Israel y Palestina: el complejo camino a la paz

Israel y Palestina: el complejo camino a la paz

Casi 70 años han pasado desde que en 1948 el por entonces primer ministro israelí David Ben Gurion declarara la independencia y diera comienzo a la primera guerra árabe-israelí y al llamado problema de los refugiados. Pasaron 49 años desde que Israel unificó Jerusalén y conquistara los territorios de Gaza y Cisjordania. Nada cambió cuando en 1993 palestinos e israelíes se reconocieron mutuamente y dieron inicio al proceso de Oslo. Hoy, 23 años después de este hito, estamos más lejos que nunca de una reconciliación que permita una paz duradera.

| Por Fabián Drisun |

El conflicto entre palestinos e israelíes ha sido siempre el punto clave de la región del Medio Oriente como uno de los determinantes de su configuración. El primer cambio fundamental se dio a finales del siglo XIX con la creación del movimiento sionista. La diáspora fue la palabra que dominó al judaísmo desde la destrucción del segundo templo en el año 70 de nuestra era. En el año 1897 se celebró el Primer Congreso Sionista donde se empezó a plantear la idea de un Estado judío en lo que era Palestina. Fue una de las profecías mejor cumplidas ya que 50 años después se crearía el Estado de Israel. El segundo cambio, aunque directamente relacionado con el primero, fue territorial. Palestina era, por esos años, parte del Imperio Otomano. Esta pequeña parte de territorio nunca fue independiente sino que fue dominada por la mayoría de los imperios existentes a lo largo de la historia. Era un territorio compuesto en su mayoría por árabes-musulmanes, pero el movimiento sionista incentivó la compra de tierras por parte de judíos, lo que provocó que las diferencias se achicaran. El fin de la Primera Guerra Mundial implicó, por un lado, el fin del Imperio Otomano y, por otro, que los británicos se hicieran cargo del territorio. Fueron años violentos y de conflictos constantes que hicieron que en 1947 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se hiciera cargo de la situación y finalmente dividiera el territorio. La primera guerra árabe-israelí empezó a configurar el territorio actual. Por su parte, el pueblo palestino, tras el fracaso del ataque masivo árabe, no pudo consolidarse en el territorio y se vio disperso en los distintos países de la región, incluido Israel. Mientras, este último expandió su territorio y consolidó, después de 5.000 años, un Estado judío. El último cambio se dio tras la Guerra de los Seis Días, cuando en el año 1967 Israel no solo reunificó Jerusalén sino que también hizo suyos los territorios de Cisjordania y Gaza, hasta entonces en manos de Jordania y Egipto, respectivamente. A partir de este momento no habrá más cambios en la configuración territorial hasta los acuerdos de Oslo del año 1993/95.

Durante esta nota se hará un repaso de los principales procesos de negociación, teniendo como eje los tres principales puntos que impiden una solución definitiva al conflicto, a saber, la cuestión territorial, los refugiados y Jerusalén. Además, se expondrán los impedimentos actuales para la paz.

Una oportunidad para la paz

Era el contexto adecuado para una paz definitiva. Por un lado, finalizada la Guerra Fría se intentó cerrar todos los conflictos pendientes de ese período de la historia. Por otro lado, el éxito que significó la intervención de la ONU en la derrota de Saddam Hussein en la primera Guerra del Golfo permitió que hubiera un gran interés en la celebración de una conferencia que tratara la solución definitiva del conflicto entre palestinos e israelíes, y esta se dio en Madrid.

En la conferencia participaron representantes de Estados Unidos (EE.UU.), la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y los países árabes, Líbano, Egipto, Siria y Jordania, que tenían entre sus filas a representantes palestinos. Por el lado israelí participó el por entonces primer ministro Isaac Shamir, perteneciente al partido Likud (derecha). La reunión fue considerada un fracaso; no obstante fue la primera vez que pudimos encontrar a israelíes y a palestinos, aunque sea de manera indirecta, en una mesa de negociación. Además, se delineó un calendario de negociación que empezaría en Washington y terminaría con los acuerdos de Oslo.

