Nueva arquitectura financiera: una herramienta para el desarrollo y la soberanía

Nueva arquitectura financiera: una herramienta para el desarrollo y la soberanía

El mundo atraviesa una crisis sin precedentes y aún sin techo. La región necesita una estrategia conjunta para defenderse de los embates. Es urgente la creación de nuevas instituciones para alcanzar el desarrollo y garantizar la soberanía de nuestros pueblos.

| Por Pedro Francisco Páez Pérez* |

La actual coyuntura

La crisis que estamos atravesando no es sólo una crisis financiera, es una crisis de civilización. Es muy difícil que podamos comprender la gravedad de lo que se está viviendo por la rapidez y la ferocidad con la que se están desplegando los acontecimientos, pero esta es una crisis que está planteando una bifurcación histórica. O los trabajadores, los sectores populares, los sectores progresistas logran articular una alternativa de salida que pueda ir más allá, no solamente del cambio de las políticas económicas y del cambio del modo de producción, sino también logrando un cambio en el modo de vida, o, lo que está pasando, se fuerzan las tendencias más reaccionarias de parte de la oligarquía financiera transnacional, que es la que está detentando el poder.

Si esta agenda oligárquica se consolida, se va a definir una nueva normalidad, en la cual las conquistas civilizatorias del capitalismo de los últimos siglos dejan de ser funcionales.

Frente a este escenario, entonces, es el momento de la unidad de los pueblos, el momento del despertar de los pueblos, pero es necesario que esos despertares estén coordinados y estén guiados por agendas lúcidas, que permitan transformar la situación radicalmente.

Esta situación actual nos permite, como nunca antes, tener la posibilidad de apreciar con total claridad el hecho de que son ellos una minoría absolutamente minúscula. Cuando dicen que es el 99% contra el 1% están exagerando. El 1% implica 70 millones de seres humanos en este mundo de 7 mil millones, y no son tantos, son muchísimos menos.

El problema es que están en todos lados y controlan los hilos fundamentales del poder económico, financiero, mediático, cultural, científico y militar. Pero lo que tiene de bueno esta situación es que, casi desde el sentido común, es claramente detectable el hecho de que esta crisis está favoreciendo a un grupo cada vez más minúsculo, que solamente se plantea desestabilización, conflicto, guerra.

Y esto, en todo el mundo, con distintas características culturales y políticas, de acuerdo con las distintas trayectorias de cada región, está generando movimientos contestatarios.

El tema entonces pasa por ver cómo hacer para que esos movimientos contestatarios no queden solamente como una catarsis, o como una experiencia más que comprueba nuestra imposibilidad, incapacidad e impotencia, y en cambio se pueda ir construyendo una nueva moral, un acervo cultural, un poder político. Y no el poder político en la visión tradicional del tema, sino el poder construido desde abajo, desde la capacidad de la gente de hacer sus cosas, de autodeterminarse.

Esta necesidad se ve reforzada al constatar que los grandes medios de comunicación y sectores concentrados de la oligarquía intentan hacer aparecer la crisis como una cuestión externa a la gente, como si fuera un fenómeno natural, un terremoto. Un terremoto ante el cual la gente no puede hacer nada. Entonces, no aparecen culpables. Esto puede resumirse en el axioma de que para generar la plusvalía nos necesitan minusválidos. Ese es el truco de todo lo que estamos viviendo. Los mecanismos financieros, los mecanismos monetarios, los mecanismos económicos, han ido construyendo un cerco que rápidamente actúa para poner de rodillas a los individuos. ¿Qué hace una persona que no tiene trabajo? ¿Cuál es la libertad de acción que tiene una persona que hoy puede dar de comer a sus hijos y mañana no, o que tal vez ya, hoy mismo, no puede dar de comer a sus hijos? Toda esta situación genera una capacidad de control sobre 7 mil millones de habitantes. Y al mismo tiempo, esto se repite a nivel de los Estados.

Uno de los episodios históricos que demuestra claramente como las crisis financieras son motivadas políticamente está relacionado con el final del gobierno de Alfonsín; sólo el anuncio de que iba a entregar anticipadamente el gobierno fue suficiente, sin que hubiera ningún cambio en lo que los economistas llaman los Fundamentals, para que el ataque especulativo parase. En el Ecuador pasó igual; un ataque especulativo contra el sucre se frenó cuando el entonces presidente salió a decir, un 9 de diciembre, que se dolarizaba la economía. Sólo con esas palabras se calmó la situación, cuando en realidad la dolarización ocurrió tres meses después, y él ya había caído.

Esto refleja uno de los peligros más grandes que tiene América latina, que todavía no tenemos conciencia, ni siquiera a nivel de los economistas progresistas, ni siquiera a nivel de los políticos progresistas, e inclusive en los gobiernos, de que estamos en el marco de un desmantelamiento de las herramientas con las cuales podríamos actuar frente a un ataque especulativo de esta naturaleza.

