La actuación contradictoria de los dirigentes industriales en relación al desarrollo industrial en la Argentina (1988-2001)
El artículo bucea un tema escabroso de economía política como es el del rol de los dirigentes empresarios entre el apoyo inicial a las reformas neoliberales de fines de la década de 1980 y las críticas que particularmente algunos de ellos tuvieron en la UIA hacia el final de la década de 1990, destacando el contrapunto particularmente con la banca acreedora externa.
Introducción
Aunque a primera vista puede parecer contradictorio, los empresarios industriales, en particular los más grandes, no resultan siempre actores positivos para el desarrollo industrial de nuestro país. Es a partir de esa constatación que en este artículo nos proponemos describir dos modos diferentes de actuación de los principales dirigentes de estos grandes empresarios, cada uno de los cuales contribuyó a la implementación de políticas económicas con consecuencias muy distintas para el desarrollo industrial, en un caso negativas y en el otro positivas. Haremos especial hincapié en las actuaciones de los dirigentes de la Unión Industrial Argentina (UIA), por ser esta la cámara empresaria más tradicional e importante de representación del sector industrial, aunque no dejaremos de hacer referencia a lo actuado por los referentes de otras cámaras.
El período que abordaremos es 1988-2001. Básicamente, en el inicio de esta etapa la intervención de estos referentes favoreció las políticas de acumulación financiera que agravaron el deterioro del desarrollo industrial ya iniciado en 1976, durante la última dictadura cívico-militar. En cambio, hacia el final del período, sobre todo a partir de 1998, asumieron posiciones contrarias a la continuación de tales políticas y en favor de la recuperación de cierto desarrollo industrial.
Del análisis de este período se podrán extraer conclusiones que sirven para analizar la actuación reciente de los dirigentes empresarios, dadas las semejanzas de las políticas económicas de aquella etapa con las que lleva adelante la administración de Mauricio Macri desde 2015, y el favoritismo extendido con el que este contó entre los grandes empresarios, a la hora de su elección como presidente.
De esta breve presentación inicial ya podemos extraer una pregunta fundamental que ha guiado el desarrollo de este escrito. Se trata de un interrogante recurrente en la Argentina: ¿cómo es posible que, en determinados períodos históricos, los principales dirigentes de los grandes empresarios industriales hayan actuado en favor de políticas que ostensiblemente perjudicaron el desarrollo industrial?
El período mencionado empieza con la acentuación de la crisis económica que finalmente, hiperinflación mediante, condujo al retiro anticipado del gobierno de Raúl Alfonsín, cubre las dos administraciones de Carlos Menem (1989-1995 y 1995-1999), y concluye con la crisis económica que produjo el derrumbe del modelo de la Convertibilidad en diciembre de 2001, forzando la salida prematura del gobierno de Fernando de la Rúa.
Descripción de la actuación de los dirigentes (1988-2001)
Pues bien, en el inicio del período señalado, hacia 1988, los principales dirigentes de la UIA, incluido su presidente, intervinieron mayoritariamente en favor de las reformas neoliberales que impulsaron los bancos acreedores externos de la Argentina. Es decir, las políticas de desregulación comercial, desregulación financiera, privatización masiva de empresas públicas (con aceptación de la capitalización de deuda externa) y reconversión del Estado. Este combo de reformas, a las cuales se sumó a partir de 1991, ya con Domingo Cavallo como ministro de Economía, la llamada Ley de Convertibilidad (la cual restringió la posibilidad de abandonar las políticas referidas), provocó un deterioro mayúsculo en el desarrollo industrial y una acentuada extranjerización del sector, lo cual tuvo como consecuencia el desplazamiento de algunos grandes empresarios industriales argentinos de la cúpula económica. Por supuesto, más allá del campo empresario, estas políticas tuvieron efectos gravísimos en términos de aumento de la pobreza y el desempleo, a la vez que agravaron el deterioro de la cobertura pública en salud, educación y vivienda, dando por resultado una situación social dramática. Debe recordarse que mientras que en 1991 la tasa de desempleo era del 6%, esta fue ascendiendo hasta llegar en 1999 al 13,8%, y en 2001 al 18,3%. Por su parte, la población pobre pasó del 21,5% en 1991 al 26,7% en 1999, y finalmente al 35,4% en 2001, y la población indigente ascendió del 3% en 1991 al 6,7% en 1999, y al 12,2% en 2001 (fuente: Área de Economía y Tecnología de la FLACSO).
