Planificación y recursos naturales desde el ambientalismo complejo
El ambientalismo complejo incluye en la definición de ambiente a la sociedad y a la cultura. En esta nueva concepción vuelven a discutirse nociones como mercado, inversión, producción y consumo, así como también tecnología y ciencia. La combinación de estos elementos se plasma en nuevos intentos y experiencias de gobernanza que se nutren de los éxitos y fracasos de ideas pasadas.
Agradezco los comentarios de Héctor Sejenovich, varios de los cuales indujeron la modificación del texto original.
El ambientalismo complejo difiere de lo que pudiera llamarse el ambientalismo tradicional en la definición de ambiente como la totalidad del entorno, sociedad y naturaleza, ecosistema y cultura, en lugar de considerar únicamente como ambiente el entorno no humano, definición esta última seguida por la mayoría de los medios y de unas pocas instituciones ambientales. En este texto se proporcionan algunas de las consideraciones que surgen de la relación entre planeación y recursos naturales desde el punto de vista complejo.
El primer comentario surge del análisis del concepto de recursos naturales, concepto de larga trayectoria histórica sobre el cual el ambientalismo complejo tiene dos dudas principales: su estrecha relación con las ideologías utilitaristas y la relatividad histórica de algunos de los elementos que son considerados hoy como “recursos”.
Desde el ambientalismo complejo los “recursos naturales” deberían ser considerados como “elementos del ambiente” para evitar los sesgos ideológicos contenidos en la palabra “recursos” y facilitar la inclusión de tales como partes de los ecosistemas y de la totalidad del ambiente. Al considerarlos como partes del ambiente también se facilita su percepción como elementos que pueden o no ser recursos dependiendo del conocimiento acerca de sus propiedades y del estado de las tecnologías disponibles para su aprovechamiento. Sin embargo es necesario reconocer que la palabra recursos debe usarse cuando se analiza cómo el actual sistema económico utiliza partes del ambiente e, inclusive, cuando se trata de modificar ese uso, esto último como parte del lenguaje entendible en discusiones y discursos.
Para el ambientalismo que reconoce la complejidad de la realidad la planeación tiene que ser vista como una aproximación al manejo de esa complejidad, no como un instrumento exacto que conduce necesariamente a la realización de los presupuestos de quien planifica. La incertidumbre propia de la complejidad de la realidad surge entonces como consideración fundamental que debe tenerse en cuenta.
Estas formas de ver ambos componentes de la relación entre la planificación y los recursos naturales agregan varios puntos importantes; entre ellos la dificultad de planificar un componente del ambiente que está relacionado con los otros y cuyo carácter de recurso, como el de los otros componentes, es función del conocimiento y de la tecnología existentes en una situación espacial, cambiante e histórica específica. Una especie que en una comunidad rural dada es considerada como una “maleza” puede estar fuertemente relacionada con otra que es considerada como un recurso o ella misma en una comunidad científica puede estar identificada como un importante recurso. Adicionalmente las interrelaciones entre el elemento y los otros elementos del sistema varían también en tiempo y espacio y son extremadamente difíciles de conocer por su sutilidad y sus discontinuidades, todo lo cual se complica más si se considera la totalidad del sistema, incluyendo la complejidad de los cerebros de cada individuo y la complejidad de los comportamientos colectivos.
Un problema adicional surge cuando se califican los recursos como “renovables” o “no renovables”. Si se consideran los recursos como “componentes” de un sistema es evidente que su renovabilidad está ligada a la renovabilidad de los otros componentes del sistema. La renovabilidad de una especie arbórea puede estar ligada a componentes que generalmente se consideran como “no renovables”, como pueden ser los componentes del suelo en donde se da cada especie o su renovabilidad puede depender de que se mantenga el microsistema en el que se propaga, incluyendo la renovabilidad de todos los organismos que forman parte de su entorno.
Estas y otras consideraciones conceptuales que no son desconocidas en el mundo académico han conducido a diferentes intentos de simplificación del problema, intentos que en su mayoría están fundamentados en modelos ideológicos de la realidad construidos desde diferentes fuentes filosóficas. Este artículo tratará algunos de ellos.
