Ser mujer, maternidad, sexualidades y lactancia

Ser mujer, maternidad, sexualidades y lactancia

Existe una idealización cultural que atribuye un rol des-sexualizado a la maternidad. En este contexto se considera a la mujer como un envase, una especie de máquina suministradora de leche pura y sagrada, dejando de lado la subjetividad propia y la biografía sexual y afectiva que toda mujer lleva consigo. Para terminar con estas creencias es necesario desarrollar un nuevo paradigma donde la mujer, su sexualidad, su eros, la maternidad y su ser individual converjan holísticamente para su integración.

| Por Michelle Abigail Mostowski |

Nos proponemos hacer una lectura de la lactancia materna desde una perspectiva de género, desde una mirada de mujer que sea reflexiva y que no permita el enajenamiento respecto de su identidad en todas las dimensiones que la constituyen, entre ellas su sexualidad ya integrada.

En la concepción judeocristiana, mujer sacrosanta y sagrada (sometida) es quien concibe un hijo o hija. Derivan de esta concepción todo el comportamiento de los sistemas de creencias (represiones morales y religiosas, disciplinamientos socio-culturales) respecto de la sexualidad y la maternidad. Contrariando esta concepción, el sentido de la maternidad es mucho más que ser “madre”. Pero también es importante señalar que en esa palabra se concentra toda una psicobiografía y múltiples historias que se conjugan en el proceso ininterrumpido de la reproducción y producción de la vida.

En los procesos actuales de sociabilidad se colocan en jaque diferentes concepciones que otorgan especificidad a esa categoría social de maternidad. Entonces podemos preguntarnos qué significa y cuál es el sentido de la maternidad en tiempos contemporáneos. ¿Qué marcas y qué registros se interpelan en nuestros cuerpos, en el pensarnos futuras madres de un ser que se está gestando, se está preparando a partir de nuestras fantasías y expectativas? Y también más allá de los cuerpos propios ya que podemos ser madres/padres en lugares y posiciones no convencionales.

Sin embargo, desafortunadamente la reproducción humana continúa siendo la mayor de las veces un hecho predominantemente biológico-mecánico, es decir, producto de seres no integrados en conciencia.

A partir de estas preguntas queremos analizar algunos aspectos de la maternidad y su relación con la sexualidad. Es común confundir la categoría “ser mujer” con “ser madre”.

Entendemos a la sexualidad femenina como una categoría universal en movimiento con lo particular y el embarazo, el parto y la lactancia como categorías individuales. Así, toda mujer tiene sexualidad pero no toda mujer tiene embarazo, parto y amamantamiento. En esa dirección, se puede ser mujer, con una sexualidad comprometida y disfrutada y no atravesar por la experiencia individual de la gestación, parto y lactancia: la mujer es mujer aunque no sea madre.

Las categorías “ser mujer” y “ser madre” son construcciones subjetivas, singulares, atravesadas por cada psicobiografía, en diferentes contextos socioculturales y económicos. No existe “La Mujer” o “La Madre”: en palabras de Simone de Beauvoir, “no se nace mujer, se llega a serlo”. Asimismo, no existe “La Sexualidad Femenina”. Existen tantas sexualidades como mujeres. Existen, eso sí, los conceptos oficiales (esto es, el conjunto de modelos y mandatos que emergen de la cultura dominante) de mujer, madre y sexualidad. En este contexto (y dentro de nuestra cultura judeocristiana) el objetivo primero y último de toda mujer es cumplir con el ideal de ser madre y una buena madre disocia su sexualidad reproductiva de lo recreativo y placentero. Un ejemplo de esto es la relación entre lactancia y sexualidad.

El proceso del amamantamiento encierra complejidades y particularidades. Lejos de ser una función exclusivamente natural, por el contrario, la cultura la ha naturalizado, desatendiendo una amplia gama de vicisitudes intervinientes en dicha etapa tales como la subjetividad femenina, que atraviesan a cada mujer de un modo único, individual e irrepetible.

