Un tiempo nuevo: La lucha por la tierra en el proyecto popular

Un tiempo nuevo: La lucha por la tierra en el proyecto popular

No será una lucha fácil, pero como parte de la profundización de la justicia social, la distribución de la tierra será puesta en discusión, con fuertes resistencias de los sectores de acumulación económica.

| Por Andrea Castaño* y José Rocha** |

La política del pueblo se plasma en una forma de entender y mirar el país. Hoy hablamos del proyecto nacional, popular, latinoamericano, del modelo de inclusión y justicia social.

La política del antipueblo se plasmó sobre la base de la ideología liberal: el proyecto oligárquico y de concentración y acumulación de poder y riquezas.

La tierra no fue ajena a esta lucha entre modelos antagónicos. Más bien fue emblema de ambos en tanto uno buscaba liberarla y ponerla al servicio del bien común y el otro secuestrarla y alambrarla al servicio de los intereses de una minoría. El proyecto popular y el proyecto liberal de país pueden vislumbrarse ya desde el mismo mayo de 1810. Referentes y estrategias cambian a través del tiempo pero en el fondo son expresiones de los dos modelos: unitarios versus federales; interior versus el puerto de Buenos Aires; nacionalismo versus extranjerización; peronistas versus antiperonistas, dictaduras versus gobiernos populares, inclusión versus exclusión, etc.

En esta contienda nacional, la lucha por la tierra tiene mucho que decir, ya que quien fue dueño de la tierra, fue dueño del poder en la Argentina.

La tierra tiene historia

Los pueblos originarios que ocuparon esta región eran cazadores y recolectores y estaban íntimamente ligados a la tierra, proveedora de alimentos. Se trasladaban en busca de comida y buscando mejores climas. Así, fueron llegando en distintas migraciones desde el norte de América los guaraníes, al este, los calchaquíes al oeste y los tehuelches desde el sur. Con el tiempo, algunos pueblos se fueron asentando y formaron las primeras comunidades, sobre todo en el norte de nuestro país, donde llegó a tener presencia el imperio Inca. En Buenos Aires se asentaron los pampas, ranqueles y querandíes, pueblos que lucharon contra los españoles a su llegada.

Tan natural era su relación con la tierra, que la Pachamama estaba dentro de sus dioses más importantes. La tierra no tenía dueño ni estaba apropiada. Era un bien común. Se la usaba para la agricultura o la cría de animales y se mudaban siempre antes de agotar el suelo.

Con la conquista española, se impone la propiedad privada. Para fomentar la institución del “adelantazgo”, la Corona otorgaba “mercedes reales” (títulos de propiedad). Esto da origen a los latifundios, mal endémico de distribución de la tierra en nuestro país.

La colonización se realizó a través de la construcción de ciudades que debían tener algunos requisitos:
1. Situarse en lugar de fácil defensa.
2. Tener agua cerca.
3. Comunidades aborígenes sometidas cerca que prestaran su mano de obra.

La forma de planificación de las ciudades era la de los antiguos romanos (cuadrícula). Con una plaza central donde estaba el fuerte y el gobierno y la Iglesia.

Se repartía tierra otorgándole a cada colono media manzana para la construcción de la casa y una o dos manzanas para agricultura y/o ganadería en la periferia de la ciudad. Así nacieron Salta, Santiago del Estero, Tucumán, Córdoba, etc. No obstante, la resistencia aborigen continuó hasta 1880 y gran parte del territorio se encontraba en poder de los pueblos originarios.

El primer argentino que se ocupó del problema de la distribución de la Tierra en nuestro país es… uruguayo. José Gervasio de Artigas representa al sector popular de la Revolución de Mayo y en 1814 lanza la primera reforma agraria en América que se podía sintetizar en la frase “Tierra para todo el que la trabaje”, otorgándoles tierras a gauchos, negros, mulatos e indios sin otro requisito que las hicieran producir. Se opone a Buenos Aires que en este tema tiene como exponente a Bernardino Rivadavia, quien toma un crédito de un millón de libras esterlinas de Inglaterra y como garantía pone toda la tierra del Estado. Esto trajo aparejado la no población del país por la imposibilidad de arraigarse, ya que Rivadavia otorga la tierra en enfiteusis (préstamo de uso con un canon o alquiler en contraprestación). Pocos accedieron a las tierras: sólo los amigos del poder, que luego se quedaron con ellas, consolidando los grandes latifundios que aún hoy padecemos.

Luego de dictada la Constitución nacional, nuestros gobernantes trazaron los lineamientos generales del país para relacionarnos con el mundo. El Imperio Británico le otorgó a la Argentina el rol de país exportador de materias primas (carnes y cereales en general), dependiendo del Imperio para todo lo demás. Para que la Argentina cumpliera con su papel internacional debía tener acceso a toda la tierra que estaba en poder de los aborígenes, por eso se ideó la llamada Conquista del Desierto, que se constituyó en el primer genocidio sufrido por nuestro país. El reparto de la tierra “ganada” a los aborígenes se realizó entre los militares participantes, los comerciantes que solventaron la campaña y los especuladores que compraban la tierra que les correspondía a los soldados. Resultado: la tierra no se incorporó a la producción y se crearon grandes latifundios especulativos.

Arrasadas las últimas resistencias aborígenes, faltaba poblar inmensos territorios. Entonces, Domingo Sarmiento, Bartolomé Mitre y Julio Argentino Roca sostenían que había que traer población europea para desarrollar el país. Entre 1890 y 1930 ingresaron al país 6 millones de personas, mayormente europeos. Trataron de ir a trabajar la tierra, pero como la tierra ya tenía dueño, volvieron a las grandes ciudades para trabajar en frigoríficos, saladeros, algunas fábricas y en el área de servicios del Estado (correo, ferrocarril, etc.).