América latina tiene que estar muy atenta frente a esta situación que ya se está viviendo, porque el carácter de esta crisis así lo exige. No solamente hay que estudiar la crisis del capitalismo, sino también el capitalismo de crisis. Cómo grupos minúsculos se aprovechan de las dificultades de la gente para llevar el agua a su molino, con una práctica similar a las langostas, es decir, exterminan un campo, y necesitan otro campo, y otro campo, y otro más, y lo hacen todo desde una postura absolutamente parasitaria.

Ante todo esto, América latina tiene un doble componente, un doble atractivo. Uno es el hecho de que precisamente porque nos ha ido relativamente bien en este tiempo hemos acumulado una cantidad suculenta de activos financieros y productivos. Y el otro es el dividendo político, que significa parar los procesos que se están viviendo en América latina, que de ninguna manera son funcionales a la agenda oligárquica.

Las herramientas

Por todo lo que venimos describiendo es que necesitamos una nueva arquitectura financiera, una herramienta indispensable para avanzar en transformaciones más profundas, para avanzar en procesos de lucha más avanzados en el sentido de garantizar las conquistas sociales que se han logrado hasta ahora.

Y es una herramienta indispensable porque nos han quitado las herramientas básicas que se pueden encontrar en los libros de textos más elementales: la política monetaria, la política financiera, la política fiscal. Buena parte de ese instrumental tradicional, que se asume como dado en cualquier país del norte, en el caso de América latina ha sido erosionado de manera gravísima por los 30 o 40 años de neoliberalismo. Inclusive hay cosas que no se perciben y se asumen como naturales, como por ejemplo el tema de la moneda. Las monedas nacionales han sido erosionadas. Las funciones de las monedas nacionales han sido erosionadas. La gente deja de ahorrar en moneda nacional, la gente deja de nombrar los precios en moneda nacional. En ese sentido lo que pasó en Ecuador es un caso extremo con la dolarización oficial, pero no es un caso único, todos los países tienen distintos niveles de desnacionalización de la moneda. Cuando la moneda no cumple esas funciones, las capacidades de una nación de ejercer su soberanía en la aplicación del tipo de cambio, en las políticas monetarias, financieras, disminuye, pero también se ve afectado el tema fiscal, porque la capacidad de recolectar impuestos se desploma, empieza a desmoronarse, y por lo tanto siempre se genera un déficit fiscal, obligando al sistemático recorte del gasto público, de los salarios reales, a la imposibilidad de que un país pueda tener diseños estratégicos, de que pueda garantizar derechos sociales fundamentales.

En la actualidad, América latina atraviesa una coyuntura muy especial, que ha durado casi 10 años, y que tiene que ver con factores externos, como el precio favorable de las exportaciones, pero en cualquier momento eso se puede revertir, y de hecho lo que ha pasado es que América del Sur, porque le ha ido tan bien en esta situación, se ha reprimarizado, y en lugar de avanzar en el proceso de valor agregado, cada vez es más significativo el rol de los commodities, de las exportaciones primario extractivistas, y estos son, precisamente, el tipo de productos que más dependen de una situación internacional, que dependen de la evolución del PIB mundial, de la actividad económica. Entonces, si tenemos problemas y vemos que hay una coyuntura en la que se han “sincronizado” los ajustes en Europa, en Estados Unidos, en Japón, que hay procesos de “enfriamiento” de la economía china y de la economía india, tenemos que preocuparnos.

Entonces tenemos que, rápidamente, estructurar una estrategia de defensa, que no es sólo un tema del Banco del Sur, es una respuesta integral, que al menos debería contar con tres pilares: 1) una banca de desarrollo de nuevo tipo, que es el Banco del Sur; 2) un espacio monetario común, que es el SUCRE, que permite, como moneda complementaria, no solamente abrir un nuevo espacio de decisión, de capacidad de gestión a nivel supranacional, sino que además permite fortalecer, por ejemplo, esas funciones de la moneda mencionadas anteriormente, y 3) una red de seguridad financiera que sea la alternativa continental al Fondo Monetario Internacional.

Respecto del SUCRE, es útil aclarar que el mismo opera como una tarjeta de crédito, virtual, recíproca. Los países se abren crédito recíprocamente y dejan de utilizar el dólar en las transacciones entre sí. Ese ahorro, por ejemplo, es gigantesco en términos de que reduce costos porque reduce también la presión sobre los mercados locales de divisas, por lo tanto da más grados de libertad en el manejo de la política cambiaria y comercial de cada país, no obliga a manipular la tasa de interés para lograr los objetivos cambiarios, entonces otorga más grados de libertad en la política monetaria y financiera. Todos los actores locales tienen más grados de libertad en sus decisiones. En cuanto a la alternativa al Fondo Monetario Internacional, que es una red, no es solamente un fondo, es una red de instituciones que incluyen los bancos centrales, que actúan coordinadamente para defender al continente de ataques especulativos.

Con estos tres elementos, la región está en condiciones de disuadir cualquier tipo de ataque especulativo, con mayor capacidad de acolchonar el efecto de la turbulencia internacional sobre las economías nacionales. En ese marco, el Banco del Sur lo que hace es crear los mecanismos para reciclar los recursos de la región, que son gigantescos.

