Políticas de formación docente en Córdoba: desafíos y apuestas en el presente
Con una intensa vida educativa, la provincia mediterránea tiene una rica historia en cuanto a instituciones formadoras. Es necesario potenciar el diálogo y la sinergia entre ellas, retomando lo mejor de estas tradiciones para asumir los nuevos retos que implica el futuro.
Trabajo como docente en el sistema formador de la provincia de Córdoba, hace minutos salgo de un foro que se desarrolla en una sala de profesores de un aula virtual. Participo allí con otras/os colegas profesores-tutores a cargo de las clases de cinco aulas virtuales en las que estudian docentes de la Ciudad de Córdoba, Río Cuarto, Villa María. Están cursando un módulo que es parte de una carrera que les dará el título de profesor/a para la enseñanza de una disciplina específica en el nivel superior.
Quiero compartir con ustedes “algo” que pasó en el foro, creo que logra condensar la cuestión central que aquí nos ocupa: algunos de los desafíos y las apuestas de la formación docente cordobesa en el presente.
Permítanme, antes, unas breves aclaraciones de contexto.
En el foro virtual de la sala de profesores participa el plantel completo que trabaja en el módulo. Para dar cuenta de la complejidad de este plantel, describo brevemente su conformación. El equipo docente de la carrera está integrado por: una profesora que coordina el armado de la carrera, responsable de la construcción del “plan de estudios” (en diálogo constante y sostenido con la dirección del ISEP –Instituto Superior de Estudios Pedagógicos, Ministerio de Educación de la Provincia de Córdoba–); una profesora que orienta y monitorea desde la perspectiva académica (en diálogo constante y sostenido con la secretaría académica del ISEP); los profesores-responsables de contenidos (RC); un equipo que acompaña el proceso de producción de materiales y de las clases de cada módulo (integrado por didactizadores, maquetadores, correctores de estilo, diseñadores) y un equipo de gestión de cursada que, junto a un/a coordinador/a, orienta y apoya a los profesores tutores en lo que refiere al proceso de gestión de las clases.
El foro permanece abierto mientras se desarrollan las clases. Somos doce profesores quienes tenemos la posibilidad de dialogar allí a lo largo del período en el que se cursa el módulo. Personalmente participo porque he escrito las clases de este módulo, y ahora trabajo como profesora-responsable de contenidos (RC).
Lo que quiero compartir aquí con ustedes es un fragmento de una actividad que propuso una colega, una de las profesoras-tutoras que está a cargo de un aula.
Los cursantes (que son colegas docentes) se encuentran con Silvia, la profesora-tutora en el aula virtual (a cualquier hora, todos los días: esa es la posibilidad) y en el aula presencial (aquí las posibilidades son más acotadas: fijan un día, un horario que se acuerda con el instituto de formación docente-IFD en el que se cursa la carrera).
Como los docentes/cursantes están estudiando sobre la formación docente en la provincia, la profesora-tutora les pidió que llevaran al encuentro presencial un objeto que les permitiera “hablar” de su vínculo con la docencia. Después, en el foro de la sala de profesores, cuenta a los otros docentes del módulo (entre los que me encuentro) cómo pensó la actividad, lo que va a hacer en “el presencial”. Ahí es donde la leo; leo también a los otros profesores-tutores de otras aulas que comparten también las actividades que están pensando para sus respectivos presenciales. Leo también los comentarios, las sugerencias que se hacen. Mientras lo hago, pienso en la cátedra de la universidad en la que doy clases (también sobre formación docente) hace más de 10 años…
Pienso en cómo se ejerce la docencia cuando la modalidad de la formación es combinada y se desarrolla en aulas presenciales y virtuales. ¿Qué cambia? ¿Qué nuevo escenario es este? ¿Cómo es “dar clase” en este nuevo tiempo y espacio de estudio? Cuando leer y escribir al colega se vuelve una práctica cotidiana del quehacer docente: ¿qué cambios se producen en el oficio docente? Cuando comienza a ser una práctica habitual compartir la actividad que se ha planificado, justificarla para los colegas, exponerla para que los pares puedan sugerir mejoras sobre ella: ¿qué se modifica en el oficio de enseñar? ¿Estamos saliendo de aquel paradigma “cada maestrito con su librito”?