Las negociaciones de Oslo serían tensas y tendrían actores clave como el primer ministro israelí Isaac Rabin, quien había asumido con la idea de profundizar las negociaciones de paz. Yasser Arafat, líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), quien ejercía su rol desde el exilio en Túnez, y por último Terje Rod Larsen, un diplomático noruego muy interesado en el conflicto y quien propuso negociar en un lugar alejado de los medios para terminar con el punto muerto de Washington.

Luego de varios meses de negociación se llegaría a un principio de acuerdo. Oslo marcó un punto de inflexión en la historia del conflicto. En primer lugar, debemos señalar que no fue un acuerdo de paz sino de reconocimiento mutuo. Por un lado, Israel reconocía a la OLP como el legítimo representante del pueblo palestino. Por otro lado, esta agrupación reconocía a Israel su derecho a existir y renunciaba al uso del terrorismo. Como se puede apreciar, es una declaración desigual, ya que a Israel se le otorgaba un derecho como Estado mientras que al pueblo palestino no le era creado un entidad nacional con fronteras definitivas sino que solo se le adjudicada una representación.

Un segundo elemento a tener en cuenta son los temas centrales de la negociación. Tanto las cuestiones territorial y de límites como el estatus de Jerusalén, así como también los refugiados palestinos, fueron dejados para futuras negociaciones. Estas cuestiones son las que trabaron las negociaciones con el correr del tiempo y son centrales para palestinos e israelíes. Las partes no podían negociar esas cuestiones en el corto plazo debido a que la confianza no lo permitía. Por esta razón se eligió un calendario de negociación que iba desde los temas más sencillos hasta los más álgidos.

Israel inició el repliegue de varias zonas, las cuales fueron puestas bajo control de Palestina. En el año 1995 se firmó el acuerdo “Oslo II”, que establecía la retirada de Israel de otros territorios y se dividía a Cisjordania en tres tipos de unidades “A, B y C”. En las zonas A, donde se encontraba la mayoría de la población palestina y que representaban el 3% del territorio, la OLP tendría el control total. En las zonas B, que representaban el 25% del territorio, las autoridades palestinas obtendrían control civil pero no velaban por la seguridad, que quedaba bajo control israelí. Por último, las zonas C, que era la mayoría del territorio, permanecían bajo autoridad israelí. La idea planteada establecía que con el pasar del tiempo Palestina controlara una mayor cantidad de territorio a medida que avanzaran las negociaciones.

En un contexto de tensión por lo que significaba el avance de las negociaciones para grupos opositores, fue asesinado el primer ministro israelí Isaac Rabin a manos de un extremista judío llamado Igal Amir. En Israel, la derecha organizó movimientos en las calles que comparaban la imagen del primer ministro con la de Hitler. Rabin era considerado un traidor debido a las concesiones dadas a los palestinos. Esta situación no era ajena a estos últimos. Grupos como la Yihad Islámica o Hamas minaban las negociaciones con consignas extremistas y atentados que socavaban la confianza en el proceso de paz.

Tras la muerte de Rabin, Israel enfrentó un proceso eleccionario que terminó con el retorno del Likud al poder y llevó a Netanyahu por primera vez a ser primer ministro. En el año 1997 se firmaron los protocolos de Hebrón. Esta ciudad es clave en la relación de israelíes y palestinos debido a que allí se encuentra la tumba de los patriarcas. La división de esta ciudad fue un gran avance para las negociaciones debido a que consolidó el principio de “paz por territorios” y fue el primer acuerdo firmado por el Likud en el proceso con los palestinos.

Camp David y Taba, las oportunidades perdidas

Como se dijo en párrafos anteriores existen tres grandes temas que son los centrales para la resolución del conflicto. La cuestión territorial, el estatus de Jerusalén y los refugiados palestinos. Las negociaciones de Camp David y Taba mostraron perfectamente por qué estos temas son claves y tan difíciles de resolver.

