Los dos modelos en pugna en la visión de Aldo Ferrer

Los dos modelos en pugna en la visión de Aldo Ferrer

A lo largo de toda su obra, pero fundamentalmente en sus últimos escritos, se hace evidente el contrapunto planteado por Ferrer entre los dos modelos o proyectos de desarrollo que se enfrentan a lo largo de la historia económica de nuestro país. En momentos en que el neoliberalismo vuelve a ocupar el centro de la escena, es imperioso resistir y defender los principios de un desarrollo inclusivo y soberano.

| Por Alejandro Rofman |

La prédica muy amplia y plena de valiosos testimonios de Aldo Ferrer tiene aristas especiales, no siempre conocidas. Es por ello que en esta contribución nos interesa destacar una faceta de la producción de Aldo que nos parece muy significativa.

Nos proponemos hacer referencia a una cuestión que tomó nuevamente plena vigencia en los últimos años, cuando la realidad económica y social de nuestro país hizo evidente la necesidad de marcar claramente las diferencias entre dos proyectos de país, basado uno de ellos en el desarrollo autónomo con plena inclusión social, frente al otro que constituye la apología de la integración incondicional al mercado mundial, con fronteras abiertas y sin protección para los sectores productivos más débiles de nuestra economía. En este último, el motor del crecimiento son las ventajas comparativas existentes y sin considerar el modo como el excedente económico producido por la sociedad en un período determinado es distribuido entre las clases sociales que la componen. Ferrer hizo expresa alusión a esta polémica contradicción entre los dos proyectos productivos que transitaron por la historia argentina, desde la Organización Nacional (1853) hasta nuestros días. La cuestión central de esta polémica, basada en identificar a los productores de la riqueza nacional, su relación con el Estado y las modalidades de distribución de los beneficios del crecimiento económico, está presente en dos escritos y varios aportes periodísticos publicados a fines del año 2015 y principios del año 2016. Estos escritos son exposiciones teóricas ejemplificadas con la incorporación de información muy completa y están disponibles en documentos recogidos por la revista Realidad Económica y el mensuario Le Monde Diplomatique. Las comentaremos para conocer en profundidad el pensamiento de Ferrer en torno a los dos proyectos de sociedad en pugna y reconocer a través de su brillante pluma la plena identificación con el que postula una sociedad integrada, con justicia e inclusión social.

La primera referencia constituye la transcripción de un debate realizado en el seno del Instituto Argentino para el Desarrollo Económico poco antes de la elección en segunda vuelta del gobierno nacional para el período 2015-2019. Se puede acudir al texto transcripto en el número 296 de la revista Realidad Económica que edita el instituto citado. En dicho escrito se dio cuenta de un debate con el firmante de esta nota acerca de “los dos modelos en pugna” frente a la definición del electorado nacional de pocos días después. Ferrer definió con términos muy accesibles para cualquier lector que uno de los dos modelos o proyectos de país asume un perfil muy específico de carácter neoliberal, vigente en la época de la dictadura militar y en la década de los ’90, y el otro, con una visión del país nacional y social. Así identifica uno y otro modelo planteando el análisis desde una perspectiva que enfatiza cómo se significan en ambos la dimensión real del país y se postulan formas contrapuestas de inserción en la economía mundial. Al que denomina “neoliberal” lo describe con un párrafo algo extenso pero altamente ilustrativo: “¿Es una pequeña economía abierta que tiene una buena base de recursos naturales y cuyo lugar en el mundo es el que le corresponde en una división del trabajo en la cual hay centros que dominan la tecnología y la industria y, por lo tanto, tenemos una posición periférica?”. Y luego marca que esta visión se instaló como dominante de la evolución económica desde la Organización Nacional hasta la crisis del ’30 y que luego sigue vigente hasta nuestros días, aunque el país se industrializó. En quienes lo asumen como eje central de manejo de la economía nacional, este enfoque postula que el país no tiene ahorro suficiente para acumular para encarar el desarrollo con sus propias fuerzas, que no posee capacidad de innovar y que, por ende, ambos vacíos deben ser llenados por filiales de empresas extranjeras que tengan a su cargo el peso central de la inversión y de la provisión de tecnología, de origen importado.

