América latina y China en el siglo XXI: complementariedades y rivalidades

América latina y China en el siglo XXI: complementariedades y rivalidades

El ascenso de China desencadenó transformaciones económicas estructurales en la economía mundial. Su estrategia es garantizarse el acceso a las fuentes de recursos naturales y tratar de influir sobre el precio de los productos derivados de los mismos. Nuestra región debe navegar en aguas turbulentas para evitar un aumento de la vulnerabilidad externa.

| Por Marcos Antonio Macedo Cintra y Eduardo Costa Pinto |

A los efectos del presente texto, allí donde dice “un billón” debe leerse su equivalente “mil millones”.

A lo largo de la década del 2000, los países latinoamericanos vivieron un período de bonanza marcado por la mejoría de las cuentas externas, por el aumento de las tasas de expansión del Producto Interno Bruto (PIB) y por la reducción de la pobreza extrema.

Las mejoras de la región se vieron impulsadas por elementos: i) internos asociados a la adopción de políticas macroeconómicas de demanda efectiva; y ii) externos vinculados a los cambios estructurales en la economía mundial derivados del ascenso de China, que transforman la división internacional de la producción y del trabajo.

Las informaciones sobre las cuentas externas y de las cuentas nacionales se obtuvieron de la base de datos del Comtrade/ONU (Organización de las Naciones Unidas) y de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe). Las informaciones sobre la inversión extranjera china se obtuvieron en The Heritage Foundation. Cabe observar que los datos cuya fuente no se presentó a lo largo del texto, especialmente en la segunda sección, provinieron de la base de informaciones de la CEPAL. Se analizan las informaciones agregadas de América latina y en forma desagregada de cinco países seleccionados (Argentina, Brasil, Chile, México y Perú).

La dinámica económica de América latina y el “efecto China”

Luego de décadas de bajo crecimiento y de diversas crisis económicas y políticas, América latina consiguió, a principios del siglo XXI, reducir de forma significativa su vulnerabilidad externa y social (pobreza extrema) y sustentar mayores tasas de crecimiento del PIB, inclusive luego de las crisis internacional de 2008. Entre 2000 y 2011, la tasa de crecimiento anual promedio del PIB fue del 3,4% en América latina, del 4,5% en la Argentina, del 3,6% en Brasil, del 4,1% en Chile, del 5,6% en Perú y del 2,4% en México.

La configuración de esa dinámica económica regional en la década de 2000 fue posible gracias a un conjunto de factores externos e internos. En el plano interno, el fracaso del modelo neoliberal en cumplir sus promesas (crecimiento, estabilidad y distribución de la renta) en la década de 1990 posibilitó la victoria electoral de muchos gobernantes ubicados en el espectro político más a la izquierda, que adoptaron políticas de demanda efectiva, en particular las de transferencia de la renta. En el plano externo, el ascenso de China desencadenó transformaciones económicas estructurales en la economía mundial que tuvieron un impacto positivo para muchos países de la región, en especial los sudamericanos.

Por un lado, China se convirtió en el principal productor y exportador mundial de productos de tecnología de la información y bienes de consumo intensivo en mano de obra, transformándose en un exportador neto para los Estados Unidos, el Japón y algunos países europeos. Por otro lado, se convirtió en un gran demandante de la producción mundial de máquinas y equipamientos, de productos de alta tecnología y de materias primas (petróleo, minerales, productos agrícolas, etc.). De tal modo, se transformó en un importador neto para Asia y en uno de los principales destinos de las exportaciones de commodities (intensiva en recursos naturales) de África, América latina y Medio Oriente.

Esa dinámica (“efecto China”) ha provocado cambios estructurales significativos que pueden detallarse de la siguiente forma: i) aumento y mantenimiento de los precios internacionales de los commodities fruto de la demanda china (efectos directo e indirecto) y del incremento de los costos de producción de estos productos; ii) estabilización o bajo crecimiento del nivel de precios de las manufacturas en virtud de la presión competitiva de la producción industrial de China. Producción esta que combina salarios bajos, economías de escala y de alcance y nuevas formas de organización y gestión de la producción –tecnología frugal, producción modular, etc.–; iii) sostenimiento en niveles elevados de los términos de intercambio favorable a los países en desarrollo, especialmente los africanos y los latinoamericanos que exportan commodities a China, y iv) expansión mundial del consumo masivo derivado del cambio de precio relativo entre manufacturas y salarios que ha permitido el acceso a los productos industriales a segmentos de la población mundial que hasta entonces vivían en condición de subsistencia.