El premier israelí, Ehud Barak, decidió realizar una oferta insuperable, una oferta de “todo o nada” que incluyera todos los temas pendientes. En relación a la cuestión territorial, Barak ofreció en Camp David un repliegue territorial que llegaba al 92% del territorio de Cisjordania y una retirada total de la Franja de Gaza. Fue una oferta sin precedentes pero que presentaba particularidades. En primer lugar, el Valle del Jordán, la zona limítrofe con Jordania, quedaba bajo soberanía israelí por un período de 20 años. En segundo lugar se establecía una cantonización del territorio debido a que el territorio palestino quedaba dividido en tres a causa de las zonas de control israelí.

En relación a Jerusalén, Palestina haría de su capital la zona aledaña a la ciudad. Además, las zonas internas a la ciudad de origen árabe, musulmán o cristiano y el monte del templo gozarían de autonomía pero estarían bajo soberanía israelí. Una oferta que Arafat rechazó de plano debido a que no podía ser recordado como el líder que entregó Jerusalén.

En relación a los refugiados palestinos, Israel no aceptó ningún tipo de responsabilidad moral ni legal y se planteó un retorno limitado basado en un plan de reunificación familiar. No obstante, se crearía un fondo compensatorio de 100.000 millones de dólares que se distribuiría principalmente en Palestina y Jordania.

Las presiones eran muy grandes y las alianzas muy marcadas. Israel veía la oferta como inmejorable y presionaba, en conjunto con Estados Unidos, para que Arafat aceptara. Finalmente, la oferta fue rechazada por el líder palestino principalmente por la cuestión de Jerusalén. En un marco de acusaciones mutuas por el fracaso de la negociaciones, el por entonces líder de la oposición Ariel Sharon visitó la Explanada de las Mezquitas. No se puede establecer esto como la causa del estallido de la segunda Intifada pero sí aceleró el proceso.

En un contexto sumamente desfavorable, Clinton hizo su último intento de terminar no solo con la Intifada sino con el conflicto entre palestinos e israelíes. Sharm El Sheik fue el lugar donde dieron a conocer sus famosos “Parámetros Clinton” que serían negociados en Taba.

En todos los sentidos fueron ofertas y contraofertas superadoras. A modo de resumen, desde lo territorial, Israel se retiraría del entre 94 al 96% y compensaría el resto con sitios en los alrededores de Gaza. En cuanto a Jerusalén, las zonas judías serían para Israel y las árabes para Palestina. Habría soberanía compartida en el monte del templo aunque las áreas subterráneas permanecerían bajo control israelí. Por último, los refugiados serían absorbidos por Israel en un número limitado y tendrían retorno irrestricto a los territorios palestinos.

Esta negociación fracasó a pesar de que lo puesto sobre la mesa en ese entonces es impensado hoy en día. En primer lugar, Clinton estaba en sus últimos días y no tenía la posibilidad de ser reelecto, por lo que sufría del “síndrome del pato cojo”, es decir, su poder de influencia en los actores había disminuido mucho. En segundo lugar, Barak era bastardeado por la oposición que lo acusaba por haber vendido Jerusalén, y sería derrotado por Sharon en las elecciones. En tercer lugar, Arafat, en medio de una Intifada en ascenso, no fue capaz de tomar la decisión de sentar las bases para la paz.

A partir de este momento empieza un proceso marcado por la violencia y el descontento a raíz del fracaso en las negociaciones. Para llegar a la situación de hoy en día sería necesario pasar por tres operaciones militares en la Franja de Gaza. Este territorio se encuentra, por un lado, bloqueado tras la retirada total de Israel en el año 2005 y, por otro, gobernado por Hamas tras una cruenta guerra civil, lo cual dividió a Palestina en dos entidades separadas. Cisjordania e Israel se encuentran separados por un muro que redujo la cantidad de atentados terroristas casi a cero pero fue declarado ilegal por la Corte Internacional de Justicia en una opinión consultiva. Otro hecho crucial es el marcado aumento de los asentamientos en Cisjordania. Solo en el marco de las negociaciones de Annapolis, tendríamos ofertas que alcanzarían lo negociado en Taba aunque, al igual que lo que sucedió en ese entonces, el contexto no fue el adecuado y los actores no estuvieron a la altura de la situación.