Entre los referentes de los grandes empresarios industriales que apoyaron estas medidas podemos señalar en primer lugar al presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), Gilberto Montagna, por ese entonces dueño del grupo económico Terrabusi. Luego, también podemos destacar a los distintos representantes del grupo económico Bunge y Born, algunos de los cuales, como Miguel Ángel Roig y Néstor Rapanelli, asumieron el cargo de ministro de Economía en el inicio de la primera administración de Carlos Menem, así como a los representantes del grupo económico Arcor. Estos dirigentes empresarios provienen del sector de la agroindustria, así que además de actuar en la UIA, integraban la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (COPAL).
Por supuesto que tales políticas recibieron apoyo de otras cámaras empresarias. En este sentido, debe recordarse la activa militancia de los dirigentes de la Sociedad Rural Argentina (SRA) en pos de estas reformas, exteriorizada en la recordada silbatina que recibió el presidente Raúl Alfonsín en su discurso frente a los socios de esta cámara en Palermo. Así como también debe mencionarse el apoyo a esta misma orientación económica de parte de Consejo Empresario Argentino (CEA) y de la Cámara Argentina de Comercio (CAC).
En un sentido contrario, a partir de 1998, encontramos que los principales dirigentes industriales de la UIA cambian por completo su modo de posicionarse, actuando en contra de la profundización de las políticas mencionadas anteriormente, y objetando la intervención del Fondo Monetario Internacional (FMI) a favor de la profundización de las mismas. En esta línea, hemos registrado que intervinieron en contra de la apertura comercial indiscriminada (en un contexto favorable a la importación dada la vigencia de la convertibilidad entre el peso y el dólar), en contra de las altas tasas de interés de las que se benefician los bancos y en contra de las tarifas dolarizadas de las compañías de servicios privatizadas. Mientras denunciaban que la continuación de esas políticas producía el crecimiento exorbitante del endeudamiento externo, con el ajuste estructural consiguiente, y llevaba a un círculo vicioso que impedía el crecimiento económico. En cambio, intervinieron en favor de la recuperación de una dinámica económica expansiva que permitiera la recuperación del mercado interno, la recuperación de cierta capacidad de regulación económica estatal (de estilo keynesiano) y la defensa del empresariado nacional. Es importante destacar que en todas las propuestas que realizaron, jamás se insinuó la suspensión del pago de la deuda externa. Por el contrario, cada medida que sugirieron estuvo justificada en que solo la recuperación de la actividad económica permitiría cumplir de modo sostenible con los pagos a los acreedores.
Para darse una idea del peso del endeudamiento externo, debe resaltarse que este pasó de 9.278 millones de dólares en 1976, a 45.290 millones en 1983, 65.257 millones en 1989, 145.289 millones en 1999 y finalmente a 139.783 millones en 2001 (fuente: Área de Economía y Tecnología de la FLACSO).
Entre los referentes empresarios que actuaron en este sentido podemos identificar a Claudio Sebastiani, Osvaldo Rial e Ignacio de Mendiguren, los cuales fueron sucesivamente presidentes de la UIA durante el período en que asumieron estas posiciones. También podemos mencionar a varios representantes del grupo económico Techint como Paolo Rocca, Roberto Rocca, Javier Tizado, Luis Betnaza y Eduardo Baglietto (este último presidente de la Cámara Argentina de la Construcción –CAMARCO–). Pero a estos también se suman representantes de la COPAL, de cuyo sector habían provenido los referentes que con más ahínco habían apoyado las reformas neoliberales en 1988, tales como Alberto Álvarez Gaiani (quien asumirá como presidente de la UIA en 2003), o Luis Pagani, del grupo Arcor. Como podemos ver, no se trata solamente de empresarios individuales que diez años después cambian su actuación, sino que institucionalmente, tanto la UIA como la COPAL, en la cabeza de sus principales representantes, revierten por completo su modo de intervención.
