Editorial: Un mundo en guerra

Editorial: Un mundo en guerra

| Por Abraham Leonardo Gak |

Para cualquier persona en cualquier parte del mundo, no pasa inadvertida la conflictividad armada. Si bien hace ya años que no se registran enfrentamientos bélicos entre Estados, aquellos que podríamos agrupar bajo el concepto de guerra convencional, las guerras como tales no han desaparecido. Con mayor presencia en el norte de África y Oriente Medio, las disputas resueltas en enfrentamientos armados siguen estando a la orden del día.

Ya no se trata, como dijimos, de enfrentamientos entre Estados, la norma ahora parece ser el enfrentamiento entre grupos poblacionales con diferencias religiosas, étnicas o culturales. Estos enfrentamientos, librados por lo general entre grupos irregulares y ejércitos regulares estatales, muchas veces involucran a más de un país o una región. Como ejemplo alcanza con acercarse al conflicto que hoy tiene en vilo al mundo: la aparición en los últimos años, y con un nivel de violencia extrema, del Estado Islámico (EI).

Estos enfrentamientos de nuevo tipo son los que explican a su vez los cambios acontecidos en los últimos años en el mercado de armamentos, cuando los países mencionados líneas más arriba (del norte de África y Oriente Medio) se convirtieron en los principales compradores detrás de China e India. También es este mercado (el de la industria armamentística) el que explica la presencia constante de las fuerzas armadas estadounidenses en los puntos más calientes del planeta.

Por su parte, nuestra región no está exenta de esta problemática. Si bien desde hace años se puede decir que vivimos en una zona de paz y cooperación, perduran conflictos de menor intensidad en los cuales las armas siguen estando presentes, como los que involucran a las guerrillas de Colombia, y las disputas fronterizas entre ese país y su vecino Venezuela. También existen otras controversias en América del Sur, pero estas se encaminan por la vía diplomática, como el reclamo boliviano por una salida al mar o la restitución de soberanía sobre las Islas Malvinas reclamada por nuestro país.

Todo esto sucede al mismo tiempo que vuelve a cobrar impulso la discusión acerca del involucramiento de las fuerzas armadas en problemas de seguridad interior. Una discusión que parecía saldada en este siglo, pero que hoy vuelve a estar presente en discursos y políticas en distintos países de América latina impulsada, fomentada por la potencia hegemónica del Norte, y justificada por amenazas como el terrorismo, el narcotráfico y la trata de personas.

Además de todo esto, y pensando un poco más a futuro, nuestra región puede verse involucrada en las próximas décadas en conflictos armados de nuevo tipo, esta vez en una disputa por la posesión y usufructo de los bienes de la naturaleza. La región es una de las más ricas del mundo en recursos naturales no renovables (minerales e hidrocarburos), biodiversidad y agua dulce, lo que la vuelve un botín codiciado, sobre todo por los países más desarrollados que son quienes menos reservas tienen y más altos niveles de consumo registran.

Capítulo aparte merece el desarrollo tecnológico, que corre día a día las fronteras en lo que refiere a armamentos y nuevos elementos para la guerra, ya no únicamente con la utilización de drones, sino también con el involucramiento de especialistas en ciberseguridad y ciberdefensa.

Más allá de este escenario de conflicto permanente, lo que no debemos dejar de observar es que la guerra, en cualquiera de sus variantes, tiene múltiples consecuencias; entre ellas, las que deben pagar las poblaciones civiles, sobre todo los sectores más vulnerables, que son asesinados o se ven obligados a dejar todo –sus pertenencias, su historia, su cultura y sus afectos– escapando de una muerte segura, pero huyendo sin un destino fijo en la búsqueda de un lugar donde empezar de nuevo.

Estas migraciones, de una magnitud mayor en los últimos años, obligan a las economías más desarrolladas, que se ven desbordadas en sus capacidades, a plantear soluciones para resolver estas situaciones con el lamentable peligro de un recrudecimiento de los peores discursos, las peores prácticas y las más brutales ideologías.

En esta situación, es la civilización occidental la que vuelve a estar en medio del debate. De todos dependerá, entonces, buscar una solución a la dramática situación descrita, de la que todos somos o podemos ser víctimas, y lograr que la política reemplace la utilización de las armas para dirimir los conflictos y terminar con el hambre de amplios sectores de la población mundial.

Autorxs


Abraham Leonardo Gak:

Director de Voces en el Fénix.