Primera simplificación: no es necesario ni posible planificar
El reconocimiento de la complejidad de la realidad llevó a varios economistas y políticos a otorgar a los mercados la función de dirección de la distribución de la inversión y de regulación del mercado. Según estas líneas de pensamiento la enorme cantidad de los elementos que conforman la realidad y sus múltiples interrelaciones hacen imposible predecir lo que puede suceder y es una ingenuidad pensar que es posible manejar un sistema. Una de las objeciones a esta aproximación proviene de la misma complejidad de la realidad que hace posible la manipulación de los precios cuando se conforman situaciones de monopolio u oligopolio o cuando se emplean intensamente los instrumentos publicitarios. En la actualidad la situación de los mercados de commodities debido a las políticas de grandes compradores internacionales como la Republica Popular China, país que mantiene instrumentos de planificación central, indica que aún aceptando la existencia de la complejidad es posible manejar los mercados.
Cuando, como se explicará en el punto siguiente, surgió con fuerza la alternativa planificadora y se elaboraron los estudios que indicaban que las reservas mineras tenían límites cercanos, quienes defienden la importancia de los mercados presentaron como argumento su confianza en que la poca oferta de minerales llevaría a un incremento en la investigación científica-tecnológica que produciría elementos y técnicas que reemplazarían los recursos naturales escasos.
La imagen del mercado como la única solución está relacionada con los modelos de equilibrio general en los cuales tenía importancia el concepto de rendimientos decrecientes, circunstancia que impedía que las grandes empresas se apoderaran del mercado y generaba procesos hacia la igualdad en la distribución de los ingresos. Sin embargo la realidad de la situación de las grandes empresas examinada con instrumentos econométricos ha demostrado que la concentración de conocimiento tecnológico conlleva situaciones de rendimientos crecientes a escala.
Otro argumento que se presenta periódicamente tiene relación con la simplificación económica del comportamiento humano y la importancia de la actuación de los propietarios, quienes, según el argumento llamado “La Tragedia de los Comunes”, protegen mejor que el Estado los recursos naturales y el medio ambiente. Estudios recientes indican que las comunidades también se interesan en la defensa de lo público y varios economistas importantes hoy reconocen la complejidad del comportamiento humano, o sea, la no existencia del homo economicus, maximizador de ingresos.
Si consideramos el espacio como uno de los recursos naturales más importantes para el bienestar humano, punto de vista que no es común, todos estos intentos de simplificación del problema se tornan vitales y se confunden con las polémicas tradicionales acerca de la democratización de la vivienda y la propiedad de la tierra, cuestiones en las que el mercado tampoco parece ser un instrumento adecuado, como se ve si se considera el reciente fracaso en los Estados Unidos de las políticas de democratización de la vivienda mediante instrumentos financieros, todo lo cual refuerza la desconfianza hacia el papel de los mercados como grandes equilibradores de la inversión, la producción y el consumo.
Segunda simplificación: todo se soluciona planificando el desarrollo
El éxito de los Planes Quinquenales en la Unión Soviética y de la planificación fascista internacional de los Espacios Vitales y del rearme en Alemania y en Italia, la victoria del estalinismo en su organización del Ejército Rojo y la influencia de los conceptos de Planificación, Estrategia y Táctica en la Segunda Guerra Mundial promovieron en muchas universidades el estudio de cómo la planificación podría usarse en la paz para tratar de tener un planeta más integrado por medio del “desarrollo” de los países más pobres y la independencia de los países africanos, asiáticos y oceánicos que antes de la guerra eran todavía controlados por las potencias europeas.
Fue así como el Plan Marshall reconstruyó a los vencidos en la guerra y como el Banco Mundial inició el envío de misiones especiales a los países pobres y a los recién creados para ayudarlos a elaborar Planes Nacionales de Desarrollo y la teoría del desarrollo fue elaborada con los aportes de varios economistas, la mayoría anglosajones, entre ellos Rostow, quien la simplificó imaginando etapas que se iniciaban con un “despegue” y luego avanzaban hacia un equilibrio neoclásico. Esta simplificación entusiasmó a numerosos gobiernos que rápidamente crearon oficinas de planificación con poderes económicos, políticos y sociales extraordinarios.
