Políticas de ciencia, tecnología e innovación para el desarrollo con inclusión social

Políticas de ciencia, tecnología e innovación para el desarrollo con inclusión social

Tras años de ser relegadas, la ciencia y la tecnología están nuevamente en el centro del modelo productivo. El desafío es lograr un desarrollo con inclusión social, ambientalmente responsable y que dé respuesta a las necesidades, expectativas y demandas de la sociedad.

| Por Ruth Ladenheim* |

Según una estimación de las Naciones Unidas, el planeta contará con más de nueve mil millones de habitantes para el año 2050, a los que habrá que proveer de alimentos, acceso al agua potable, servicios de salud, transporte, vivienda y energía, entre otros. Al mismo tiempo, la Tierra manifiesta alteraciones en gran parte de sus ecosistemas en general y en los cursos de agua dulce, suelos, costas y humedales en particular. Desde una perspectiva global, la escasez y la inequitativa distribución de los recursos existentes a nivel mundial dejan en claro que es preciso generar nuevas alternativas ambientalmente sostenibles para pensar el crecimiento económico y el desarrollo social. Desde una perspectiva nacional y regional, estos objetivos deben integrarse a la necesidad de avanzar en la construcción de un modelo de desarrollo que además ponga en un primer plano la reorientación del perfil productivo a partir del uso intensivo del conocimiento, el uso ambientalmente responsable de los recursos naturales, la creación de puestos de trabajo calificados y la inclusión social. Se trata de enormes desafíos que requieren respuestas innovadoras y creativas que demandan el desarrollo de nuevas tecnologías para, por ejemplo, poder sustituir las fuentes de energía fósil o constituir nuevas cadenas de valor sustentables, a la vez que reducir la tendencia al hiperconsumo que genera enormes cantidades de residuos de todo tipo estimulando el agotamiento de los recursos naturales.

El conocimiento resulta un factor estratégico para poder enfrentar estas problemáticas: la búsqueda de tecnologías más eficientes para el aprovechamiento de la energía solar; la investigación acerca de las propiedades de la materia a nano escala y su aprovechamiento con las nanotecnologías; la materia viva como yacimiento infinito de innovaciones gracias a las aplicaciones de la biotecnología; el desarrollo de bio-refinerías; nuevas generaciones de fármacos; nuevos modos de transporte y propulsión, son algunos ejemplos.

En la última década, la inversión en I+D ha crecido en todo el mundo, de la mano de consignas movilizadoras como la sociedad del conocimiento, la innovación y la economía basada en el conocimiento. Según datos presentados en el Primer Taller Nacional de Indicadores de Ciencia y Tecnología que tuvo lugar en Buenos Aires en mayo de 2011, la inversión en I+D de los países de América latina y el Caribe (ALC) aumentó en el período a un ritmo mayor que el de los países industrializados. Este aumento se tradujo en un leve incremento de la participación de los países de ALC en el conjunto de la inversión mundial en I+D.

El conocimiento a nivel mundial avanza a pasos agigantados. En la actualidad, según expresa la Royal Society en su libro Knowledge, Networks and Nations: Global scientific collaboration in the 21st century (2011), existen 7 millones de investigadores alrededor del mundo, acompañados de un gasto en I+D de U$S 1.000 billones (45% superior al de 2002) y de la producción de 25.000 revistas científicas. Su ritmo de producción exponencial ha quedado de manifiesto en iniciativas como el proyecto genoma humano, que requería hace dos décadas de millones de dólares y hoy –con unos pocos miles de dólares y en pocos días– podemos acceder a la secuencia completa del genoma de casi cualquier especie. Lo mismo puede observarse en el campo de las tecnologías de la información y las comunicaciones.

La Argentina posee una importante tradición científica reconocida mundialmente con tres premios Nobel en ciencias. Sin embargo, como señala Diego Hurtado en su libro La ciencia argentina (2010), no se lograron nuevos sentidos para las prácticas de investigación y desarrollo que hicieran posible su integración sistémica a un proyecto de país, debido a la dependencia simbólica y cultural, necesariamente correlacionada con las diversas modalidades históricas de dependencia económica. Tradicionalmente, los investigadores latinoamericanos se alinearon y coordinaron en agendas científicas y tecnológicas generadas fuera de la región. De esta manera generaron conocimiento aplicado que en la práctica no fue aplicado porque su producción no responde a ninguna necesidad local.

Por esta razón, desde el año 2003 el gobierno nacional puso énfasis en el fortalecimiento del sistema científico y la promoción de la innovación en el sector privado, orientando su accionar al desarrollo de un modelo productivo que genere mayor inclusión social y mejore la competitividad de la Argentina bajo el paradigma del conocimiento como eje del desarrollo. Esta nueva orientación en la política científica y de innovación se plasmó en el año 2007, cuando la presidenta Cristina Fernández de Kirchner decidió crear el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación (MINCyT).