Enseguida Ferrer remarcó que hay otra visión que también detenta historia y que afirma que la Argentina es un país grande por su dimensión territorial y su dotación de recursos humanos con alto nivel cultural, con gran capacidad de emprendimiento y de gestión por lo que es capaz de construir un desarrollo nacional integrado al mundo. Aquí se reflejan dos afirmaciones muy conocidas del pensamiento de Aldo: “Vivir con lo nuestro” y reconocer que el país tiene la globalización que se merece.

Es factible construir un desarrollo de perfil nacional, con capacidad operativa y posibilidad de insertarse en el mundo con plena soberanía. Eso es “vivir con lo nuestro”. Y es factible integrarse al mundo a partir de un modelo de desarrollo autónomo, con soberanía nacional, avanzando en una inserción internacional sin subordinaciones ni dependencia.

En el otro texto, Ferrer ya tiene oportunidad de juzgar al nuevo gobierno a partir de las medidas iniciales de política económica que lo perfilan como perteneciente a los que postulan un proyecto de desarrollo de país pequeño, de inserción periférica, donde la explotación de recursos naturales prima sobre cualquier otra opción bajo la premisa de ser dependiente de la inversión extranjera como motor de crecimiento.

Del artículo, seguramente el último debido a su brillante pluma, que él tituló de modo premonitorio “El regreso del neoliberalismo” en la edición del mes de marzo de este año, extraemos sus ideas principales. Ferrer volvió a insistir con el contrapunto de los dos modelos o proyectos de desarrollo que con vaivenes han poblado la historia económica argentina. Y en esa contribución muy valiosa, que se recomienda leer con detenimiento, Aldo plantea que “ambos modelos –el nacional y popular y el neoliberal– se despliegan dentro de la economía de mercado. El primero se caracteriza por el protagonismo del Estado, el impulso soberanista y el énfasis en la inclusión social. El segundo, por su confianza en las virtudes del mercado, la apertura incondicional al orden mundial y la prescindencia en la distribución del ingreso. Cuando Ferrer escribió este invalorable texto ya habían transcurrido tres meses del nuevo gobierno del Pro. Se refiere así a las respuestas fundamentales que el nuevo proyecto posee ante los problemas fundamentales de la economía argentina, que se ocupó de detallar en párrafos anteriores, en especial la “restricción externa”, que expresa la dificultad de obtener los recursos en divisas para hacer frente a un proceso de desarrollo autosostenido, autónomo, sustentable y orientado a una creciente progresividad en la distribución del ingreso. Citar todas las propuestas del nuevo oficialismo que Ferrer comenta sería ocupar un extenso espacio pero, en lo esencial, él las ubicó en el campo de aquellas iniciativas que claramente identifican al proyecto del nuevo gobierno en la línea de los modelos neoliberales, que en experiencias argentinas precedentes terminaron en duros fracasos, el más cercano el del 2001-2002. Citamos el párrafo que nos parece más representativo del análisis del sello dominante del proyecto económico neoliberal en marcha: “El imaginario neoliberal no reconoce la existencia de un problema de estructura productiva. Concibe la inserción internacional en función de las ventajas comparativas estáticas de la economía, basadas en su dotación de recursos naturales. Confía en los impulsos propios del mercado y rechaza el protagonismo del mercado en la creación de ventajas competitivas dinámicas de base científico-tecnológicas, esenciales en la formación de la estructura productiva”. Este último postulado es lo que constituye el justificativo para la adopción de medidas concretas del gobierno del Pro, tales como el arreglo con los fondos “buitre”. Para Ferrer, cuestión de segunda importancia, y que no dificulta el acceso a recursos externos: “Ningún inversor, argentino o extranjero con un buen proyecto, deja de concretarlo por el conflicto con los buitres”. Y este ejemplo que citamos le sirve a Ferrer para criticar duramente todo el resto de las medidas adoptadas (metas de inflación para fijar altas tasas de interés por el Banco Central, apertura de los mercados, reprimarización de las exportaciones, desregulación del movimiento de capitales especulativos, indiferencia ante la remarcación de precios, devaluación innecesaria con la compañía de la supresión de las retenciones), que provocan una inflación acelerada y una reducción del poder adquisitivo de los sectores de menor ingreso.

Sugiere en cambio no seguir con este proyecto neoliberal que “puede configurar el peor de los mundos imaginables; depresión con alta inflación, es decir estanflación”, que es precisamente lo que está ocurriendo luego de la lamentable desaparición de Ferrer.