En los países no comunistas la mayoría de estos poderes se orientaron hacia la elaboración de planes nacionales o regionales y locales de “desarrollo”. Arturo Escobar y Wolfgang Sachs han descrito claramente cómo el proceso de elaboración, socialización y apropiación local del concepto “desarrollo” se fue apartando rápidamente de las realidades de cada país y de las posibilidades culturales, socioeconómicas y ecológicas de mejoramiento de estas realidades. Celso Furtado escribió en 1975 que “ahora sabemos de manera irrefutable que las economías de la periferia nunca serán desarrolladas… Pero ¿cómo negar que esa idea ha sido de gran utilidad para… explicar y hacer comprender la necesidad de destruir el medio ambiente físico, para justificar formas de dependencia que refuerzan el carácter predatorio del sistema productivo?”.
Cuando años después, los mismos economistas encontraron que la teoría del desarrollo era “incomprensible”, y surgió como alternativa el consenso alrededor de las “reformas” necesarias de las políticas económicas hacia una presencia más débil del Estado, como lo habían recomendado los economistas austríacos antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, el aumento de la demanda de materiales debido a las políticas chinas revivió e impulsó, paradójicamente, las políticas de desarrollo fundamentadas en la exportación de commodities en todos los países pobres poseedores de recursos naturales no renovables. Políticas que se incluyeron como estrategia principal en los pocos planes nacionales de desarrollo que todavía eran parte de las instituciones y que constituyeron parte importante de la planificación de ciertos sectores o que fueron evaluadas proyecto por proyecto en donde los sistemas de planificación central habían desaparecido.
En los países de la órbita soviética y en la República Popular China y sus vecinos las entidades planificadoras del desarrollo tomaron, naturalmente, características autoritarias y totalitarias que incluyeron nacionalización de todos los recursos, procesos intensos de reformas agrarias y migraciones obligadas de comunidades enteras. Las corrientes izquierdistas reformistas encontraron en los daños causados por algunos de estos intentos argumentos suficientes para oponerse al estalinismo recordando objeciones que ya se habían presentado en la Unión Soviética antes de las purgas, incluyendo el argumento trotskista que señalaba la imposibilidad de lograr el comunismo en un solo grupo de países. Sin embargo y a pesar de las críticas internas, el dogma autoritario y totalitario condujo a la Unión Soviética y a los países del este de Europa a un momento en el que se agudizaron las contradicciones entre la planificación total y el complejo afán de libertad del cerebro humano con la consiguiente destrucción de la Unión y el rompimiento del Pacto de Varsovia.
Tercera simplificación: basta planificar el desarrollo sostenible
Desde la década de 1970, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) introdujo el concepto de “manejo racional de los recursos” para significar la necesidad de mantener el stock de capital natural y apelando al concepto económico de racionalidad. A principios de la década de 1980 el estudio de lo que estaba sucediendo con la pesca en los océanos y la extracción de madera en los bosques llevó a grupos de especialistas en biología marina y en ingeniería forestal a proponer la inclusión en los sistemas de planificación de esquemas técnicos que podrían conducir a la “sostenibilidad” de ambas actividades, o sea, a su continuidad sin límite mediante la imposición de cuotas y el control internacional de las empresas fundamentado en el conocimiento de las cantidades existentes y de las tasas de crecimiento de los peces y los árboles considerados ambos como “recursos”.
Estas ideas presentadas en las reuniones de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) rápidamente se extendieron a las preocupaciones acerca de lo que estaba sucediendo con los procesos de desarrollo y la idea se extrapoló concluyendo en diversas definiciones de lo que podría ser un sustainable development (D.S.). Una de estas versiones se construyó adaptándola a las condiciones de reforma económica neoliberal incluidas en el “Consenso de Washington”; este DS neoliberal se ha divulgado con mucho éxito en todos los países pobres como una nueva panacea y en la actualidad conforma un lenguaje que aparece inclusive en las Constituciones políticas de algunos países y en los planes empresariales. De esta manera la posibilidad de planificar sin límite, hasta la eternidad, se ha aceptado sin mayor discusión lógica y un lenguaje que puede significar la continuidad de procesos negativos o dañinos para una parte de la humanidad ha sido incluido en el patrimonio de conceptos e instrumentos deseables y alcanzables para todos.