El fortalecimiento del sistema científico, según indicadores del MINCyT de 2009, se vio reflejado en el aumento de 49,6% en los recursos humanos (investigadores, becarios y personal técnico) y del incremento de más de 340% en la inversión destinada a investigación y desarrollo. Asimismo, se dispuso de un importante y diversificado abanico de instrumentos destinados a financiar la actividad científica y de un ambicioso plan de infraestructura que vino a revertir años de desidia y abandono.

Como estrategia complementaria y no menos crucial, la promoción de la innovación en el sector productivo es concebida como la clave para mejorar la productividad y generar más y mejores empleos. Con este fin, desde el ministerio hemos aumentado el financiamiento a proyectos de innovación y modernización tecnológica en empresas, especialmente en las pymes, a través de diferentes modalidades de aportes reembolsables y no reembolsables. Asimismo, hemos promovido la generación de nuevas empresas de base tecnológica, financiando desarrollos experimentales, infraestructura y aportando capital semilla para emprendimientos. También avanzamos en el fomento de lazos duraderos entre los sectores de producción del conocimiento y la economía, en las actividades de vigilancia tecnológica, transferencia y protección de la propiedad intelectual, en la formación de gerentes tecnológicos y en el desarrollo de marcos legales adecuados para ello.

La decisión del ministerio de generar nuevos mecanismos para que la ciencia sea aplicada a la resolución de problemas socioproductivos condujo a la creación, en el marco de su Secretaría de Planeamiento y Políticas, de las denominadas políticas orientadas, una nueva generación de herramientas a través de las cuales se asignan recursos para favorecer el desarrollo de áreas (nanotecnología, biotecnología y TIC) y sectores estratégicos para el país: la agroindustria, la energía, la salud, el ambiente y desarrollo sustentable y el desarrollo social. Los Fondos Sectoriales son el instrumento central de esta nueva política que apunta a dar respuesta a las necesidades, expectativas y demandas del Estado y la sociedad, y que al presente ha significado un salto cualitativo inédito en la vinculación del sistema público de I+D con el sector productivo. De esta manera, el Estado decidió posicionarse como un partícipe necesario, central y articulador para el desarrollo de la política y la economía, definiendo prioridades a atender y destinando importantes recursos económicos para hacerlo, dejando de lado ese Estado ausente que dejaba librado a las leyes del mercado el destino de sus ciudadanos. El Estado puede y debe jugar un papel activo en la reorientación de las agendas de I+D, en particular sobre la I+D financiada con fondos públicos.

Con la idea de integrar los problemas de exclusión social en la agenda pública de las políticas de ciencia, tecnología e innovación, el Programa Consejo de la Demanda de Actores Sociales (Procodas) de la Secretaria de Planeamiento y Políticas promueve la transversalidad de las políticas públicas para el desarrollo social, mediante la articulación de acciones que vinculan a los ciudadanos con los conocimientos técnico-científicos a través de las llamadas mesas de gestión asociadas. Este programa fue diseñado en el marco conceptual de las Tecnologías para la Inclusión Social, que define “Tecnología Social” como una forma de diseñar, desarrollar, implementar y gestionar tecnología orientada a resolver problemas sociales y ambientales, generando dinámicas sociales y económicas de inclusión social y de desarrollo sustentable. Hernán Thomas, en su trabajo “Tecnologías para la inclusión social y políticas públicas en América latina”, sostiene que la Tecnología Social alcanza un amplio abanico de producciones de tecnologías de producto, proceso y organización: alimentos, vivienda, energía, agua potable, transporte, comunicaciones, entre otras. Los actores fundamentales de los procesos de desarrollo de Tecnologías Sociales en la región son: movimientos sociales, cooperativas populares, ONGs, unidades públicas de I+D, divisiones gubernamentales y organismos descentralizados, empresas públicas (y, en menor medida, empresas privadas). De esta forma, Procodas apunta a la generación de dinámicas locales de producción, cambio tecnológico e innovación sociotécnicamente adecuadas.

Con el objetivo de realizar un trabajo articulado, orientando recursos hacia la resolución de problemas que afectan a la población más vulnerable, el MINCyT se encuentra diseñando un proyecto orientado a facilitar el acceso al agua potable a ciudadanos que viven en condiciones de exclusión, signadas por déficits en el acceso a bienes básicos. En este caso, la presencia de arsénico y flúor en el agua de consumo es un ejemplo de problemática a resolver, teniendo en cuenta que su solución requiere el abordaje de una compleja trama de problemáticas sociales y tecnológicas que deben encararse sistémicamente.

