Hidrocarburos. Resumen y balance 2015-2017
El desempeño del sector energético en estos dos años de gobierno de Mauricio Macri acumula elementos negativos: a la caída de la producción se suman el retroceso de YPF en beneficio de Shell –la multinacional de donde proviene el ministro Aranguren–, el incremento de la dependencia y el deterioro de la balanza comercial.
Juan José Aranguren se presentó por primera vez en público el 15 de diciembre de 2015. Allí anunció que, en los próximos días, su cartera habría de declarar la emergencia energética nacional. De no tomar urgentes “medidas correctivas”, explicó el aún accionista del Grupo Shell (no alcanza con haber vendido las acciones sino comprometerse formal y oficialmente a no recomprarlas una vez concluido su mandato), el colapso energético y eléctrico serían catastróficos. Y esto, supuestamente, porque los gobiernos anteriores habían dejado al país sin gas, petróleo, combustibles, capacidad de generación, inversiones y nueva infraestructura capaces de abastecer tanto la nueva demanda como la insatisfecha. Igual para la dependencia energética y el déficit comercial del sector, que aparentemente rayaban lo incompatible con la seguridad económica nacional. Se trataba, lógicamente, de las tradicionales excusas para justificar el aún más tradicional ajuste neoliberal, en este caso aplicado a la energía. Debajo, se propone un balance del sector para los dos primeros años de Mauricio Macri, máximo responsable de haber otorgado a la multinacional petrolera angloholandesa Shell el control de la política energética argentina.
Petróleo
Cerró en 2017 cayendo un 6,3%, la peor caída desde 1999 y los niveles más bajos de producción desde 1992. Respecto de 2015, una retracción acumulada del 10%. Todas las provincias productoras extrajeron en 2017 menos petróleo que en 2015. Por ejemplo, la más importante de ellas, Chubut, se desplomó un -12%. La magnitud de la caída es tal que los niveles chubutenses son los más bajos desde 2003. Por su parte, las importaciones de petróleo de 2016 y 2017 (sumadas) son un 44% superiores a las de 2008 y 2015, y equivalen a un 78% de todo el petróleo importado durante los tres gobiernos precedentes, esto es, entre 2003 y 2015. De las cuencas Neuquina y del Golfo San Jorge se extrajo, en 2017, el 89% del crudo producido en el país. Pues bien, la producción de la primera cayó 4,2% en 2017 (6,4% menos desde 2015) y la de la segunda, un 7,5% (12% menos desde 2015). Por último, cabe añadir que, desde la asunción de Aranguren, el precio internacional del WTI se recuperó un 55% (a diciembre de 2017). A pesar de ello, se dio la declinación en la producción que fuera descripta.
Gas
Cerró su producción en 2017 cayendo un 1%, la primera caída desde 2014. Si bien en 2016 había crecido un 4,9%, no puede dejar de mencionarse que el 91% de dicho crecimiento obedeció a un único yacimiento, puesto en marcha en 2013 pero que recién comenzó a producir en febrero de 2016. En otras palabras, del 4,9% de expansión, 4,4 puntos porcentuales obedecen al aporte de un megayacimiento gasífero proveniente de la “pesada herencia” (Vega Pléyade, Tierra del Fuego). Al analizar la producción por provincia, se advierte que, a excepción de Neuquén, Tierra del Fuego y Río Negro, las restantes extrajeron menos cantidades en 2017 que en 2015. No obstante, las tres que crecieron lo hicieron desacelerando fuertemente su producción respecto de 2016 y, en algunos casos, de 2015. Neuquén, que explica la mitad del gas extraído, redujo su tasa del 7,5% en 2015 a un 2% en 2017. En cuanto a las importaciones de gas, las de 2017 ya superaron las de 2015 en un 4%, año duramente criticado en materia energética por quienes hoy administran el país. Lo acontecido específicamente con el gas no puede divorciarse de las adecuaciones tarifarias y del precio del gas en boca de pozo tomadas desde 2016 a la fecha, adecuaciones que, según explicó el Ministerio de Energía en infinidad de resoluciones y documentos, supuestamente ofrecía una “solución integrada y previsible al suministro de gas, (…) que ayuda a recuperar la producción y reducir las importaciones”. A dos años de tarifazo, la producción cayó y las importaciones aumentaron. Al frente de estas últimas, directa e indirectamente, se encuentra Shell, vía compras a Chile como de GNL, variante en la que la firma angloholandesa cuadruplicó su participación entre 2016 y 2017. Es importante agregar que, de haberse cuidado la producción de Neuquén, no hubiese sido necesario importar gas desde Chile (ni su equivalente en GNL).
Regalías
Santa Cruz perdió, en concepto de regalías petroleras, entre enero y octubre de 2017, sobre iguales meses de 2015, 88 millones de dólares (30% de caída medida en la misma moneda). Los nuevos precios del gas en boca de pozo no pudieron compensar, al aportar un adicional de aproximadamente 20 millones de dólares en igual período. Chubut perdió 80 millones en petróleo (-25%) y recibió un adicional de apenas 13 millones en gas; Mendoza, 36 millones (-19%) contra 8 millones; Río Negro, 28 millones (-29%) contra 20 millones. La excepción fue Neuquén, ya que perdió 105 millones en petróleo (-35%) pero recibió un adicional en gas de 237 millones. La diferencia entre esta última jurisdicción y las restantes –solo por su capacidad gasífera– lesiona el federalismo y refleja un grave problema de unitarismo provincial hidrocarburífero apuntalado por la actual administración.
Combustibles
Entre 2016 y 2017, YPF, Shell, Axion y Trafigura mejoraron sus ventas de combustibles al público (en volumen). Su ascenso fue muy superior al descenso registrado por Petrobras y Oil Combustibles, entre otras. Ahora bien, sucede que el ascenso –las nuevas ventas– se repartió muy desigualmente: YPF un 9%, Shell un 58%, Axion un 3% y Trafigura un 26%. Trafigura, cabe recordar, empresa holandesa, acaba de adquirir la refinería de Pampa Energía y su cadena de estaciones de servicio (Petrobras). En otras palabras, Shell y Trafigura (a la sazón, angloholandesa y holandesa) absorbieron un 84% de las nuevas ventas de combustibles entre el primero y segundo año de mandato de Macri. A nivel mercado interno, la demanda de naftas y gasoil creció 3,4% entre 2017 y 2015. Si cruzamos esta expansión con la obtención de estos productos por parte del parque de refinación local que apenas aumentó un 0,6%, vemos pues que la mayor demanda se está compensando con un aumento de las importaciones. ¿Cuánto crecieron? Un 31% desde 2015. En este sentido, comparando el bienio 2016/17 vs. 2014/15 vemos que las compras externas de naftas y gasoil de todas las empresas del sector, a excepción de YPF, registraron aumentos. La primera fue Shell, con un 138%. La diferencia respecto del resto es notable, sobre todo con YPF, que se contrajo un 44 por ciento.
Refinación
El crudo refinado extranjero saltó del 3% en 2015 al 4,2% en 2017, un porcentaje histórico. A la cabeza de la utilización del crudo importado por las refinadoras está Shell, con un incremento del 242% considerando el bienio 2016/17 vs. 2014/15. YPF, por su parte, cayó un 32%. Los volúmenes obtenidos de subproductos derivados del petróleo fueron, en 2017, inferiores a los de 2015 en un 5,5%. En cuanto a la obtención de naftas y gasoil, aumentaron un 0,6% entre iguales años. El crudo refinable de origen local provino, en 2017, en un 90,5% de las cuencas Neuquina y del Golfo de San Jorge. Sucedió que, ese mismo año, su participación en el total de crudo refinable a nivel nacional cayó 3,6% (un 8% desde 2015), mientras que el extranjero subió un 37% (un 29% desde 2015). Aquí está la explicación básica de por qué la producción nacional de petróleo viene cayendo, a pesar de la recuperación de los precios internacionales. Si bien la extranjerización del petróleo que ingresa a las refinerías del país es alarmante, el parque de refinación todavía se abastece en más de un 95% con crudo argentino. No obstante, el tarifazo de los combustibles ya nos ubica con precios por encima de los de Chile, que importa el 100% del petróleo que refina, y camino a igualar los de Uruguay, entre los más caros del planeta, también importador del 100% del petróleo procesado.
Dependencia energética y balanza comercial
La dependencia mide el peso de las importaciones en la demanda local (a mayor participación, mayor dependencia de fuentes foráneas). Pues bien, la petrolera aumentó a su nivel más alto desde 2011, casi cuadruplicando la de 2015, aunque, si consideramos los dos años de macrismo, estamos en presencia de la peor marca de los últimos veinte años (desde 1997/98). Igual derrotero siguieron la dependencia gasífera y la de combustibles: en 2017, por arriba de 2015. Lógicamente, la combinación entre demandas estancadas o levemente inferiores, menores producciones e importaciones en exponencial ascenso agudizaron la dependencia energética. En relación con la balanza comercial energética, entre 2016 y 2017 empeoró un 25%, al saltar de 2.561 millones de dólares a 3.207 millones.
YPF
Se trata, además de una empresa propiedad del Estado nacional emblema del pueblo argentino, de la primera productora de gas y petróleo del país. La producción de gas cayó 2% en 2017 (descontando la compra de dos yacimientos importantes a fines de 2016). Es la primera caída desde 2012 (YPF creció sin pausa entre 2013 y 2016, inclusive). En petróleo no hace falta restar nada: la disminución fue del 5%. Más allá de la magnitud del hundimiento, es la primera declinación desde 2011 (se había crecido entre 2012 y 2016, inclusive). ¿Qué ocurrió? YPF redujo fuertemente sus inversiones, en una actitud común a las principales productoras. Esto se vio reflejado en su actividad perforadora: 63% menos de pozos perforados en 2017 respecto de 2015. Tan agudo fue el derrumbe, que se ubicó un 16% debajo de la perforación de 2009. En el terreno de los combustibles (medido en ventas de naftas y gasoil al público), YPF sufrió una retracción de 3 puntos porcentuales, al bajar del 58% en 2015 al 55% en 2017. No hay otra petrolera/refinadora que haya experimentado tamaño retroceso. De hecho, la segunda empresa en cuota de mercado, Shell, se expandió prácticamente lo mismo que perdió YPF.
Proyección 2018/19
El decreto 962 liberó las importaciones de petróleo y combustibles, mientras que habilitó exportaciones de gas natural sin compromiso de reimportaciones –como venía siendo bajo el decreto 893 de julio de 2016–. El panorama descripto hasta aquí empeorará al ritmo de una mayor desregulación, extranjerización y concentración del sector. La demanda de servicios públicos energéticos y en combustibles se mantendrá estancada o a la baja, pudiendo la administración Macri abastecer la demanda sin necesidad de aumentar la producción de gas y de petróleo, así como la refinación de crudo (déjà vu noventista). En este contexto, merece especial mención el nuevo Plan Gas (Resolución E-46), basado en claros objetivos de exportación y que agudizará la desigualdad hidrocarburífera provincial, lesionará gravemente los intereses de YPF, generando incertidumbre en materia de producción tanto a nivel nacional como en la propia Cuenca Neuquina, esto último según manifestaciones de las propias empresas.
Conclusiones
Ninguno de los pronósticos de colapso y diagnósticos de crisis esgrimidos por la actual administración en su análisis de la herencia energética recibida fue correcto. Esto es fundamental aclararlo porque el empeoramiento del sector en los dos años de administración macrista, según describimos, no obedece a la imposibilidad de revertir la “pesada herencia” o a la gravedad de la misma y la necesidad de profundizar el ajuste. Por el contrario, obedece a la discontinuación, abrupta y deliberada, de una ostensible y sostenida recuperación iniciada al menos cuatro años antes. En pocas palabras, la involución energética de la gestión Macri se dio no solo en simultáneo con el dramático aumento de los precios del gas en boca de pozo, de las tarifas y de la rentabilidad de un grupo concentrado de actores privados (muchos de ellos socios y/o parte del Poder Ejecutivo), sino también dilapidando cuatro años de recuperación heredada. Y esto, precisamente, es lo más grave de todo y lo que pinta de cuerpo entero la estafa que significa el tarifazo.
A modo de perfecta síntesis de estas conclusiones, nada más oportuno que recurrir a esta frase de Aranguren del 15 de diciembre de 2016, al inaugurar la Primera Jornada Nacional de Eficiencia Energética: “La gente acepta el cambio cuando reconoce una necesidad. Y esa necesidad la puede reconocer en medio de una crisis. Y para nosotros crisis, necesidad y cambio son procesos irreversibles…”. La política energética de Shell al frente del ministerio, avalada por Macri, tuvo un único y definido objetivo: provocar una crisis (donde no la había) de tal forma de generar en la población la necesidad de aceptar un cambio. Por “cambio” se entiende, obviamente: exponencial tarifazo (encarecimiento de la energía), drástica reducción de hábitos de consumo energético que nos acercaban a países del Primer Mundo, desregulación masiva, retorno a las privatizaciones, liberalización de importaciones, reapertura exportadora, concentración y ganancias abusivas de empresas del sector.
Autorxs
Federico Bernal:
Bioquímico egresado de la UBA. Especializado en Biotecnología y Microbiología Industrial. Exbecario del INTA. Dirige el Observatorio de la Energía, la Tecnología y la Infraestructura para el Desarrollo (OETEC). Es investigador de la Universidad Nacional de Lanús y docente de la Universidad Nacional de Moreno. Ha escrito numerosos libros en la cuestión energética. Escribe y es consultado regularmente en diversas publicaciones especializadas y diarios del país, la región y del mundo. Su último trabajo, “La estafa del tarifazo”, saldrá publicado en abril de 2018, editorial Colihue.