Perspectivas

Este año, siete presidentes latinoamericanos han decidido que es necesario garantizar, independientemente de la espontaneidad del mercado, y de si es “eficiente” o no, la soberanía continental en el plano de la alimentación, la salud, la energía, la producción de conocimiento, el manejo de los recursos naturales, la gestión de la infraestructura, la generación de una red de infraestructura que nos conecte, que no solamente organice el espacio para exportar commodities al exterior, sino que arme mercados continentales, y finalmente, para dar cabida a todos esos elementos, financiar otro tipo de lógicas que no son las lógicas del capital, como por ejemplo las empresas recuperadas. Es decir, si las fuerzas productivas que tenemos no son rentables para la lógica del capital, pues es necesario crear los instrumentos financieros y no financieros, los estamentos institucionales, que permitan auspiciar otro tipo de iniciativas que funcionan con una lógica distinta, las empresas recuperadas, las comunidades indígenas, la pequeña y la mediana empresa –que no tienen nada que ver con la lógica de la acumulación por la acumulación, o de la ganancia por la ganancia, sino que tienen una lógica interna distinta, más ligada al tema del trabajo, de la familia, de la comunidad–, las cooperativas, una cantidad de emprendimientos, autoemprendimientos, que ni siquiera tienen nombre, con la que la gente defiende con mucha creatividad la economía de su familia, de su territorio. Entonces es necesario lograr dar marcha a todo esto y de forma inmediata, no estamos hablando de una cuestión de aquí al 2020, sino de una cuestión de meses, para hacer viable otro tipo de iniciativas de la gente, otro tipo de creatividad de la gente que está bloqueada ahora por la dictadura del capital financiero transnacional.

Entonces el Banco del Sur plantea desde condiciones muy concretas una salida táctica en el corto plazo, como es dar respuesta en términos de inversiones, dar opciones productivas a la cantidad de capitales gigantes tanto del sector público como del sector privado que actualmente se envían afuera, ofrece alternativas en términos de empleo, una opción inmediata de reactivar la economía, etc., pero también aporta en la elaboración de líneas estratégicas para la construcción de una sociedad distinta.

En todos los países de América latina estamos en una disputa permanente, estamos en una correlación de fuerzas compleja, todos los gobiernos de nuestro continente son gobiernos contradictorios, en el marco de una inercia neoliberal que no sólo desmanteló instituciones y aparato productivo, sino que también transformó los horizontes de reproducción de las distintas clases sociales, de los distintos actores sociales, debilitándolos. Y esto debilita no sólo el debate político, sino también los proyectos políticos que se debaten. Por eso es tan importante que esta diversidad de respuestas que se están ensayando en América latina, porque ya las viejas recetas no sirven, se contrasten permanentemente con la realidad, la correlación de fuerzas, y la evolución de la crisis mundial. Es decir, lo que hasta hace dos o tres años podía ser planteado en términos de un proceso gradual de acumulación de fuerzas, de negociación, de generación de condiciones, ahora requiere respuestas urgentes porque esta es una crisis gigantesca. La cantidad colosal de capitales que se movilizan como langostas de un lado a otro nos puede incapacitar por un largo plazo. Y las trampas están presentes, los mecanismos de crisis están latentes en nuestra economía, en nuestra institucionalidad, en nuestra relación con los mercados internacionales, en la estructura de propiedad, en la transnacionalización del aparato productivo y el sistema financiero, y en todas partes. La defensa de la democracia es entonces, precisamente, la creación de herramientas con las cuales garantizar que podamos decidir algo, plantear alternativas. Cuando estemos arrinconados y de rodillas va a ser muy poco lo que podamos hacer.

Por eso es que se vuelve urgente, porque este tipo de climas de paz, de esperanza, de relativa prosperidad, con todas las limitaciones, con todos los problemas que se dan en nuestros países, no le conviene a la oligarquía, no le conviene al imperio, entonces van a hacer todo lo posible para arruinar la fiesta. Justamente, de lo que se trata es de crear capacidades para que los gobiernos, para que la gente, pueda definir las cosas. Para esto es necesario entonces generar las herramientas para que desde arriba los gobiernos democráticamente electos puedan tomar las decisiones que representen al conjunto de la mayoría, pero también hay que crear condiciones para que la gente, desde abajo, desde su vida cotidiana, también pueda manejar su destino, creando otro tipo de poder, el poder popular.

La mesa está servida para la misma estructura de poder que nos está llevando al infierno. Parte del problema es que toda la gente decente, independientemente de su color político, tiene que tomar conciencia de la gravedad de los momentos que estamos viviendo. O sea, lo que estamos viviendo tiene un altísimo grado de irreversibilidad, y si no logramos convocar a todos los actores a una discusión abierta, rigurosa y responsable respecto de qué es lo que se debe hacer, en muy poco tiempo vamos a estar en una situación totalmente distinta en la que nuestras opciones van a ser muchísimo más reducidas y muchísimo más tristes.





* Ph.D y M.Sc. en Economía por la Universidad de Texas, Austin, EE.UU. Máster en Desarrollo y Políticas Públicas por FLACSO y Economista por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE). Pte. de la Comisión Técnica Presidencial Ecuatoriana para el diseño de la Nueva Arquitectura Financiera Regional, Banco del Sur.