Otros desafíos, otra apuesta.
Desde luego, más allá de las respuestas provisionales que podamos arriesgar, el nuevo escenario (que combina aulas virtuales y presenciales) en el que los docentes trabajamos nos obliga a revisar los procesos de la formación docente. No es solo cuestión de asincronía en el intercambio. Este nuevo escenario conlleva un cuidado extraordinario de la palabra del otro y también de la propia; la comunicación es por escrito; se lee y se escribe para conversar con los colegas y con los estudiantes. Las palabras en el aula virtual se fijan, permanecen ahí para volver a ser revisadas por unos y otros, una y cada vez que sea necesario. Una práctica que obliga a demorar el decir, obliga a pensar varias veces lo que se va a transmitir, hay que hacer el esfuerzo de acomodarlo a la escritura y como se trata de un ámbito de “formación” no se trata de una conversación en la que se intercambian opiniones sino saberes. Es decir, en estos foros se conversa, se intercambia por escrito con argumentos, lecturas, estudios que son propios del ámbito académico. Es en otro tiempo, otro ritmo, pienso en la forma que adopta la “escucha” y la escucha entre pares en este entorno ¿Se trata de otra práctica? ¿Es otra “forma” de ejercer la docencia? Un desafío que el sistema formador en la provincia considera ineludible.
Volvamos al foro. Silvia comparte en la sala de profesores del aula virtual, con los colegas de su equipo docente, la consigna de la actividad que propuso a sus estudiantes el día que se encontraron en el aula presencial.
Buen domingo compañerxs, reporte sobre el presencial de ayer.
Les había solicitado con anticipación que llevaran un objeto con el que se identificaran o quisieran describir su involucramiento con la educación.
a) Se presentaron uno a uno, contando por qué habían elegido el objeto y describiendo su vínculo con la educación. Aparecieron relatos de infancia, detalles, momentos emotivos, determinaciones, azares.
Registré por escrito todo el relato de la presentación.
Luego comparte su registro, resumido. Lo presenta así:
Finalmente y como cierre, leímos la poesía colectiva que construyeron sus relatos:
Soy Gabriel de Córdoba, Entre Ríos, Cruz del Eje, mi vida es viajando. Estudié bioquímica, vivo entre laboratorios, físicos y matemáticos, mi vida es viajando.
Elijo un avioncito de papel, me lleva a la primaria, volaba, lo tirábamos, volaba.
Me llamo Marisa, soy profe de Matemáticas, traigo lápiz y goma para corregirnos, siempre. La profe de 4º año me marcó, decía “pueden crecer”, fue la señal, sencilla, anciana, paciente… corregirnos, siempre.
Soy Lorena, profe de Matemática. Traje una tiza, amaba la tiza, llegó el fibrón y bueno…
Soy Miguel de Monte Cristo, egresé del Copérnico, recuerdo a la Señorita Hilda del primario, su calidez. Traje mis reglas técnicas, las tengo. Son las elecciones que hice.
Soy Sandra, vivo en Villa Quilino, soy bióloga… También traje la cartuchera, con todo lo que hay adentro puedo crear.
Viene conmigo la maestra Miriam, me dio el amor por la ciencia, toda ella, su saber y su luz… y nunca con guardapolvo.
Soy Gaby de Capilla, soy la vieja de música, del plan histórico, soy pianista.
Traje una maraca, siempre la música ayuda. Estoy en varios niveles, lucho por la idea del docente músico… siempre, la música ayuda.
Soy Victoria de Deán Funes, profe de biología y de primaria, vine a trabajar a Córdoba en Villa del Libertador, volví. Traje una cartuchera, siempre está conmigo y todo está ahí.
Soy Claudia, socióloga, doy las materias, nuestras generaciones abrieron sus cabezas con los libros. Traje uno de Marx.