El futuro modelo productivo debe basarse en una visión renovada y actualizada del modelo de sustitución de importaciones; como muy bien lo explicaba Aldo en contribuciones recientes.

Ante el viejo modelo de sustitución de importaciones, que no considera las nuevas orientaciones de la producción de bienes en el mundo contemporáneo, y no tiene cómo enfrentar la “restricción externa”, se hace preciso plantear un nuevo escenario. Es imperioso, afirma Ferrer, “…sustituir el futuro, no solo el pasado. Anticiparse a los cambios previsibles impuestos por el avance de la ciencia y la tecnología, incorporando en el tejido productivo las actividades que lideran el desarrollo, para abastecer el mercado interno y exportar. Como las economías avanzadas y emergentes, es preciso ser protagonistas, dentro de la división internacional del trabajo intraindustrial (a nivel de productos, no de ramas) y la formación de cadenas transnacionales de valor”. De allí, se torna indispensable, siguiendo a Ferrer, “…rechazar la actitud resignada de especializarse en las manufacturas simples, bajo el supuesto de que hay actividades que, por su complejidad, exceden las posibilidades del país. Con este criterio, China, Corea del Sur y las otras economías emergentes de Asia no serían hoy economías industriales avanzadas. Por ejemplo, nada impide que la Argentina cuente con una o más empresas terminales en la industria automotriz, para integrar las cadenas de valor con motores y componentes avanzados y, al menos, erradicar el creciente déficit externo del sector. Lo mismo puede afirmarse en las industrias vinculadas a las tecnologías de la información y la producción de bienes de capital”.

Postulamos, con las palabras de Ferrer: “…aumentar las exportaciones de manufacturas, incluso en las actividades de mayor contenido de valor agregado y tecnología. Estos bienes y servicios constituyen la mayor parte y el componente más dinámico del comercio internacional. Las ventajas competitivas en las actividades de frontera no están determinadas por la dotación actual de factores sino por la decisión política. La audacia debe ser un elemento esencial de la estrategia de desarrollo industrial, para integrar el territorio y las cadenas de valor. El país cuenta con los medios y capacidades necesarias para tales fines”.

De este modo, es fundamental “…fortalecer el protagonismo y el entramado de las empresas nacionales, en todas sus dimensiones, pymes y grandes. No se construye un empresariado nacional y el desarrollo del país, delegando el protagonismo en las filiales de las corporaciones transnacionales. No hay empresarios nacionales sin un Estado desarrollista ni desarrollo sin empresarios nacionales. En ningún lado, a lo largo de la historia, el desarrollo ha tenido lugar sobre otras bases que la soberanía, el impulso privado y las políticas públicas. Es necesario un nuevo régimen de inversiones extranjeras. Los mejores referentes al respecto son los existentes en China y Corea del Sur. Se trata de asociar a la inversión extranjera al proceso de transformación, orientándola a la incorporación de tecnología, la ampliación de los mercados externos y la vinculación con empresas locales. Sobre estas bases, las filiales dejan de ser causa para ser parte de la resolución de la restricción externa. Para estos fines es preciso erradicar el vocablo de uso frecuente ‘atraer inversiones’, que implica que el origen de la inversión es esencialmente extranjera, cuando, en la realidad, la fuente fundamental del financiamiento es el ahorro interno. A nivel mundial, las inversiones extranjeras contribuyen con 10% de la acumulación de capital fijo. El 90% restante se financia con ahorro interno de los países”.

Finalmente, urge “…ampliar las bases del cambio tecnológico y la innovación propias, desplegar el triángulo de Sabato, vincular la educación con la capacitación de los recursos humanos necesarios para las ciencias básicas y la tecnología. Los gastos de investigación y desarrollo, en las empresas, las universidades, los organismos públicos pertinentes, son las inversiones de mayor impacto en el desarrollo económico y social”.

De este modo el pensamiento de Aldo Ferrer en este contrapunto de dos proyectos irreconciliables encuentra su plena justificación ante el avance del neoliberalismo, regresivo y excluyente, para lo cual hace falta decisión política y suficiente densidad nacional para acometer la aventura del desarrollo inclusivo y soberano.

Autorxs


Alejandro Rofman:

Investigador Principal del CONICET.