Se considera a la mujer como un envase, una especie de máquina suministradora de leche pura y sagrada. Se reduce entonces a la mujer a un rol estereotipado de madre. Se olvida que por detrás de esa máquina dadora existe una mujer con un cuerpo sexuado y erotizante con toda una subjetividad propia y una determinante biografía sexual y afectiva con particularidades socioculturales y económicas que finalmente otorga o no la disponibilidad para dar de mamar. Pensemos a la lactancia como una posibilidad y una elección, no como un imperativo, no como un deber hacer, al menos para aquellas mujeres cuya condición económica les permite la elección. Pero aun en aquellos casos en que lo económico no es condicionante, el mandato persiste y a menudo genera vivencias y sentimientos ambivalentes: situaciones de conflicto, de dolor, confusión y dificultad para establecer un vínculo satisfactorio entre la madre y su bebé, como consecuencia de no lograr integrar un aspecto vital como la sexo-genitalidad de la mujer a lo largo del período del amamantamiento. Esto se debe, por ejemplo, a aspectos como la disociación cuerpo-psiquismo, temores y fantasías respecto de la estética corporal (imagen y esquema corporal) y creencias populares tales como la de quedarse sin leche luego del juego amoroso, mitos que finalmente impiden a la mujer que desea y que elige amamantar el acceso a una sexualidad placentera e integradora. También existen mujeres experimentando placer y sensaciones claramente sexo-genitales en el momento preciso de dar de mamar, ocasionando fuertes sentimientos de culpa, llevando a la mujer a interrumpir la lactancia de modo temprano y definitivo. Recordemos que Eros, principio de placer, abarca la sexualidad que a su vez es más amplia que el concepto de genitalidad. La sexualidad es afectividad, potencia deseante, comunicación verbal y no verbal, sensualidad, creatividad; es decir, ese territorio corpo-subjetivo, provisto de emociones, sentidos, sensaciones que incluyen olores, sonidos, tacto, contacto, calor, arrullos, caricias, mucosas, miradas, también genitalidad y tanto más. Todo eso y más abarca la sexualidad (sexualidades) e interviene en el encuentro de una mujer y su bebé.

En algunos casos el esclarecimiento de las diferencias entre los conceptos de sexualidad y de genitalidad es suficiente para que la mujer, en su función de madre, se desculpabilice (por ejemplo el experimentar sensaciones sexo-placenteras en el acto de amamantar), mientras que en otros es necesario elaborar situaciones más complejas relacionadas con el cuerpo, la identidad y la reactualización del vínculo de la mujer con su propia madre.

Es importante, cuando se aborda el tema de la lactancia, tener presente que en esta existe una trilogía de funciones:
• Función nutricia.
• Función erógena.
• Función estética.

Nuestra cultura refuerza la disociación de estas funciones privilegiando la nutricia durante el período de lactancia, provocando desajustes y empobreciendo el vínculo de la mujer con ella misma, con su cuerpo, con su pareja (si la tiene) y con su bebé/beba. Con respecto a la función erógena, resulta difícil (e ideológicamente controvertido) hablar de sexualidad y de placer en la etapa del amamantamiento, dentro de una cultura que identifica con lo sagrado, lo puro y lo sublime el dar de mamar con “Tetas” reducidas y transformadas en pechos maternos. Es interesante saber que la hormona oxitocina, principal responsable por la liberación de la leche, es la que también se secreta durante el orgasmo femenino. Así, hay mujeres que reportan tener sensaciones orgásmicas al dar de mamar. El orgasmo en las mujeres puede ser subjetivo, no genital y vinculado al eros, al principio del placer.

Existen varones que sienten culpa por el juego sexoerótico con los pechos que amamantan, ocasionando algunas dificultades o a veces generando alguna disfunción del deseo. Todo esto provocado por la sensación de impureza ligada a la sexualidad. ¿Cómo atreverse a pensar en un aspecto de la sexualidad de la mujer que amamanta, en la que no participa el varón como protagonista, en ese espacio particular de interacción que se juega sólo entre una mujer, sus fantasías y su bebé en el acto de amamantarlo?

