médico Geriatra UBA. Unidad de Investigación de Biología del Envejecimiento del Hospital Italiano – San Justo.