Luego de la epidemia de fiebre amarilla que sufrió Buenos Aires, las familias más ricas se trasladaron al norte de la ciudad y en el sur quedaron grandes casonas deshabitadas: este es el origen de los conventillos de la Boca, Barracas, Dock Sud. También se asentaban precariamente en tierras del Estado en casillas dando origen a las villas de emergencia.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Europa ya no podía proveernos de los bienes que antes le comprábamos. Se inició entonces, con los gobiernos de Juan Domingo Perón, un proceso de industrialización, de sustitución de importaciones y se empezó a fabricar en el país. Lo que más se precisaba eran obreros: los inmigrantes que habían venido de Europa, aquellos que venían del campo e incluso trabajadores de países limítrofes crearon la megaciudad que hoy es Buenos Aires y su conurbano.

Al principio llegaban y paraban en la villa, lograban comprar un lote y trabajaban en la semana y los fines de semana construían su casa. Cuando la terminaban se mudaban y abandonaban la villa. La época del peronismo fue la última vez que los trabajadores estuvieron incluidos en el mercado inmobiliario.

Las distintas dictaduras militares van produciendo crisis económicas que hacen perder al trabajador su poder adquisitivo y los obreros ya no están de “paso” por las villas: se quedan definitivamente. Asimismo, crecen en forma exponencial las dimensiones de estos asentamientos.

En paralelo, se toma la decisión de que los pobres y villeros no pueden vivir más en la ciudad (Capital Federal) y en los ’70 se lanza el plan de erradicación de villas que implicó desalojos compulsivos que depositaron a los pobres en el conurbano). Para colmo, por ley en la provincia de Buenos Aires se prohíben los loteos sin infraestructura (ley 8.912/77 sobre uso del suelo). Las inversiones se vuelcan a la producción de barrios cerrados y cementerios privados y dejan definitivamente afuera del mercado inmobiliario a la población trabajadora.

Para los años ’80, generaciones enteras no tenían lugar donde vivir. El primer hijo al fondo del lote de los padres, el segundo edifica arriba, y para el tercero ya no había lugar. Surgen así los asentamientos. Gran parte sobre tierras privadas, generalmente abandonadas, sin ningún uso.

A diferencia de la villa que era pensada como lugar provisorio, los asentamientos desde el principio fueron organizados: se marcaban las continuaciones de las calles, se marcaban lotes, se dejaba lugar para la plaza, el salón de usos múltiples. Esto demostró que pese a que el Estado no estaba presente, el pueblo organizado busca soluciones ante la necesidad, ante el derecho negado.

Si bien hoy estamos ante la presencia activa del Estado en materia de políticas de vivienda, luego de la crisis del 2001 más del 60 por ciento de la población está excluida del mercado inmobiliario y no puede acceder al lote y la vivienda.

Queda mucho por hacer

Numerosos actores sociales, entre ellos Madre Tierra y organizaciones barriales, impulsan cambios legislativos que ayuden a incluir la mayor cantidad de conciudadanos en el acceso a la tierra. Estas propuestas y estas luchas están basadas sobre convicciones profundas, que responden al proyecto nacional y popular de país:
1. El derecho a la ciudad de todos y todas.
2. El derecho a un lote y a la vivienda.
3. El derecho a la gestión participativa (ser protagonistas y no beneficiarios de las políticas públicas).
4. La concepción de la tierra como bien no renovable con función social.
5. La intervención del Estado para regular el mercado del suelo.

Como organización participamos en dos espacios que proponen cambios en la legislación para actualizar la normativa que hay en la materia:
• Habitar Argentina, el espacio multisectorial en el legislativo nacional donde se proponen reformas a la legislación vigente en temáticas fundamentales: ordenamiento y planificación territorial, regularización dominial, desalojos y alquileres, vivienda, infraestructura y servicios. En algunas de estas comisiones se ha terminado de consensuar proyectos de leyes que serán presentados en el Congreso.
• En una Mesa de Trabajo provincial conjuntamente con el Foro de Organizaciones de Tierra, Infraestructura y Vivienda de la Provincia de Buenos Aires (FOTIVBA), desarrollando programas y operatorias con la Subsecretaría de Tierras, el Instituto provincial de la Vivienda, la Subsecretaría de Planificación territorial y otros organismos. E impulsando una nueva ley de hábitat para la provincia.

Esperanza y desafío

Así, tal vez podamos caracterizar este tiempo.

Esperanza porque vemos como cotidianamente el pueblo sigue haciendo suya la ciudad, cómo fue y va construyendo política popular desde el asentamiento, desde los trámites de regularización, desde el mejoramiento de viviendas a través de fondos rotativos y solidarios de créditos, desde la participación en los centros comunitarios, desde miles de experiencias creativas y novedosas.

Desafío en que estas luchas confluyan y sigan reflejándose y haciéndose parte del gobierno que empezó a recuperar el país desde el 2003. Desafío a la militancia cotidiana en todos los campos y sectores para sostener, consolidar, mejorar y profundizar el proyecto nacional y popular.

La Tierra sigue queriendo ser liberada, ser de todas y todos para el arraigo y la vida. A la altura de las circunstancias, como pueblo, todas y todos, entonces, estaremos dando la batalla (cultural, ideológica, cotidiana), sabedores de que la única manera es hacerlo colectivamente. Porque, haciendo nuestro el pensamiento del genial historietista y militante desaparecido Héctor Germán Oesterheld, el único héroe es el héroe colectivo.





* Trabajadora social, Asociación Civil Madre Tierra.
** Abogado, Asociación Civil Madre Tierra.