Política exterior, soberanía y desarrollo

Política exterior, soberanía y desarrollo

| Por Abraham Leonardo Gak |

El camino al desarrollo nunca ha sido sencillo para los países relegados a la periferia de la economía mundial. Hoy esta realidad es aún más compleja, ya que la política exterior de estas naciones se ve cada vez más condicionada por las crecientes asimetrías en el poder económico y las complicadas relaciones entre los bloques centrales.

El caso argentino no escapa a estas dificultades: como país periférico, nuestra vinculación con el mundo exterior se ve limitada. Las naciones centrales suelen responder de manera coordinada en función de sus intereses, obstaculizando las posibilidades de acción de los países emergentes y consolidando de esta manera una relación de dependencia que se traslada de lo económico a lo político.

El actual gobierno ha sostenido, como un principio político, que el país se encontraba aislado del mundo. Con este argumento, claramente, asumió como propias las políticas desarrolladas por los Estados Unidos y Europa, considerándonos descendientes de sus culturas. Esta estrategia nos ha llevado a ceder ante los intereses de los grupos financieros que acosaron al país, así como también ante las políticas colonialistas, resabios de siglos pasados, como es el caso de las islas Malvinas.

A esta situación debemos agregar un nuevo ingrediente que es la presencia de una potencia asiática, China, que rápidamente está modificando el escenario mundial y se está transformando en una de las principales productoras de bienes industriales de corto, mediano y largo plazo, al tiempo que consolida su lugar como consumidora de las materias primas que nuestra región produce.

Los actores económicos concentrados –tanto las empresas productivas transnacionales como las que integran el sistema financiero internacional– tienen objetivos propios, muchas veces ajenos a los de sus países de origen. Su accionar, junto con el de los bloques centrales, dificulta las posibilidades de desarrollo de los países emergentes. En este contexto, sostener una política exterior independiente y soberana es extremadamente difícil pero necesario.

Las políticas proteccionistas desarrolladas por los países centrales, unidas al vigor con que funcionan las guaridas fiscales (tan valoradas por el actual gobierno), nos separan de nuestros intereses nacionales. Podemos encontrar una expresión clara de sus consecuencias en la apertura irrestricta de nuestro comercio exterior, con libertades y fomento a la importación de bienes de consumo, y el uso sin condiciones de la disponibilidad de nuestros recursos externos.

La orientación primaria de nuestro comercio exterior ya muestra sus enormes dificultades, y nos coloca en el triste papel de país dependiente de las intencionalidades de los grandes centros de poder, circunstancia que se ve agravada por el endeudamiento progresivo y acelerado.

En algún momento deberemos encarar un cambio estructural que se centre en una producción industrial aggiornada tecnológicamente y en un mercado interno activo que genere una demanda local significativa; reasumir el ejercicio de un control estricto de los movimientos financieros, en particular los que se realizan con bienes internacionales, y alejarnos de toda negociación con esos mercados que solo persiguen su propio beneficio.

De más está señalar que será imprescindible coordinar las políticas con los países de nuestra región, a fin de conformar un bloque con suficiente poder de negociación, capaz de llevar a cabo este proyecto. Es el desafío que nos debemos como habitantes de esta América del Sur, tan rica en recursos y a la vez tan sometida a abusos que sólo pudieron ser posibles con la complicidad de sus elites dirigenciales.

Autorxs


Abraham Leonardo Gak:

Director de Voces en el Fénix.