Esos cambios generaron efectos positivos para muchas economías de América latina, sobre todo en las cuentas externas. El claro superávit de la balanza de pagos entre 2000 y 2011 (U$S 526,9 billones en el acumulado) posibilitó a los gobiernos de la región acumular reservas (que pasaron de U$S 162,7 billones en 2000 a U$S 776,8 billones en 2011) y, por consiguiente, reducir sus vulnerabilidades externas. Ese manifiesto crecimiento de las reservas internacionales también se observó en los cinco países seleccionados.

Es posible identificar dos dinámicas positivas y distintas del sector externo de América latina, a saber: i) entre 2003 y 2007, cuando los superávits en la balanza comercial de la región fueron superiores a los déficits estructurales de la cuenta de servicios y renta, propiciando el superávit en la cuenta corriente; y ii) entre 2008 y 2011, cuando los superávits en la cuenta financiera (especialmente la Inversión Extranjera Directa –IED–) fueron los mayores impulsores positivos de las cuentas externas. Esa mejoría de la región fue impulsada por el “efecto China” (elevación de los precios internacionales de los commodities) y más recientemente (post-crisis de 2008) por la ampliación de la liquidez internacional derivada de las políticas monetarias expansivas de los Estados Unidos y por el ingreso de inversión directa en la región, inclusive china, en especial en los segmentos productores de commodities.

En este sentido, el “efecto China” (y su impacto en las transformaciones estructurales de la economía mundial) generó, entre 2000 y 2011, la expansión promedio del quantum exportado por los países latinoamericanos (4,6% en el conjunto de la región, 7,4% en la Argentina; 8,3% en Brasil; 5% en Chile; 9,2 % en Perú y 3,5% en México) y el crecimiento manifiesto del valor unitario de las exportaciones, sobre todo de los commodities, de la región en su conjunto (9,1%) y de sus mayores economías (6,9% en la Argentina, 13% en Brasil, 15,9% en Chile, 21% en Perú y 4,8% en México). Esos dos resultados provocaron un acelerado crecimiento de las tasas de exportación en valores y una significativa mejoría en los términos de intercambio de la región que creció el 3% en el promedio anual. Entre 2000 y 2011, las tasas de crecimiento de los precios de las exportaciones en relación con las importaciones en la Argentina, Brasil, Chile y Perú fueron del 3,2%, 3,2%, 9,6% y 6,5%, respectivamente. Por otro lado, los países centroamericanos de la región y México (0,8%) tuvieron una evolución menor y hasta negativa de los términos de intercambio en el período.

Ese resultado de las cuentas externas de la región distendió, por lo menos en forma temporal, los problemas de restricciones de monedas extranjeras para el crecimiento doméstico. Además, al depender de su estructura productiva, para algunos países el aumento de las exportaciones funcionó como un importante componente de la demanda agregada. Finalmente, la mejoría en los términos de intercambio representó para la región un bonus macroeconómico, posibilitando el crecimiento sin generar graves desequilibrios externos e internos.

Además del aumento de las exportaciones, el aumento de los precios de los commodities implicó un aumento de la inversión extranjera directa en la región latinoamericana (de U$S 46 billones en 2003 a U$S 154 billones en 2011), buena parte de la cual se destinó a la producción de materias primas (resource-seeking), tales como petróleo, gas, minería y agricultura.

Esa reducción de la vulnerabilidad externa, asociada al fortalecimiento de la capacidad fiscal de la región, permitió a muchos países latinoamericanos adoptar políticas fiscales expansivas –centradas en mayores inversiones públicas en infraestructura y en mayores gastos en políticas de transferencia de la renta–, que proporcionaron altas tasas de crecimiento de los productos articuladas con las políticas de reducción de la pobreza extrema. En la década de 2000, América latina registró una clara reducción de la pobreza (del 43,9% al 31% de la población entre 2002 y 2010) y de la indigencia (del 19,3% al 12,1% de la población entre 2002 y 2010).