Soy de La Pampa, estudié en Mendoza, en los pueblos la vida está naturalizada… hasta que leemos…
Soy Soledad la vieja de Lengua, años en la docencia, en Villa del Libertador hoy, puse mucho el cuerpo y es un duelo dejarlo cada vez… pero quiero morirme dando clases. Traje el libro de Tom Sawyer, fue una señal, leer, me siento bendecida en cada aula que entro.
Soy Fernanda, profe de Inicial, traería a mi mamá dando clases en Río Gallegos, iba con lluvia y viento, nos llevaba a los té canasta, a los desfiles.
Traería el bolsillo de cualquier guardapolvo. Todo está ahí, pañuelos, galletas, maracas… todo está ahí.
Soy Claudia Vanzetti, comunicadora. Estoy más cerca del arpa que de la guitarra.
Siempre trabajé desde la Lengua. Traje regalos de los alumnos, es el vínculo, la carpetita pintada a mano…
Soy Mateo, sicólogo, profe de la UPC, elegí un anotador, acompañó siempre mis trayectos. Las revelaciones, las anotaciones, mi bitácora…
Fue un encuentro hermoso, gracias por habilitarlo.
Silvia K.
Silvia comparte en el foro de la sala de profesores del aula virtual lo que pasa en el aula del presencial. Insisto en subrayar lo del aula virtual y presencial por lo inédito de la situación sobre la que es posible reflexionar cuando afirma: “Finalmente y como cierre, leímos la poesía colectiva que construyeron sus relatos”. ¿Dónde ocurrió “la poesía”, en la presencial o en el aula virtual?
Vuelvo a leerla y pienso cuánto ofrece a sus colegas, entre los que me encuentro, lo que comparte Silvia.
¿Qué nos cuenta “su poesía” de los desafíos y las apuestas de la formación docente en la provincia?
Nos cuenta de la heterogeneidad y la diversificación institucional que se reconoce en el sistema formador. En Córdoba, como en el resto del país, las políticas de formación docente se fueron configurando al calor de las coyunturas históricas, debates y desafíos que marcaron un devenir singular en la provincia y aparecen en el texto metafórico y poético que Silvia comparte. Pero también aparece otra cosa, que nos es común a los docentes (aunque no hayamos estudiado en Córdoba).
¿Cuánto y cómo opera en el presente la señorita Nora, la Hilda, la vieja de música; la primaria, “la negra candombera”; los libros (de Marx a Tom Sawyer), el pizarrón, la cartuchera, la tiza… la tiza frente al fibrón ¿y frente a las pantallas digitales?
¿Cómo, qué de la herencia recibida, las políticas de formación docente han de conservar, y a su vez, qué, cómo necesariamente tienen que renovar?
En los últimos años, más precisamente a partir de la sanción de Ley de Educación Nacional (26.206) y de la Ley de Educación de la Provincia de Córdoba (9870/10), la formación docente cuenta con una Dirección General de Educación Superior (DGES). Con la creación de la DGES, en el año 2008, la producción de normativa específica que legisla para el nivel, la configuración de equipos técnicos y la producción de nuevos diseños curriculares provinciales para la formación docente (entre otras políticas específicas para el nivel) se revitaliza la formación docente inicial (FDI) y recupera centralidad en la política educativa de la provincia. A partir del año 2016, con la creación del Instituto Superior de Estudios Pedagógicos (ISEP), se pone énfasis en la formación docente continua (FDC), que se pretende en diálogo con la formación docente inicial. Por ello, el ISEP y los Institutos de Formación Docente se proyectan asociados; por ello se nombran equipos especialmente dedicados a trabajar en esa “asociación” actualmente en desarrollo.