No obstante estos temas, existen otros que hoy en día juegan un rol fundamental, como es la derechización de la sociedad y política israelí, la división político-territorial palestina y la falta de agenda internacional para la cuestión de Israel-Palestina.

El giro a la derecha

La sociedad israelí es compleja, lo mismo que su política. Judíos y árabes, religiosos y laicos son algunos de los matices que se entrecruzan para conformar el ser israelí. Esta combinación de factores se ve representada en partidos políticos con ideologías diversas. Con un umbral bajo para entrar a la Knesset (Parlamento israelí), la sociedad se ve sobrerrepresentada, por lo que tomar decisiones a largo plazo se torna casi imposible.

No obstante, los últimos siete años de la política israelí giraron en torno a un solo nombre, Benjamin Netanyahu. El primer ministro israelí está por cumplir la mayor cantidad de años en el poder, solo superado por el primer ministro David Ben Gurion. Netanyahu se las ha ingeniado siempre para mostrarse como el garante de la seguridad y como el único capaz de conducir los designios de un país que enfrenta varios frentes, no solo en seguridad, sino en lo económico y lo social. En las últimas coaliciones, el Likud ha gobernado con partidos de extrema derecha y religiosos, lo cual demuestra la falta de optimismo en un acuerdo de paz y un deterioro de la izquierda israelí.

Tras años de frustración por negociaciones inconclusas y de conflictos armados, la sociedad israelí empezó a desconfiar de la posibilidad de una paz prolongada y ha optado por la seguridad. Según distintas encuestas, la sociedad israelí está a favor de una negociación con los palestinos en un 60%, sin embargo cuando se le pregunta acerca de su optimismo sobre un acuerdo de paz, los porcentajes se reducen a un 24%. Netanyahu es un fiel reflejo de lo que piensa un gran sector de la sociedad israelí alejada de un proceso de paz. El líder israelí establece que la existencia de precondiciones para la negociación o la inexistencia de un interlocutor que no incite al terrorismo son impedimentos claros para la paz. El primer ministro es cortoplacista y pragmático, enfocado en solucionar los problemas del hoy pero sin una visión que permita encontrar una solución definitiva al conflicto. Netanyahu hace lo necesario para mantener la seguridad y para conservar el poder. Los pocos hombres y mujeres que trataron de tener una concepción de largo plazo terminaron asesinados u olvidados.

La división de Palestina

Terribles imágenes se vieron cuando Israel se retiró de manera unilateral de Gaza. Eran los propios soldados judíos quienes sacaban, en algunos casos por la fuerza, a sus propios compatriotas de sus casas. Escuelas y sinagogas fueron abandonadas y dejadas en manos de los palestinos. Esta desconexión que hacía pensar una victoria de la lucha por un Estado propio terminó siendo una derrota de la unidad palestina.

Luego de una cruenta guerra civil, el pueblo palestino está dividido en dos entidades gubernamentales. En Gaza gobierna Hamas y en Cisjordania Al Fatah. Esta situación es una muestra de la debilidad negociadora, ya que son dos entidades separadas con objetivos diferentes, por lo que no han podido conciliar una posición unificada en ningún momento.