Indudablemente que si a la mujer se le ha vedado históricamente la posibilidad de apropiarse de su cuerpo y de su sexualidad, esto también se ha trasladado a su función de madre, impidiéndole reflexionar e interpelarse en términos de sexualidad sobre la “teta sagrada”.

Es notable cuánto se desculpabiliza la mujer cuando advierte y registra conscientemente su placer, su disfrute corporal y emocional, incluyendo sensaciones claramente localizadas. Uno de los beneficios de ese registro, cuando es placentero y gratificante, contribuye, cuando la mujer lo desea, a proseguir la lactancia. Pues uno de los motivos encontrados en la interrupción temprana de la lactancia son los fuertes sentimientos de culpa que las mujeres manifiestan ocasionados por sus vivencias sexuales asociadas exclusivamente con el aspecto genital. Esto lleva a destetar tempranamente al bebé, aduciendo dificultades de toda índole como por ejemplo: “me quedé sin leche”, “mi leche es aguada”, “el bebé no quiso más”, e innumerables mitos y creencias al respecto. Cuando hablamos de la lactancia se omite con mucha frecuencia referirse al placer de la mujer, sólo se habla del placer del niño o niña, es decir que esta vivencia que muchas veces podría ser enriquecedora queda como un hecho claramente encubierto, necesitando una actitud reflexiva y consciente por parte de la mujer para lograr adueñarse de su corporalidad y de su sexualidad placentera integrándola a su identidad. Históricamente el secuestro del derecho al placer, al ejercicio de una sexualidad libre y creativa continúa sustrayéndole a la mujer el empoderamiento de su propio ser.

Es necesario recordar la importancia estructurante, subjetivante y emocional que tiene el vínculo temprano en la díada madre hijo/hija en la constitución del psiquismo temprano. Pero parece fundamental tener claro que lo que constituye su psiquismo no es el pecho en sí mismo, sino cómo se vehiculiza el quehacer materno. Es el cómo y no el qué cosa le doy al bebé. Como se sostiene y se contiene. Es decir, todo lo que esa mujer en función de madre puede desplegar y recrear con su lenguaje analógico y preverbal, tanto de ella como el de su hijo o hija, para que este/a devenga en sujeto psíquico. Toda una labor invisibilizada y naturalizada de gran compromiso psíquico y corporal.

El amamantamiento debería ser una elección de la mujer y no un imperativo. Es un derecho de la mujer poder elegir el modo de maternar, son muchos los aspectos intervinientes en dicha función.

La lactancia es un proceso de aprendizaje y de decodificación mutua cuando no existen demasiadas interferencias desde el afuera de ese vínculo, como por ejemplo ciertas intervenciones del equipo médico a veces reproduciendo diversas violencias y mitos sustentados desde la cultura y de las propias instituciones que asisten a la díada madre-hijo/hija. Este es un proceso complejo, en el que inevitablemente intervienen también aspectos de la propia mujer, tales como su mundo emocional, su psiquismo, su corporalidad, su estética, su narcisismo y la reactualización del vínculo con su propia madre, entre otros.

Concluyendo, es necesario desarrollar un nuevo paradigma donde conscientemente la mujer, su sexualidad, su eros, la maternidad y su ser individual converjan holísticamente para su integración. Para ello es imprescindible interpelar los mandatos de una cultura habitualmente represora, que impone el imperativo de ser madre y dar de mamar sin dar lugar a otras posibles construcciones y elecciones.

Autorxs


Michelle Abigail Mostowski:

Psicóloga (U.N. de Córdoba). Psicoterapeuta. Sexóloga Clínica. Especialista en Educación Sexual. Coordinadora de la Asociación Argentina de Sexología y Educación Sexual Filial Córdoba.