En los tiempos que vivimos, de “humanidad aumentada” (al decir de Sadín, 2017) en los que el algoritmo puede orientar las decisiones que tanto las personas como las instituciones asumen, las políticas educativas y en particular las de formación docente vuelven a cobrar envergadura en el panorama social. Desde nuestra perspectiva la escuela, como cuestión pública, es el lugar en el que la igualdad, la libertad y la vida en democracia tienen la posibilidad de constituirse en experiencia ciudadana. La escuela es el lugar en el que se distribuye la cultura, se reparte lo sensible –diríamos con Ranciere (2014)– y se vuelve común aquello que podría reservarse a unos pocos. Contra esa restricción está la escuela; a la que hoy todos los niños/as y jóvenes tienen acceso. Pero sabemos que esta conquista no es suficiente, hace falta que acontezca la transmisión, que se distribuya el saber, que niños y jóvenes logren apropiarse de la cultura, hacerla propia. Para ello, la formación docente históricamente y quizás hoy más que nunca demanda atención de las políticas. Por eso digo bien, hoy vuelven a cobrar envergadura porque desde los orígenes del sistema formador la tuvieron, en el país y particularmente en Córdoba. El escenario educativo de la provincia registra acontecimientos históricos que marcan el devenir en el que hoy discutimos.
En los comienzos…
La Universidad Nacional de Córdoba, impulsada en 1613 por el obispo Juan Fernando Trejo y Sanabria, y el actual Colegio Monserrat –el Real Colegio Convictorio de Nuestra Señora de Monserrat– fundado en 1687 son instituciones educativas paradigmáticas en la educación de la provincia. También lo son en lo que refiere específicamente a la formación docente, ya que los primeros “profesores” serán los egresados de estas instituciones. Y lo serán por muchos años, hasta entrado el siglo XX, cuando comienzan a crearse los primeros seminarios, cursos e institutos que forman específicamente para la enseñanza en la escuela secundaria.
Para el caso de las maestras, según Aguiar (2004), en Córdoba se crea, en 1878, la primera Escuela Normal Estatal con escuela primaria anexa para prácticas hasta tanto las autoridades nacionales cumplieran con la Escuela Normal Nacional prometida para la capital de la provincia. Esta Escuela Graduada de Maestras funcionará en el edificio de la actual Universidad de Derecho, seis años antes de la Ley 1.420. Será clausurada en vísperas de la apertura de la Escuela Normal Nacional de Maestras de Córdoba, que se puso en marcha en junio de 1884. En 1931 finalmente pasó a llamarse Escuela Normal Superior Doctor Alejandro Carbó.
Diez años después, en 1941, cobra relevancia por lo que representa en la historia de la formación docente de la provincia –una alternativa pedagógica “profundamente disruptiva del orden educativo dominante” (Foglino, 2005: 92)– la creación del actual Instituto Superior Agustín Garzón Agulla, fundado por Antonio Sobral y Saúl Taborda.
En 1967 –anticipándose al decreto que en 1969 pasará la formación docente al nivel terciario– se crea el Centro de Educación de Córdoba –hoy Instituto Superior Leguizamón– que extiende la formación de maestros del nivel secundario al superior.
Córdoba históricamente tiene una intensa vida educativa, es una de las primeras provincias en declarar la instrucción primaria como obligatoria (en 1884, en la Ley Provincial Nº 969); en 1896 sanciona la primera Ley de Educación Común de la provincia Nº 1426. La historiografía local cuenta que es cuna del nacionalismo católico (Roitemburd, 2000; Foglino, 2005), un sector que pujará a lo largo de la historia por mantener el control de los espacios educativos. Se dice que, por un lado, operaba trabando las iniciativas del Estado (nacional y provincial) y por otro expandiendo las instituciones de formación docente bajo la égida de la Iglesia Católica y el amparo de la Ley de Educación Privada (Nº 934) promulgada en 1878.
Las políticas educativas en la provincia se desarrollan en el marco de tensiones y debates que tienen largo recorrido y persisten hasta el presente: educación religiosa vs. laica, la lucha por la autonomía del Estado provincial frente al poder del Estado nacional y la relación distante de la universidad nacional (UNC) con el sistema educativo provincial.
En 2007 se crea, además, la Universidad Provincial de Córdoba (UPC), aunque comienza a funcionar hace pocos años (en 2013) tiene actualmente más de 12.000 estudiantes distribuidos en 22 carreras (10 son licenciaturas, 10 tecnicaturas y 2 profesorados). En la UPC se destaca la presencia de institutos superiores de formación docente preexistentes a la misma, de larga vida y profundo arraigo en el escenario provincial.
