La construcción de la economía solidaria como alternativa al capitalismo en Brasil

La construcción de la economía solidaria como alternativa al capitalismo en Brasil

La economía solidaria emerge como una estrategia de supervivencia. Su expansión en todo el territorio brasileño fue acompañada por una diversificación cultural y por la inclusión de variadas comunidades. En las páginas que siguen, un recorrido por su historia, desde sus orígenes vinculados a la Iglesia Católica, hasta el papel del Foro Social Mundial.

| Por Paul Singer |

El movimiento por la autogestión en Brasil es una de las bases históricas de la economía solidaria. Nació a principios de los años ’80 como resultado de la actuación de militantes que habían estado exiliados en Europa y eran conocedores de las luchas por la autogestión de los obreros de los dos lados de la aún incólume Cortina de Hierro.

Uno de los que se enrolaron en el estudio del socialismo autogestionario fue Claudio Nascimento, intelectual autodidacta y educador popular, quien a partir de 2003 integraría el equipo de la Secretaría Nacional de Economía Solidaria (SENAES) como Coordinador General de Formación. En un relato autobiográfico, él mismo decía: “En 1980 había publicado folletos y ensayos sobre el movimiento obrero y sindical que había surgido en Polonia, el Solidarnosc. En Francia participé en estudios y acciones de apoyo a los exiliados de Solidarnosc que eran apoyados por la CFDT, donde trabajaba. (…) Muchas entrevistas y conversaciones en bares de la periferia de París con dirigentes obreros e intelectuales polacos (…), reuniones con militantes de Lublin que venían por convenio con la Universidad de Louvain La Neuve de Bélgica me llevaron a escribir sobre esta experiencia de autogestión. Realicé investigaciones sobre el movimiento de autogestión en Polonia, el Solidarnosc, en Francia consultando bibliotecas y centros de documentación. La investigación fue publicada en Portugal por ediciones Base-Fut, de Porto”.

“Al la vuelta en Río de Janeiro, me reintegré al Centro de Acción Comunitaria (CEDAC). Con el compañero de la metalúrgica Ferreirinha pasé a formar parte del equipo de formación de la Secretaría Estadual de Formación de RJ. Desde esta época hasta más o menos 1991, viajé por diferentes estados, desarrollando cursos sobre ‘socialismo autogestionario’ para una camada joven de obreros, estudiantes y militantes de movimientos sociales, ávidos de conocimiento sobre una nueva forma de organización de la sociedad y de autores poco o casi nada conocidos entre nosotros: Rosa Luxemburgo, el Austromarxismo, Pannekoek, Mariátegui y experiencias históricas de autogestión”.

El relato de Claudio Nascimento muestra que el Socialismo Autogestionario pasó a tener una divulgación sistemática por una cantidad notable de intelectuales a partir de por lo menos julio de 1983, cuando el autor vuelve a Brasil. En realidad, esta actividad comenzó antes, según él cuenta en su relato: “En 1978-79, con el retorno de los amnistiados habíamos fundado diferentes ONG para llevar este trabajo a varios estados de la federación: en Río fundamos el CEDAC, donde comencé a trabajar. En esta época, ya era asesor de la Pastoral Obrera Nacional (junto con Fray Beto, Fray Eliseu, sindicalistas como João Pires Vasconcelos, José Ibrahim e intelectuales como Piragibe Castro Alves). Trabajábamos con la oposición de sindicatos en todo el país. Esta actividad intensa más de una vez me convirtió en blanco de persecuciones: luego de seguirme durante seis meses, invadieron mi departamento en Río en 1980 durante la ola de terrorismo que asoló el país en ese período (…) Por eso, tuve que salir de Brasil y pasé tres años en Francia trabajando en una central sindical, la CFDT. Este tipo de pasantías se dio en el campo de la formación sindical, ya que estábamos listos para fundar una Central Única de Trabajadores (CUT) e íbamos a precisar personas que supiesen cómo llevar a cabo la formación de una central sindical (no teníamos experiencia en el país por la constante exclusión y prohibición de centrales sindicales)”.