Cabe observar que la adopción de esas políticas de demanda efectiva con reducción de la pobreza sólo fue impulsada a partir de las victorias electorales de muchos gobernantes de la región, localizadas en el espectro político más a la izquierda que cuestionaban, en mayor o menor grado, los lineamientos neoliberales. A medida que esos gobernantes fueron electos y cuestionaron los lineamientos del “Consenso de Washington”, Estados Unidos comenzó a ver limitada su capacidad de intervención en la región en virtud de haber perdido aliados con este viraje hacia la izquierda. Esa situación se potenció aún más luego del apoyo de EE.UU. al fracasado golpe militar de 2002 en Venezuela; al vaciamiento del proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) organizado por Brasil y Argentina, que fue cajoneado en la Reunión de la Cúpula de las Américas, en Mar del Plata en 2005, y al rompimiento argentino con el Fondo Monetario Internacional en 2003. Ese proceso generó un posicionamiento pasivo y distanciado de EE.UU. en lo que respecta a las cuestiones regionales, a excepción de México y los países de América Central y el Caribe que forman parte de su “zona de seguridad” geopolítica más inmediata.

Ese mayor distanciamiento de EE.UU. en la región también se puede observar en el plano del comercio exterior. Entre 2002 y 2011 se verificó, según datos del Comtrade/ONU, una caída de la participación de las exportaciones latinoamericanas destinadas a EE.UU. (del 57,4% al 35,1%) y de las importaciones originadas en EE.UU. (del 47,1% al 30,3%). Esa participación norteamericana en el destino de las exportaciones de la región es aún muy alta, pero está fuertemente concentrada en México (cerca del 74% del total en 2011) en virtud de su participación en el NAFTA (North American Free Trade Agreement).

Presencia china en América latina: complementariedades y rivalidades

Esa dinámica socioeconómica de América latina aumentó de forma acelerada la influencia económica (comercio, inversión directa y crédito) china en la región, al tiempo que redujo la influencia económica de EE.UU., en especial en los países de América del Sur.

En el plano comercial, se verificó un fuerte aumento de las relaciones entre América latina y China. Entre 2002 y 2011, la corriente comercial (exportaciones más importaciones) entre ese país asiático y la región aumentó aproximadamente 13 veces. En este período, las exportaciones de América latina hacia China se incrementaron de U$S 6,2 billones a U$S 86,3 billones, mientras que las importaciones se multiplicaron por 127 (de U$S 0,4 billón a U$S 45,5 billones). El saldo comercial acumulado fue favorable para China en U$S 312,5 billones. Ese resultado cae a U$S 66,7 billones al excluir a México (datos del Comtrade/ONU).

En el acumulado entre 2002 y 2011, Brasil, Chile y Perú tuvieron superávits comerciales con China de U$S 22,5 billones (7% del superávit total); U$S 22,7 billones (26% del superávit total) y de U$S 3,5 billones (10% del superávit total), respectivamente. Por otro lado, la Argentina y México presentaron déficits comerciales con China en el acumulado de ese período de U$S 2,3 billones y U$S 245,8 billones (datos del Comtrade/ONU).

Además de los efectos negativos del déficit comercial para algunos países de la región, es preciso destacar que el patrón de comercio, inclusive en los países superavitarios, entre China y América latina está marcado por una relación desigual en la cual se verifican elevados superávits en favor de la región en los productos primarios y en las manufacturas intensivas en recursos naturales y crecientes déficits en los productos manufacturados (de baja, media y alta intensidad tecnológica), en especial luego de la crisis internacional, cuando China dirigió parte de sus exportaciones de manufactura de Europa y de EE.UU. para la región.

Esa mayor conexión comercial puede observarse entre 2002 y 2011 a partir del aumento acelerado de la participación de China como destino de las exportaciones (de 2,1% a 8,1%) y como origen de las importaciones (de 3,9% a 14,8%) de la región, según datos del Comtrade/ONU. Las participaciones de China en los destinos de las exportaciones totales de la Argentina, Brasil, Chile, Perú y México crecieron, en ese mismo período, de 4,2% a 7,4%; de 7% a 22,8%; de 7,8% a 15,3%, y de 0,4% a 1,7%, respectivamente. Por el lado de las importaciones también hubo una fuerte penetración de los productos chinos (en especial las manufacturas de más alta tecnología) en esos cinco países entre 2002 y 2011. Las importaciones chinas aumentaron su participación en las importaciones totales en la Argentina (de 3,7% a 13,5%), en Brasil (de 3,3% a 14,2%), en Chile (de 7,2% a 16,8%), en Perú (de 6,2% a 17,1%) y en México (de 3,7% a 15,1%).