Desafíos y apuestas en el presente
La poesía que nos compartiera Silvia deja ver cómo los docentes de la provincia portan esta historia y cómo se entreteje con los problemas del presente. Los profesores provienen de diferentes instituciones formadoras: institutos superiores (públicos o privados; provinciales o de otras provincias); universidades (públicas: la UNC, la UPC, la de Villa María, la de Río Cuarto; o privadas –religiosas, como la Universidad Católica o laicas como la Pascal, la Siglo XXI…–). En este artículo no se ha abordado el análisis de las propuestas de formación de las diferentes instituciones, pero las tradiciones a las que adscriben dejan inferir importantes diferencias.
En este sentido, el diálogo entre las instituciones formadoras constituye uno de los principales desafíos en el presente. La construcción de acuerdos, la sinergia de los esfuerzos institucionales tiene que potenciar las posibilidades del sistema formador en la provincia.
La DGES ha asumido para esta etapa el objetivo de esta construcción, en lo que refiere a la FI como a la FDC que se desarrollada en el marco del ISEP (se anexa al final de la nota algunos datos de la provincia).
Numerosas acciones conjuntas de los institutos con las universidades son un primer paso. Sin embargo, es trabajo aún incipiente.
De igual modo resultan las acciones conjuntas con las escuelas para las que el nivel superior forma. Especialmente en lo que refiere a FDC, el desafío es desmantelar versiones que la ubican en lo remedial (cubriendo las vacancias de la FDI) para restituirle el sentido que tiene, de “continuidad”; actualización, profundización de contenidos disciplinares, didácticos y pedagógicos. En este sentido, el vínculo del ISEP, los IFD y las escuelas es central; es de ese diálogo que surge el recorrido de la FDC. Construir este vínculo, el hacer conjunto de estas instituciones, supone recuperar enunciados históricos que marcan los horizontes de una formación docente atenta a las necesidades del sistema educativo (dicho con claridad: no es nuevo lo que estamos diciendo, por el contrario, estamos reconociendo lo que se viene señalando desde hace tiempo). Es una apuesta, también una esperanza. Esperamos dar señales de una política de formación docente que reconoce y valora el lugar de la docencia como un ámbito en el que se produce y transmite un saber específico.
En este sentido, se resignifica también el lugar docente en cuanto se admite el dominio de un saber –que como en cualquier otro campo del conocimiento– tiene que renovarse para avanzar. Más aún, entrado el siglo XXI, cuando contamos con numerosos estudios a que muestran cuáles son las deudas pendientes o los asuntos sobre los que es necesario seguir trabajando. Entre otros: el lugar de las prácticas en la FD; la relación de la enseñanza con la digitalización de la cultura, la carrera docente y los nuevos lugares que es necesario re-crear; la incorporación de la enseñanza de nuevas disciplinas como la informática; la insistencia en la potencia de la interdisciplinariedad; la íntima relación que tienen la pedagogía y la cultura. Incorporar la lectura de experiencias pedagógicas, de estadísticas, de datos que contribuyan al análisis y la toma de decisiones en el quehacer educativo. Son estos los principales desafíos que la política educativa del nivel superior en la provincia afronta y sobre los que se está trabajando (para más información puede consultar www.dges-cba.edu.ar).
La apuesta está en la poesía que Silvia nos comparte. En las cartucheras, en los bolsillos de los guardapolvos, en los libros… en “eso” que produjo una transmisión. Leo allí lo que dice Meirieu, hay algo en común que tenemos todos los que enseñamos, más allá del nivel, de la materia que enseñemos, hay algo misterioso y extraordinario que nos encuentra aquí.
Autorxs
Adriana Fontana:
Profesora para la Enseñanza Primaria (Normal 4). Licenciada en Ciencias de la Educación (UBA). Magister en Diseño y Gestión de Programas Sociales (FLACSO). Actualmente es directora del ISEP y profesora en la UBA y el IIPE.