Editorial: Cultura, una herramienta transformadora

Editorial: Cultura, una herramienta transformadora

| Por Abraham Leonardo Gak |

Todo país necesita generar una identidad propia. El proceso de constitución de esa identidad no es sencillo ni lineal, menos aún en un caso como el nuestro, con ancestral presencia de habitantes originarios, al que se le agregaron fuertes corrientes migratorias.

Variados son los elementos que contribuyen a desandar el camino; los museos, los monumentos, el desarrollo del arte en sus distintas ramas son todos componentes de la evolución cultural de los pueblos. Esta evolución, claro está, no es pacífica; crecientes confrontaciones en la población, ya sea por origen, condición social o territorial, atraviesan este proceso, que lejos está de haber finalizado, viéndose sometido hoy mismo a fuertes corrientes transformadoras propias de la modernidad y la globalización.

Sin dudas en todo este proceso la educación en general, y la escuela en particular, ocupa un lugar central. Esta ha sido y sigue siendo una herramienta fundamental para eliminar las diferencias e integrar; es el ámbito más importante para generar, en las nuevas generaciones, el hábito de la lectura y el desarrollo de inquietudes vinculadas a distintas expresiones de la cultura.

Otro factor importante en el campo de la cultura son las confrontaciones generacionales. La relación conflictiva entre jóvenes y adultos tiene múltiples aristas que deben ser tenidas en cuenta. Mientras se acentúa la precocidad de jóvenes y adolescentes en cuanto al acceso a bienes, servicios y modas, se da al mismo tiempo un proceso de juvenilización de los adultos, lo que dificulta el proceso de autonomización necesaria de los primeros.

Desde luego, los jóvenes incorporan nuevas formas de comunicación, ya sea a través del lenguaje o del arte, en particular la música, con las que tratan de independizarse de un mundo mediático que tiende a uniformarlos. Es así como generan sus propias historias, y toman con entusiasmo las herramientas que la revolución digital les ofrece.

La profusión de medios de comunicación, tanto escritos como audiovisuales, y la utilización de Internet también asegurará una más amplia utilización del conocimiento social adquirido.

En este permanente ir y venir de lo virtual a lo real, es cada vez más necesario encontrar los mecanismos que garanticen el acceso de toda la población a los consumos culturales necesarios para una vida plena.

Es aquí donde aparece otra cuestión central, vinculada a lo que podríamos denominar las industrias culturales. Editoriales, estudios cinematográficos, actores y músicos, entre otros, generan productos que circulan como una mercancía más; transformando los productos culturales en bienes de consumo.

Es en esta situación donde debe intervenir el Estado, fomentando la producción cultural y diversificando la oferta de proyectos, pero al mismo tiempo generando las condiciones para una real federalización del proceso y favoreciendo el acceso prioritario de los sectores más desfavorecidos de la sociedad, eliminando en la práctica concreta las diferencias de clase, origen y territoriales, única manera de garantizar una mayor amplitud de acceso al conocimiento y de integración de la población. Además, una política cultural consecuente con estos principios asegura que los intereses de carácter económico y político puedan ser neutralizados, resguardando así el albedrío de los usuarios.

Volviendo al inicio, podemos decir que la escuela, la biblioteca, el museo, y la familia –lugares donde habitualmente abrevamos–, junto con los mecanismos de apropiación del patrimonio que producen, dan forma a un proceso cultural que no sólo acumula las historias de vida previas, sino también la plataforma necesaria para que todos y cada uno de nosotros tengamos la posibilidad de transcurrir por un proceso vital pleno.

Autorxs


Abraham Leonardo Gak:

Director de Voces en el Fénix.