Además de la mayor conexión en el comercio, China ha expandido de forma manifiesta la inversión en la región en la década de 2000, especialmente en la segunda mitad. Ese nuevo papel desempeñado por China no se circunscribe a la IED, ya que también incluye el proceso de fusiones y adquisiciones llevado a cabo por empresas chinas en la región y la ampliación de préstamos de bancos chinos (especialmente en China Development Bank) a firmas y gobiernos. Ahora se detalla la dinámica de esas tres dimensiones (IED, fusiones y adquisiciones y préstamos) de la inversión china.

China ha aumentado el destino de su IED en América latina, en especial hacia la Argentina, Venezuela, Brasil y Perú. El interés primordial chino se ha volcado a los recursos naturales y la energía (petróleo, cobre e hierro) para suplir su demanda interna, pero también incluyó inversiones en montaje de manufacturados, telecomunicaciones y textil.

Entre 2003 y 2011, el flujo de IED china hacia América latina creció de U$S 1 billón a U$S 11,9 billones. El valor acumulado en ese período fue de U$S 56,1 billones de los cuales U$S 53,3 billones se destinaron a centros financieros del Caribe. De los restantes U$S 2,8 billones, el 12% fue para la Argentina; el 30% para Brasil; el 2% para Chile; el 16% para Perú, y el 4% para México. En términos de la participación sectorial de la IED se verificó un aumento de las actividades vinculadas a los recursos naturales (datos de la CEPAL y del Ministerio de Comercio de China). Cabe destacar que los flujos de IED china en América latina están subestimados en virtud de que las empresas chinas enviaron sus recursos para los países de la región a partir de bases en otros países, como Hong Kong.

Las fusiones, adquisiciones e inversiones de las empresas chinas que operan en América latina totalizaron U$S 54,2 billones en el acumulado entre 2005 y 2012, representando el 14% del total mundial de las inversiones de China. De ese total, U$S 44,5 billones (82%) fueron a los cinco países seleccionados. Esas fusiones, adquisiciones e inversiones chinas en América latina se concentraron en el sector de energía (U$S 27,4 billones; 50,7% del total acumulado entre 2005 y 2012), y casi la mitad de este valor fue al segmento del petróleo (U$S 14,6 billones). Los otros sectores de actuación de las empresas chinas en América latina fueron: U$S 17,1 billones en metales; U$S 3,9 billones en agricultura; U$S 1,2 billón en finanzas; U$S 1,6 billón en el sector del transporte (automóviles), etc. Es evidente la estrategia china de garantizar el acceso a las fuentes de recursos naturales y de tratar de influir sobre el precio de los sectores basados en recursos naturales (datos de Heritage Foundation, 2013).

Cabe observar aún las inversiones de capital chino en la agricultura latinoamericana, más específicamente en la compra de propiedades rurales cultivables. Por desgracia, no hay datos sistematizados sobre la extensión de las propiedades rurales en manos de los chinos. De todos modos, ese avance en la compra de minas, áreas de explotación de petróleo y de tierras para explotación agropecuaria ha suscitado preocupaciones tanto en los sectores empresariales como gubernamentales.

Desde 2005, China pasó a ser el mayor prestador de los países de América latina, superando al Banco Mundial y al Banco Interamericano de Desarrollo. China se convirtió en una fuente adicional de financiamiento para la región, especialmente para los países con dificultades en acceder al mercado de crédito mundial. Los bancos de desarrollo chinos adoptan, por un lado, condicionantes financieros y políticos menos rigurosos que los bancos occidentales y, por otro, tienen exigencias vinculadas con sus estrategias nacionales. El caso emblemático de ese proceso fue el préstamo de U$S 10 billones que el China Development Bank concedió a Petrobrás, exigiendo como contrapartida la firma de un contrato con la estatal china Sinopec que garantiza el suministro por diez años de 150 mil barriles/día en el primer año y de 200 mil barriles/día en los años subsiguientes a precios de mercado. También exigió la compra de equipamientos chinos por un valor de U$S 3 billones.