El extractivismo, en su significado actual, ha encontrado refugio conceptual en el D.S. y es así como se ha llegado a hablar de una “minería sostenible” sin tener en cuenta que la extracción de parte de los minerales útiles constituye una pérdida irreversible del patrimonio natural. Esta línea está también fundamentada en los argumentos que surgieron cuando se calcularon los límites de las reservas minerales existentes; la confianza sin límites en el poder de invención de las nuevas tecnologías hoy sustenta a quienes aseguran que las alianzas entre el mercado y la ciencia suministrarán automáticamente nuevas formas de solucionar los problemas que surjan cuando se termine o se haga muy escaso el petróleo, el cobre u otros recursos naturales no renovables y estratégicos.
Soluciones complejas
Ante el poco éxito de estas y otras simplificaciones de la realidad, el pensamiento ambiental complejo aporta una idea principal que contradice la visión de la simplificación como herramienta fundamental del raciocinio humano; los repetidos fracasos de los dogmas que se fundamentan en la llamada “navaja de Ockham” conducen a reflexionar acerca de la necesidad de construir soluciones de similar complejidad a los problemas abordados, soluciones que no desdeñen o eliminen variables que pueden ser fundamentales.
Según esta idea el desdén o la eliminación de variables para simplificar el problema pueden conducir a despreciar variables fundamentales y por consiguiente al fracaso de las proyecciones, las prospecciones o las soluciones que se planteen.
Sin embargo no es fácil construir soluciones de igual complejidad a los problemas que se enfrentan; en primer término es necesario comprender el problema con su complejidad, o sea considerar la totalidad del problema. El concepto de sistema complejo se ha diseñado para avanzar en este reto mediante alianzas multidisciplinarias de especialistas enfocados a una situación específica en un contexto dado.
El mismo concepto de planificación ha recibido modificaciones importantes, entre ellas la planificación integral, la planificación estratégica y la planificación adaptativa. La primera surgió, con muy pocos éxitos, cuando se trató de hacer más eficiente el uso del agua para la producción de energía; la segunda continúa aferrándose a los conceptos construidos para la guerra y tiene implícita la existencia en una situación compleja de un peligro inminente o de una meta difícil que pueden evitarse o lograrse mediante la percepción de acciones fundamentales. La planificación adaptativa surge de los estudios de ecosistemas desde el punto de vista de la ecología sistémica, en estos estudios se identificó la enorme dificultad de evitar la incertidumbre en el manejo de estos ecosistemas debido a la cantidad de elementos y de interrelaciones entre estos elementos. La solución que se propone es la construcción continua de modelos matemáticos que se aproximen a la eliminación o disminución de estas incertidumbres, modelos que deben ser parte fundamental de los diagnósticos, la planificación y la gestión ambiental.
En la práctica del manejo de la complejidad de los territorios y de sus recursos o elementos constitutivos están surgiendo experiencias nuevas e importantes. Me refiero a modos de gobierno antes no considerados que tienen en cuenta los fracasos de los modelos dogmáticos construidos desde la izquierda y la derecha y que constituyen experiencias de gran complejidad, como la puesta en escena de los intentos de “gobernanza” en varios países y la realización de sistemas híbridos que se nutren de los fracasos y los éxitos de ideas pasadas. En las experiencias nacionales actuales de China, Bolivia y Chile pueden encontrarse ejemplos de soluciones complejas híbridas a problemas complejos.
Autorxs
Julio Carrizosa Umaña:
Ingeniero civil de la Universidad Nacional de Colombia. Master en Administración Pública de la Universidad de Harvard. Magister en Economía de la Universidad de los Andes, Bogotá. Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Colombia. Miembro Honorario de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.