Cerca y lejos de los acreedores externos
Para llevar adelante el análisis de estos dos modos de actuación, es necesario empezar por destacar una diferencia fundamental entre ellos. Así pues, mientras en el primer período los dirigentes industriales mencionados se alinearon con los bancos acreedores externos de nuestro país, en el segundo hacen todo lo contrario. En efecto, si hacia 1988 los empresarios industriales siguieron las posiciones que promulgaban aquellos bancos; a la inversa, desde 1998 y hasta el fin de la Convertibilidad en 2001, no solo toman distancia de las posiciones que aquellos asumen, sino que se oponen a los mismos, acusándolos de ser los únicos beneficiarios (junto con las empresas privatizadas) de las políticas implementadas durante la década de los ’90. Y además, acompañan estas posiciones con la crítica explícita a la continuación, en sus propias palabras, de una economía financiera y antiproductiva, basada únicamente en el permanente ajuste del gasto público. En efecto, por ese entonces, el principal blanco de las críticas de la UIA fue la Asociación de Bancos de Argentina (ABA), la única cámara patronal de bancos privados de la Argentina existente en ese momento, tras la fusión, en 1999, de la Asociación de Bancos Argentinos (ADEBA), constituida por bancos privados de capital local, y la Asociación de Bancos de la República Argentina (ABRA), constituida por bancos privados de capital extranjero. Sin dudas, la ABA fue la cámara patronal que con más decisión sostuvo hasta su estallido final la continuación de la Convertibilidad. Es de interés destacar que ambas cámaras patronales bancarias se habían fusionado como consecuencia de la extranjerización pronunciada del sector bancario y la casi desaparición de grandes bancos privados de capital local.
Marco histórico, económico e ideológico del inicio y crisis de las reformas neoliberales
Para iniciar un análisis de las razones que mueven a los dirigentes empresarios a actuar en las diferentes maneras que hemos descrito, tenemos que empezar por considerar el contexto histórico de fines de la década de los ’80. En este sentido, el inicio del período del que nos ocupamos está marcado por la imposición de la hegemonía mundial del neoliberalismo, tras las reformas de Ronald Reagan y Margaret Thatcher y el posterior desmoronamiento del bloque soviético. Se trata de un capitalismo globalizado con predominio de la acumulación financiera. En ese tipo de capitalismo la rentabilidad de las inversiones financieras es superior a la de las inversiones productivas. Esto modificó el comportamiento microeconómico de las empresas industriales, las cuales, en consonancia con el modelo de capitalismo vigente, ampliaron el espectro de sus inversiones financieras en detrimento de las productivas.
La extensión de este modelo en escala mundial favoreció la consolidación del modelo de valorización financiera iniciado en 1976 en nuestro país bajo la gestión económica de José Martínez de Hoz. En particular, el fuerte aumento del endeudamiento fue clave para incrementar la capacidad de influencia de los acreedores en la dirección de la política económica de la Argentina. En este marco económico, fueron los diagnósticos y las propuestas económicas de los bancos y de los inversores institucionales financieros (entre los cuales hay cada vez menos diferencias, por la desregulación financiera que progresivamente admiten los Estados nacionales) los predominantes dentro del conjunto del campo empresario. Es importante remarcar que los grandes industriales locales apoyaron las propuestas de los acreedores, porque vieron en ellas la oportunidad de asociarse con capitales extranjeros para participar en la privatización de las empresas públicas, de las que antes eran solo proveedores.
La definición de modelo de valorización financiera corresponde a Eduardo Basualdo, cuyos múltiples escritos sugerimos leer.
Sin embargo, diez años después, aquellas reformas habían producido una mayor financiarización de la economía, el crecimiento exorbitante de la deuda externa, una concentración y extranjerización de la cúpula económica en detrimento de los grandes industriales locales. En efecto, muchos industriales se vieron desplazados del lugar de privilegio que habían ocupado en la cúpula económica. Este es el caso por ejemplo de los grupos económicos Bagley, Alpargatas y Loma Negra. Aunque el caso más saliente para nuestro análisis fue el de Gilberto Montagna, pues aquel que desde la conducción de la UIA había apoyado las reformas neoliberales, en 1994 tuvo que vender su empresa insignia Terrabusi al grupo extranjero Nabisco.
Los efectos “no esperados” de estas políticas en contra de los grandes industriales de la Argentina; la separación del capital accionario de las asociaciones que los capitales extranjeros y locales habían conformado para adquirir las empresas estatales, debido a que los últimos vendieron sus participaciones en las asociaciones a los primeros, sumado a que los grandes empresarios locales retenían un parte muy grande de sus dólares en el extranjero, con lo cual una salida de la convertibilidad, con la consiguiente devaluación, podía darles grandes posibilidades de reingresar ventajosamente aquellos dólares al mercado local, llevaron a que la mayoría de los grandes industriales locales cambiaran su modo de intervención diez años después.