Los préstamos concedidos por los bancos chinos a las empresas y a los gobiernos de América latina totalizaron U$S 85,4 billones en el acumulado entre 2005 y 2012. De ese total, U$S 12,1 billones se destinaron al gobierno de la Argentina para inversión en infraestructura; U$S 11,7 billones para las empresas brasileñas, siendo la mayor parte para la explotación de petróleo en el presal brasileño realizado por Petrobrás; U$S 2 billones para Perú, dirigidos principalmente a equipamiento para minería (cuadro 1).

Cuadro 1. Préstamos concedidos por los bancos chinos a las empresas y a los gobiernos de América latina
Fuente: Gallagher & Irwin & Koleski. ¿Un mejor trato? Análisis comparativo de los préstamos chinos en América latina.
Cuaderno de trabajo del CECHIMEX. Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Economía, Nº 1, 2013.

En resumen, la evolución de la inversión directa, de las fusiones y adquisiciones y de los préstamos de China en América latina demostró una fuerte expansión, en especial en las actividades basadas en los recursos naturales. Los datos no dejan duda de la relación entre esas inversiones y la estrategia china de garantizar acceso a las fuentes de recursos naturales y de reducir la volatilidad de los precios de los commodities para posibilitar tasas de crecimiento de su economía sin que haya desequilibrios macroeconómicos asociados a los precios y a los suministros de materias primas.

Los datos de comercio e inversión de América latina revelan de forma incontestable una mayor presencia china en la región que ha generado diferentes impactos (negativos o positivos) sobre determinados grupos de países de la región. El primer grupo, formado por países como Chile y Perú, recibe sólo un impacto positivo en virtud de exportar commodities (demandadas por China) y de no sufrir presión competitiva de las manufacturas chinas, ya que no poseen una estructura industrial compleja.

El segundo grupo de países, como la Argentina y Brasil, se enfrenta con una situación más compleja, ya que está beneficiado por la lotería de los commodities, mientras que recibe el impacto negativo de la presión competitiva de las manufacturas chinas, que aumentó aún más después de la crisis internacional en virtud del redireccionamiento de sus exportaciones hacia la región con la caída del consumo en EE.UU. y en Europa.

El tercer grupo está formado por los países de América Central y México que no poseen commodities exportables a China y que sufren una fuerte presión competitiva de las exportaciones chinas. México es el caso paradigmático de ese proceso, pues “posee toda su estructura productiva dirigida a EE.UU. exactamente en aquellos segmentos en los que China se muestra más competitiva”. No obstante, con el aumento de los costos salariales chinos, hay indicios de una mayor utilización de las maquiladoras mexicanas, que importan elevados volúmenes de piezas y componentes provenientes de China para reexportar a EE.UU., lo cual hace que el déficit comercial norteamericano con el país asiático sea aún mayor.

Consideraciones finales

En líneas generales, se puede afirmar que la dinámica económica de América latina a lo largo de la década de 2000 muestra el aumento del margen de maniobra de la política económica de algunos países de la región, en especial los sudamericanos atados a la dinámica china. La continuidad de ese proceso estará asociada, a partir de 2013, a menores tasas de expansión de la economía china (y, probablemente, menores precios de los commodities, presionados también por la revaluación del dólar). De todos modos, persistirá el impacto positivo de corto o mediano plazo (aunque en menor grado) en los países latinoamericanos que cuentan con la “lotería de los commodities”, propiciando una reducción de la vulnerabilidad externa, un aumento de la demanda agregada por las exportaciones y un incremento del margen de maniobra gubernamental para realizar políticas de demanda efectiva (inversión en infraestructura y transferencia de la renta). Por otro lado, esa dinámica tenderá a provocar el aumento de la vulnerabilidad externa de largo plazo, dado que crea una fuerza de atracción que “empuja” a la región hacia la reprimarización de la pauta exportadora y hacia la reducción de las dinámicas manufactureras (reducción de la participación del valor agregado de la industria de la transformación en relación con el valor agregado total).

Autorxs


Marcos Antonio Macedo Cintra:

Técnico en Planeamiento e Investigación del Instituto de Pesquisa Econômica Aplicada (Ipea).

Eduardo Costa Pinto:
Profesor adjunto del Instituto de Economía de la Universidad Federal de Río de Janeiro.