Al Fatah representa, en teoría, la posición moderada. Desde los acuerdos de Oslo hasta nuestros días ha sido siempre la contraparte negociadora. Ha mantenido una posición cuasi inflexible en los tres ejes principales debido a que, según su punto de vista, ya ha cedido demasiado en relación al plan de partición de Palestina del año 1947. Israel la ha acusado en el último tiempo de no condenar vehementemente el terrorismo, principalmente a su líder Mahmud Abas. Esta situación se ha profundizado con la denominada “Intifada de los cuchillos” iniciada en 2015, donde terroristas palestinos atentan contra ciudadanos israelíes mediante elementos cortantes o automóviles. El partido gobernante ha tenido un rol pasivo en la condena de estos actos debido a que una condena firme, en un contexto de levantamiento social, podría otorgarle mayor poder de influencia a la contraparte radical.

Hamas tiene una retórica distinta a Al Fatah. Nacida en plena primera Intifada, esta organización plantea desde sus fuentes la destrucción misma del Estado de Israel. Conciliar esta postura con una de tinte moderado como la de Al Fatah es imposible. Mientras tanto, en el medio, los gazatíes se encuentran en una situación infrahumana por varias razones. En primer lugar, el bloqueo de Israel y Egipto provoca que sea muy dificultosa la entrada de productos de primera necesidad así como también de energía que sigue llegando de Israel. En segundo lugar, a Hamas le preocupa más el rearme para un enfrentamiento con Israel que mejorar las condiciones de vida de quienes viven en Gaza. La utilización de donaciones para construir túneles en dirección a Israel demuestra el doble discurso de la organización.

Fuera de agenda regional

Ya lo dijimos al principio: el conflicto entre israelíes y palestinos es la madre de todos los conflictos, pero en este momento las miradas apuntan a otro lugar. Desde el inicio de la primavera árabe en el año 2010, la convulsión en los países de Medio Oriente ha generado que las prioridades se trasladen a Egipto, Túnez o Siria. Esta situación se vio profundizada con la proclamación del califato en el año 2014 por parte del Estado Islámico.

En las grandes cumbres internacionales las potencias discuten cómo hacer frente al ISIS o cómo solucionar la guerra civil en Siria. En el discurso del presidente estadounidense del año 2010 ante la Asamblea General de la ONU, Obama mencionó a Israel 20 veces y a Palestina 22. Hasta en 2013 el primer mandatario estadounidense mencionó a ambos países 15 y 11 veces, respectivamente. Desde ese momento, el conflicto apareció de manera esporádica en la agenda internacional, principalmente en la operación margen protector de 2014, luego del frustrado proceso de negociación impulsado por el secretario de Estado John Kerry, o recientemente con la ya mencionada “Intifada de los cuchillos”.

Conclusión

Como se puede ver, no están dadas las condiciones para la paz. Si la situación se mantiene de esta manera, la solución terminará siendo un Estado binacional. Israel sería el principal perjudicado por las diferencias demográficas, por lo que debería hacer un mayor esfuerzo por una solución de dos Estados. Más allá del discurso del primer ministro israelí que plantea que la construcción de asentamientos no es un estorbo para la negociación ni para la paz, ya que cuando Israel se retiró de Gaza la paz no llegó, el Estado judío debe encontrar una solución negociada para los mismos, ya sea un retiro total o parcial, con sus correspondientes compensaciones. Por el lado palestino, se debe condenar de manera fehaciente el terrorismo como forma de hacer frente a Israel. Hamas es, en las condiciones que plantean sus bases actuales, un escollo para la paz. Palestina debe tener una posición unificada para negociar.

Para retomar la senda negociadora es necesario retomar la confianza entre las partes, dar pequeños pasos que permitan un entendimiento. Una vez retomado este sendero se podrán solucionar los tres temas pendientes que impiden una solución de dos Estados. Para esto será necesario terminar con la radicalización, ya sea de los actos y comentarios de la extrema derecha israelí, así como también del terrorismo por parte del lado palestino.

Autorxs


Fabián Drisun:

Licenciado en Relaciones Internacionales – Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales – U.N.R. Coordinador del Centro de Estudios de Política Internacional (CEPI) perteneciente a la Fundación para la Integración Federal (FUNIF). Miembro del Instituto Rosario de Estudios del Mundo Árabe e Islámico.