Editorial: Energía, un insumo para el desarrollo

Editorial: Energía, un insumo para el desarrollo

| Por Abraham Leonardo Gak* |

Todo proyecto de país, que busque un desarrollo sustentable, debe tener, además de un importante nivel de inversión, las fuentes de energía suficientes para abastecer una demanda creciente de la misma, propia de la dinámica de expansión deseada.

Sin energía suficiente y a precios razonables nos veríamos compelidos a vivir en un país dependiente y pobre. No es posible concebir una producción equilibrada en producción primaria e industrial que pueda sostener no sólo un volumen exportable significativo sino, fundamentalmente, un mercado interno activo que asegure el consumo para todos, si no está garantizado el nivel suficiente de energía para mantener ese proceso en el tiempo.

Con una provisión insuficiente de energía deberíamos limitarnos a depender cada vez más del agro, que como bien sabemos, no puede generar empleo suficiente ni riqueza distribuible equitativamente.

El satisfactorio comportamiento de nuestra economía en los últimos años, ha sido posible, en alguna medida, gracias a que la demanda de energía ha sido satisfecha en tiempo y forma.

Ante una proyección de crecimiento sostenido de nuestra economía, la demanda de energía para cubrir las necesidades futuras será similar a la estimada por los países centrales; debemos pensar entonces en un incremento de la producción de energía de más del 50% para los próximos años.

Cuatro son los caminos a recorrer para satisfacer esta demanda creciente de energía. Uno es la utilización de nuestros ríos para producirla; el segundo es ampliar la producción de energía nuclear (con todos los debates que esto implica, sobre todo en lo referido a normas de seguridad y contaminación); el tercero, incrementar fuertemente la exploración y descubrimiento de reservas de hidrocarburos, inclusive utilizando cada vez más sofisticadas metodologías, que muchas veces incrementan el riesgo para el medio ambiente; y cuarto, la búsqueda permanente de alternativas a la producción de hidrocarburos. Como fuere, todos estos caminos implican avanzar en la diversificación de nuestra matriz energética.

En este sentido, nuestro país tiene una posición a nuestro juicio, ventajosa. Ya sea por la posibilidad de desarrollar tecnologías sustitutivas a la tradicional extracción petrolera y gasífera, o por la capacidad de incorporar paulatinamente a la matriz, fuentes de energía renovable como por ejemplo la solar y la eólica, a la que se suma la producción de biocombustibles a partir de la actividad agrícola (con los riesgos que esto implica en materia de alzas de precios y bajas en las cantidades disponibles de alimentos para cubrir los requerimientos de la población).

Pero hay un condicionante fundamental para lograr estos objetivos, la necesidad de contar con un plan estratégico específico, que por un lado maximice la producción, y por el otro logre avances tecnológicos que operen en la reducción de costos de producción y transporte.

Desde luego, debemos contabilizar las asignaturas pendientes que aún posee nuestro sistema, entre ellas la subsistencia de la provisión a una parte significativa de nuestra población –principalmente la porción más vulnerable de la sociedad– de gas envasado a muy alto costo, a pesar de ser subsidiado, y la falta de acceso a la energía eléctrica de pequeños pueblos y parajes que no están integrados al Sistema Interconectado Nacional.

Con esta mirada podemos colegir que la producción de energía está vinculada directamente con la subsistencia o no de amplios bolsones de pobreza e indigencia.

Tomemos conciencia de que hoy en día ya nadie discute la relación entre energía, pobreza y medioambiente. Por todo esto es indispensable incluir, de modo explícito en la planificación económica, esta problemática para mejorar las condiciones de vida de las poblaciones más expuestas.





* Director de Voces en el Fénix.