El relato de Claudio Nascimento indica que su incesante actividad intelectual, y en su carácter de educador popular, se desarrolló en estrecho contacto con activistas e intelectuales vinculados con la Iglesia Católica, ciertamente inspirados en la Teología de la Liberación. Un estudioso atento al tema, Pablo A. Guerra, ofrece datos significativos sobre este particular: “En los años cincuenta, un dominicano francés llamado Louis Joseph Lebret habría de marcar a fuego a un grupo de investigadores de diversos países de América, divulgando en el continente una escuela conocida como ‘economía humana’. Paulo VI, que comienza su papado en pleno Concilio, promulgaría inmediatamente su Populorum Progressio (1967), donde se vuelve a mencionar a la Solidaridad como valor indispensable en la búsqueda de un verdadero desarrollo para los pueblos. Esta línea sería continuada por Juan Pablo II, el Papa que más ha contribuido en esta línea de reflexión, al punto de promover en una reunión en Santiago de Chile en 1987 la idea de ‘economía de la solidaridad’ en la cual dijo ‘ponemos todas nuestras esperanzas para América latina’”.

La fuerte afinidad de los socialistas cristianos con el socialismo autogestionario o economía solidaria se manifiesta también en el hecho de que la Corporación Mondragón, la mayor red de cooperativas del mundo, se fundó por iniciativa y liderazgo del padre Arizmendiareta, un auténtico socialista cristiano discípulo del padre Lebret. En Brasil, la economía solidaria pasó igualmente a ser difundida y organizada en buena parte por entidades de la Iglesia como la Pastoral Obrera y Cáritas.

La afinidad del socialismo cristiano o de la Teología de la Liberación con la economía solidaria en Brasil en el ocaso de la dictadura militar es significativa porque comparte desde sus inicios un mismo campo de actuación con la mayoría de los nuevos movimientos sociales que surgieron en el país inspirados por las insurrecciones obreras que se levantaron contra la opresión, tanto en Praga como en París y Varsovia. En este contexto, no deja de ser significativo que el movimiento de la Solidarnosc haya sido predominantemente católico.

El testimonio de Claudio Nascimento deja claro que la prédica del socialismo autogestionario en los años ’80, cuando la caída del régimen militar en Brasil ya era innegable, tuvo lugar en el mismo seno del movimiento obrero, sindical y político. Es este movimiento obrero que resurge mutilado por 14 años de represión total (1964-1978) y que va a dar lugar al Partido de los Trabajadores, una innovación no sólo a la luz de la historia del Brasil sino también de la historia mundial, ya que en la misma época tiene lugar el auge de la contrarrevolución del neoliberalismo, simbolizado por las elecciones y reelecciones de Margaret Thatcher en Gran Bretaña y de Ronald Reagan en los Estados Unidos.

El neoliberalismo surge avasallador desde 1979/80, al mismo tiempo que la Unión Soviética comienza a librarse de las amarras estalinistas que sofocaron durante casi 70 años cualquier iniciativa democrática de la población. Están los que atribuyen la apertura rusa a la ola neoliberal, hipótesis que no tiene ninguna corroboración fáctica. Lo que sorprende en los países capitalistas es la casi total incapacidad de la izquierda para ofrecer resistencia a la ofensiva neoliberal, producida por la falta de una alternativa que no tendría por qué ser socialista, sino sólo democrática, como la que está siendo hoy en día reivindicada por los movimientos de jóvenes de la periferia europea y en los países árabes. Las prolongadas luchas por la democracia y el socialismo trabadas por los movimientos obreros y sus intelectuales orgánicos a lo largo de los siglos XIX y XX prueban que la esencia del socialismo es la democracia sin más adjetivos, aplicada no sólo a la política, sino también a la economía, a la educación escolar, a la asistencia a la salud, al ordenamiento urbano, al cuidado del medio ambiente y demás áreas cruciales de la interacción social.

La fundación del PT en Brasil en 1980 va en contra de la corriente del colapso de la izquierda democrática ante el neoliberalismo en la Unión Europea, los Estados Unidos y en países de América del Sur, al levantar la bandera de la lucha por un socialismo humano y absolutamente democrático. En el manifiesto lanzado en ocasión de su fundación el 10/2/1980, el PT proclama: “El PT afirma su compromiso con la democracia plena y ejercida directamente por las masas. (…) Luchará por sindicatos independientes tanto del Estado como también de los propios partidos políticos. (…) Es preciso que el Estado se convierta en la expresión de la sociedad, lo que sólo será posible cuando se creen las condiciones de libre intervención de los trabajadores en las decisiones sobre sus rumbos. Por eso, el PT pretende llegar al gobierno y a la dirección del Estado para llevar a cabo una política democrática, desde el punto de vista de los trabajadores, tanto en el plano económico como en el social. El PT tratará de conquistar la libertad para que el pueblo pueda construir una sociedad igualitaria, donde no haya explotadores ni explotados”.

En la primera Convención Nacional del PT en 1981, el discurso de Lula decía entre muchas otras cosas: “…queremos con todas las fuerzas una sociedad (…) sin explotadores. ¿Qué sociedad es esta sino una sociedad socialista? Pero el problema no es sólo este. No basta que alguien diga que quiere el socialismo. La gran pregunta es: ¿qué socialismo? (…) Sabemos que no nos conviene, ni está en nuestro horizonte, adoptar la idea del socialismo para buscar medidas paliativas para los males sociales causados por el capitalismo o para administrar la crisis en que se encuentra este sistema económico. Sabemos también que no nos conviene adoptar como perspectiva un socialismo burocrático, que tenga más en cuenta a las nuevas castas de tecnócratas y privilegiados que a los trabajadores y al pueblo. (…) El socialismo que nosotros queremos se va a definir en las luchas del día a día, del mismo modo en que estamos construyendo el PT. [El PT] tendrá que ser la emancipación de los trabajadores. Y la liberación de los trabajadores será obra de los propios trabajadores”.

Lula, es decir, el PT, otorga la decisión sobre la cual será edificado el socialismo a los mismos trabajadores, como garantía de que las luchas que lo definirán serán trabadas de un modo enteramente democrático, como siempre lo han sido, desde los días heroicos de la resistencia a la represión en S. Bernardo do Campo. El compromiso del PT y de su líder fundador es que la democracia vigente en el país tendrá que tornarse cada vez más participativa, para que su destino poscapitalista pueda ser objeto de la decisión directa de los trabajadores.

El tema socialismo y democracia vuelve a tratarse en 1987, en el 5º Encuentro Nacional del PT en el punto 46 de sus resoluciones: “La ausencia de democracia, del derecho a la libre organización de los trabajadores, es contraria al socialismo por el cual luchamos. Más aún cuando sabemos, a partir de diversas experiencias históricas, que esa ausencia se elevó a casi un principio permanente, cuyas consecuencias se pueden ver hoy en día en la especie de callejón sin salida que viven varios países que hicieron la revolución y que es el fundamento, por ejemplo, de la lucha de los trabajadores polacos en torno a Solidaridad, al que el PT ha apoyado”. Vale la pena destacar que el apoyo a la lucha del Solidaridad polaco implica, si bien no todavía un compromiso, una inclinación del PT al socialismo autogestionario reivindicado por aquel famoso sindicato.

Hace siglos que se experimenta la democracia en diferentes lugares y épocas, pero ha logrado la adopción por primera vez a nivel mundial casi por unanimidad, por lo menos como ideal político. Estas tentativas democráticas, que se generalizaron luego de la caída de las dictaduras estalinistas, chocan hoy con la extrema concentración del capital, de la riqueza y de la renta, que resulta de la total libertad de movimiento del capital, impuesta por la hegemonía neoliberal en la mayoría de los países del primer mundo y por ende en los organismos multilaterales de la ONU como la Organización Mundial del Comercio y el Fondo Monetario Internacional.

Brasil, hoy gobernado por el PT y una alianza de partidos, constituye una brillante excepción, junto con un buen número de países de América del Sur y de Extremo Oriente, a este panorama desolador de retroceso, que aún prevalece en América del Norte y Europa. Esta excepcionalidad brasileña se debe en gran parte al Partido de los Trabajadores, el mayor partido del país y que es la matriz, conjuntamente con las ONG y los movimientos sociales, de este proceso de construcción ideológica y política de la economía solidaría como alternativa viable al capitalismo en su actual fase neoliberal.

El PT disputó la presidencia de la república con candidato propio desde la primera elección directa en 1989 y perdió las tres primeras, siempre ocupando el segundo lugar, lo que lo convirtió en el mayor partido de oposición desde 1990. El crecimiento electoral del PT al principio fue lento, pero se aceleró a partir de 1988, cuando ganó el gobierno municipal de San Pablo, la mayor metrópolis del país, y el de otras dos capitales de estado y decenas de municipios grandes, medianos y pequeños. Desde ese momento, el PT pasó a enfrentar los problemas que surgen del ejercicio del poder ejecutivo, sin tener acceso a recursos que le permitiesen cumplir con la mayor parte de sus plataformas de gobierno. Una enorme inflación prácticamente paralizó las políticas de fomento del desarrollo económico entre 1980 y 1994, manteniendo la economía brasileña en semi estanflación durante las dos décadas finales del siglo XX.

La estabilización de los precios se logró a través del Plan Real, que fue ejecutado dentro de las reglas del neoliberalismo, con una brutal apertura del mercado interno a la importación de bienes industriales de países con costos laborales mucho menores que los vigentes en Brasil, lo que provocó una fuerte crisis industrial, con pérdida de millones de puestos de trabajo y un crecimiento masivo del desempleo, gran parte del cual resultó de larga duración. En esta coyuntura trágica de empobrecimiento y exclusión social, que se agravó durante las dos décadas perdidas, la economía solidaria emerge como una estrategia de supervivencia a la que recurren cada vez más trabajadores, amparados por los Proyectos Alternativos Comunitarios, PAC, implantados por Cáritas, por las Incubadoras Tecnológicas de Cooperativas Populares protegidas por universidades públicas y por una buena cantidad de ONG, en gran parte vinculadas con la Iglesia Católica, con algo de acceso a recursos de la llamada ayuda internacional.

La economía solidaria ha sido propiciada desde entonces por el apoyo de movimientos sociales con asistencia de sectores organizados de la sociedad civil: Comunidades Eclesiásticas de Base, Pastorales, sindicatos obreros, movimiento estudiantil que actúa en Incubadoras o entidades similares, movimientos de trabajadores rurales sin tierra, captadores de residuos reciclables, poblaciones de esclavos, indígenas, mujeres, ex internos de manicomios, sin hablar de la solidaridad entre vecinos que forma parte de la cultura de las clases trabajadores de renta baja.

El apoyo del poder público provino inicialmente de municipalidades, casi todas del PT. El movimiento político de la economía solidaria se desarrolla de forma molecular durante los años ochenta y emerge en la escena pública con la realización de los primeros Foros Sociales Mundiales a partir de 2001. Hay un importante proceso de reconocimiento mutuo entre todos los movimientos sociales involucrados en la economía solidaria a partir de la segunda mitad de los años noventa, de modo que cuando el primer Foro Social Mundial tiene lugar en 2001 en Porto Alegre, ciudad gobernada por el PT desde 1989, el movimiento de la economía solidaria tiene una presencia destacada y provoca un considerable interés entre los millares de participantes nacionales y extranjeros.

En el año 2000 Lula resolvió promover una serie de debates sobre el socialismo en el PT, teniendo en cuenta la nueva situación creada dentro del partido como resultado de la crisis mundial del “socialismo real”, que venía siendo progresivamente abandonado por países y partidos. Como era de esperar, el socialismo autogestionario, por entonces ya identificado como economía solidaria, fue objeto de debate por parte de los dirigentes del partido y resultó adoptado por el PT casi sin oposición. Lula fue una vez más candidato a la presidencia en 2002 y se empeñó en incluir en su plataforma el apoyo a la economía solidaria, que ya venía creciendo vigorosamente, aunque todavía era largamente ignorada por la opinión pública. La victoria de Lula fue recibida con enorme entusiasmo por la población, que esperaba que el nuevo gobierno efectuara profundos cambios en la sociedad.

El movimiento de la economía solidaria, movido por la misma esperanza, dirigió al presidente electo pero aún no en funciones, una carta en la cual solicitaban la creación de la Secretaría Nacional de Economía Solidaria dentro el Ministerio de Trabajo y Empleo. La propuesta contó con el apoyo del futuro ministro de Trabajo, Jacques Wagner, y tuvo la aprobación de Lula. Esta decisión le permitió al movimiento de la economía solidaria, que hasta ese momento aún no tenía carácter nacional, obtener la oportunidad y le impuso la necesidad de cubrir todo el extenso territorio nacional, lo que cambió su carácter en una dimensión que sólo se pudo percibir en forma gradual a lo largo de los años posteriores.

La creación de la SENAES tuvo que esperar la aprobación de la ley que reorganizó el gobierno brasileño, por medio de la cual también se reguló la creación de otros ministerios y secretarías. Fue una espera de un semestre, durante el cual el movimiento de economía solidaria debatió las políticas a ser desarrolladas por la SENAES en dos reuniones plenarias. Cuando llegó el día de la puesta en funciones de la secretaría, se convocó a una tercera reunión plenaria en Brasília, que finalmente fue la más grande de todas y contó con la presencia de 800 delegados de 20 de los 27 estados brasileños. En esta reunión se fundaron dos entidades que se convirtieron en las principales socias de la SENAES: el Foro Brasileño de Economía Solidaria, que reúne desde entonces a los emprendimientos de economía solidaria de todo el país y a todas las organizaciones de la sociedad civil que fomentan la economía solidaria, y la Red Nacional de Administradores Públicos de Economía Solidaria, a la cual pertenecen los responsables de los organismos estaduales y municipales de apoyo y promoción de la economía solidaria.

La SENAES fue recibida con simpática curiosidad no sólo por los funcionarios del Ministerio de Trabajo, sino también por los de los ministerios responsables de las políticas sociales y de defensa de los derechos de las mujeres, los negros, los indígenas y otras “minorías” socialmente excluidas y discriminadas, lo que llevó a la secretaría a organizar cursos de formación e información sobre economía solidaria para funcionarios públicos federales. Todas las veces, el número de inscriptos superaba por lejos la cantidad de alumnos esperada. La satisfacción de la curiosidad reforzó la simpatía por la economía solidaria, lo que generó que, al cabo de pocos años, nada menos que 22 ministerios del gobierno federal desarrollaran políticas de fomento de la economía solidaria en asociación con la SENAES.

Del mismo modo, creció incesantemente la cantidad de estados y municipios que realizan acciones de difusión y apoyo a la economía solidaria. En realidad, la economía solidaria ya venía aumentando vigorosamente antes de la victoria de Lula y de la creación de la SENAES, de modo que es difícil saber cuánto de la aceleración de este crecimiento debe atribuirse a la ampliación de las políticas de fomento resultantes de la creación de la SENAES o a la dinámica propia del movimiento. La expansión de la economía solidaria a lo largo del extenso territorio brasileño hizo que esta sea cada vez más diversificada culturalmente con la inclusión de variadas comunidades tradicionales: poblaciones de esclavos, indígenas, abridores de coco, caucheros, pescadores artesanales, marisqueros, cultivadores de peces y frutos del mar y una profusión de artesanos, desde bordadores hasta apicultores, cultivadores de plantas medicinales, etcétera.

Esta creciente diversidad cultural ha enriquecido a la economía solidaria al reunir obreros de empresas recuperadas, que traen a la economía solidaria la reciente experiencia de la lucha de clases, con pueblos que cultivan los valores de la economía solidaria en función de sus propias tradiciones transmitidas de generación en generación desde hace muchos años. Con respeto por lo diferente, la diversidad extiende los horizontes de los participantes de la economía solidaria e incrementa su capacidad de aprovechar los avances y retrocesos, las ganancias y las pérdidas, para extraer las enseñanzas que facilitan la convivencia y agudizan la inteligencia colectiva para enfrentar nuevos desafíos.

Autorxs


Paul Singer:

Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidade de Sâo Paulo (USP). Doctor en Sociología por la USP. Secretarío Nacional de Economía Solidaria del Ministerio de Trabajo y Empleo. Ex profesor de la Facultad de Economía de la USP. Docente de Demografía en el Departamento de Estadística de la Facultad de Higiene y Salud Pública de la USP. Fundador del Centro Brasileño de Planificación (CEBRAP). Militante de la Economía Solidaria. Ex Secretario de Planificación de la ciudad de Sâo Paulo.