Intereses particulares e intereses generales
De modo general, otro contraste que podemos observar entre los dos modos de intervención es que, en el primer caso, los dirigentes industriales actúan en pos de intereses en extremo particulares; mientras que en el segundo caso, si bien no actúan en función del interés general, al menos intervienen en defensa de intereses algo menos particulares, y algo más generales, en el sentido de que consideran las necesidades de otros actores económicos y sociales con la intención de sumarlos como aliados. Este otro tipo de intervención se manifiesta en la estrategia que llevan adelante a partir de 1998, de construir acuerdos con otros actores económicos empresarios y no empresarios, en función de delinear un programa que permita salir de la crisis, contemplando intereses algo más amplios. Esta actuación los llevará a conformar el denominado Grupo Productivo, conformado por la UIA, la CAMARCO y las Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), el cual mantuvo relaciones permanentes con la Confederación General del Trabajo (CGT) y con figuras centrales de los dos partidos mayoritarios de la Argentina: Raúl Alfonsín, de la Unión Cívica Radical (UCR), y Eduardo Duhalde, del Partido Justicialista (PJ), quien, tras la renuncia de De la Rúa, sería nombrado presidente interino por el Congreso de la Nación.
Es de destacar que si bien la UIA emprendió propuestas que sumaron a otros actores económicos y sociales, otras cámaras empresarias, que también criticaban la política económica, como la SRA o la CARBAP (aunque también habían apoyado resueltamente las reformas neoliberales de fines de los años ’80), en lugar de proponer la implementación de políticas para salir de la crisis que contemplasen las necesidades más amplias de otros sectores, promulgaban la implementación de medidas en extremo parciales, para compensar los límites impuestos por la propia convertibilidad, orientadas únicamente a defender sus propios intereses, del estilo de la baja del costo de los peajes y los combustibles o la eliminación total de todo tipo de impuestos.
Conclusión: de 1988 a 2015
En síntesis, nos hemos ocupado principalmente de describir dos modos diferentes de intervención de los dirigentes que representan a los grandes empresarios industriales de la Argentina, haciendo especial énfasis en aquellos que actúan en la UIA. En el primer caso, hacia 1988, intervienen en favor de la implementación de reformas neoliberales, respaldando las propuestas económicas de los bancos acreedores externos, lo cual tendrá efectos contrarios al desarrollo industrial, y lo hacen en defensa de intereses en extremo particulares. Mientras que en el segundo caso, intervienen en contra de la profundización de aquellas políticas y a favor de la recuperación parcial de la capacidad regulatoria del Estado (de estilo keynesiano), en función de la recuperación de cierto desarrollo industrial, y del lugar del capital nacional en el mismo. En este cambio de actuación asumen posiciones contrarias a las propulsadas por los bancos acreedores, y amplían algo más el espectro de intereses contemplados, al articular con otros actores económicos y sociales.
A su vez, hemos avanzado en un registro algo más explicativo, intentando dar cuenta de algunas de las razones que llevan a los dirigentes empresarios a actuar de modos diferentes, mencionando los condicionamientos económicos e ideológicos del marco histórico mundial, esto es, la imposición global del neoliberalismo y la comprobación de sus efectos diez años después; y el diagnóstico de los intereses que los mueven a hacerlo.
Hemos procurado, también, que el análisis desarrollado acerca de la actuación de los principales dirigentes empresarios del sector industrial durante el período 1988-2001 pueda darnos algunas claves para entender el apoyo que cíclicamente la mayoría de estos otorga a la implementación de las políticas económicas de estilo financiero, que perjudican el desarrollo industrial y empeoran todos los índices de desarrollo económico-social. En el caso de los últimos años, este tipo de políticas ha sido llevada adelante por la administración de Mauricio Macri con el apoyo de aquellos dirigentes empresarios, repitiéndose desde 2015 una situación similar a la de 1988, durante el inicio de las reformas neoliberales.
Autorxs
Eduardo Gálvez:
Investigador del Área de Estudios sobre la Industria Argentina y Latinoamericana (AESIAL, FCE, UBA). Licenciado en Sociología por la UBA. Doctor en Historia y Civilizaciones por la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS), Doctor en Ciencias Sociales por la FLACSO. Magister en Investigaciones Comparadas sobre el Desarrollo (EHESS). Docente en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, UNIPE, USAL y UCSE. Sus temas de investigación están relacionados a la actuación político-gremial de los dirigentes empresarios y de sus cámaras de representación.