En articulación con el Ministerio de Desarrollo Social (MDS), hemos asignado alta prioridad a intervenir en localidades donde se verifiquen graves y persistentes problemas de acceso al agua potable (para localidades que no están contempladas en los planes de infraestructura para provisión de agua potable en los próximos años), implementando proyectos de I+D+i orientados al diseño, transferencia y adaptación de tecnologías aplicables, contemplando principalmente la participación de sus habitantes en dicha implementación.

El MDS ha ofrecido al MINCyT los contactos y relevamientos realizados por el “Plan Ahí”, y el Instituto de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQUI) ha presentado una propuesta metodológica de intervención que sugiere avanzar en la formulación de un proyecto en el marco del Fondo Sectorial Desarrollo Social.

El proyecto tiene por objetivos trabajar en dos niveles: primero, el desarrollo de una nueva gestión estatal que permita generar sistemas tecnológicos de inclusión social –acceso a bienes básicos–, y segundo, la implementación de tecnologías adecuadas y eficientes para el desarrollo de las comunidades en situación de pobreza, priorizando el agua potable por su importancia para el desarrollo humano y productivo.

El desafío de promover nuevas cadenas de valor sostenibles a partir de recursos valiosos como las fibras de camélidos es otro ejemplo de este tipo de abordajes. La cadena de las fibras textiles animales es crítica para la sostenibilidad de los recursos ambientales y para la equidad social, precisamente porque su producción se concentra en los ambientes más frágiles del país y por ser manejados, con pocas excepciones, por familias frecuentemente afectadas por procesos de inequidad en el acceso a los recursos generales de la sociedad (educación, comunicación, participación política, propiedad, etc.).

Debido a las limitantes ambientales y estructurales en dichas regiones, las posibilidades de diversificar la producción con otras actividades agropecuarias son muy escasas, lo cual lleva a fortalecer aquellas que se adaptan a las restricciones impuestas. La región andina posee un gran potencial no explorado adecuadamente para la generación de ingresos mediante el desarrollo de productos típicos de la región como, por ejemplo, productos textiles basados en fibras de camélidos. La Argentina es el único país en el mundo que produce fibra de guanaco. El desarrollo de esta cadena productiva permitiría la conservación del recurso, una alternativa de desarrollo para las comunidades locales y evitaría la desertificación ya que la vicuña y los guanacos son especies pastoreadoras de bajo impacto ambiental dado que cortan las hojas de las gramíneas sin arrancar las raíces y sus pisadas no dañan los suelos.

El objetivo general de la propuesta es impulsar la aplicación de conocimientos científicos y tecnológicos a la generación de una cadena productiva para artículos de alto valor intrínseco, en este caso la fibra fina de camélidos sudamericanos, como la llama, la vicuña y el guanaco, en condiciones de uso sustentable, conservación ambiental y desarrollo local de pequeños productores. Para poder incrementar los niveles de producción, productividad y competitividad de los productos textiles (basados en fibras de camélidos) de la región andina, es importante organizar a todos los sectores relacionados en una cadena productiva y, de esta manera, desarrollar el marco institucional necesario para el impulso de una industria moderna (creación de servicios financieros, normas de calidad, trazabilidad, control).

A modo de síntesis, podemos decir que el MINCyT actúa como vinculador entre los actores del sistema científico nacional y el sector público y privado, buscando la promoción del desarrollo humano por encima de los intereses sectoriales. Los desafíos asumidos incluyen replantear las instituciones con políticas integrales que fomenten el trabajo asociativo, la complementariedad entre información y conocimiento, la competitividad de las estructuras productivas y la mejora de la calidad de vida de la población. En esta línea hemos creado el Programa de Estudios sobre el Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo (PLACTED), retomando el pensamiento de los grupos de tecnólogos, científicos y empresarios que en los años ’50 y ’70 crearon la Escuela de Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo que sostenía la importancia de lograr en el país una capacidad autónoma para el manejo de la tecnología, para el desarrollo local y endógeno de la misma, y para integrar a la tecnología y a la ciencia en el proceso de desarrollo.

En palabras de la señora Presidenta de la Nación durante la apertura de la feria Tecnópolis, “hemos tomado la decisión de privilegiar el talento, la inteligencia, la educación, la ciencia y la tecnología como los verdaderos motores que van a permitirnos profundizar este proceso de transformación y distribución del ingreso”. Y esto es una invitación abierta a que todos juntos, de manera asociada y articulada, trabajemos por una Argentina del conocimiento más justa y más equitativa.





* Secretaria de Planeamiento y Políticas del MINCyT. Dra. en Química UBA. Master en Economía y Finanzas en el Institut D’Etudes Politiques de París. Ex coordinadora de la Unidad de Promoción Institucional en la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica.