Grupo de Teatro Catalinas Sur. Una experiencia de ESS en el Arte
El grupo de teatro Catalinas Sur se autodefine como un grupo de vecinos que hace teatro. Teatro de vecinos para vecinos. Pero es además una experiencia exitosa de ESS en el ámbito de la cultura. En esta entrevista a su director, un repaso por su historia, su experiencia y una manera de ver el mundo.
| Entrevista a Adhemar Bianchi por José Luis Coraggio |
José Luis Coraggio: –¿Cómo caracterizarías vos lo que hacen?
Adhemar Bianchi: –Básicamente nosotros somos un teatro, un grupo de vecinos que hace teatro. Teatro de vecinos para vecinos lo llamamos. Es un grupo humano que se formó haciendo esto. La génesis de nuestro trabajo fue justamente una asociación de padres muy particular por estar en un territorio que tenía sus particularidades, que son los edificios Catalinas, un barrio hecho por la Comisión Nacional de Vivienda, clases medias-bajas laburantes, y que los padres de los niños de la escuela de edades entre 30 y 35 años decidieron armar un sistema de trabajo comunitario distinto a eso de ser nada más que una comisión asesora del director. En ese contexto se decidió si querían tomar clases de teatro y en esa idea es que aparezco yo, que también era padre, y digo: “No, eso de clases, eso de venir a recibir clases no. Hagamos… produzcamos nosotros para los demás vecinos, para nuestros hijos y en un territorio”, que en ese momento era la plaza. Esa, básicamente, es la génesis del grupo Catalinas. Todo el mundo puede entrar. No se divide etariamente como hace el mercado y tampoco por conceptos sociales, muchas veces el mercado y el Estado ofrecen cultura, o teatro, o arte para clase media, para los jóvenes, para los viejos, para los niños. Para nosotros, aunque suena muy antiguo, es familia como concepto. Familia y territorio. A partir de eso el grupo empieza a operar y funcionar y empieza a necesitar los insumos, culturales, de apoyo, económicos, y ver cómo los generaba.
J.L.C.: –¿En qué año empieza esto?
A.B.: –En el ’83, antes de la terminación de la dictadura, inclusive durante estado de sitio.
J.L.C.: –¿Y vos vinculás esa demanda, esa idea, ese surgimiento, con lo que estaba pasando en ese contexto en ese momento?
A.B.: –Lo que digo es que el contexto había sido muy duro. El barrio Catalinas es un barrio con un montón de gente desaparecida, porque eran muchos jóvenes profesionales, digamos trabajadores de sectores medios-bajos, en alguna medida después de Malvinas se abre un poco el perfil, y por eso salimos a la plaza. Lo que entendimos como necesidad era que había que resanar las heridas de la red social rota por un gobierno autoritario. El juntarnos en la plaza a crear, a jugar, recuperar el concepto de juego y lo colectivo era para nosotros fundamental.
J.L.C.: –Es decir que no era el teatro el objetivo sino que fue un medio que después se puede volver un objetivo, fue un medio para, como decías, resanar o para crear convivencia.
A.B.: –Sí, lo que pasa es que nosotros mantenemos que el teatro y el arte tienen básicamente ese objetivo porque entendemos que es una forma de comunicarnos y no una forma de exhibirnos. Entonces, si es comunicación y no exhibición, el teatro en sí siempre va a ser político, siempre va a ser social, y el arte en general también como concepto. Y bueno, ahí viene por qué nos organizamos, que es el tema que habías preguntado. Nosotros habíamos heredado el concepto de mutual de la comisión de padres que hacían compras comunitarias, que compraban útiles comunitarios, que había una biblioteca comunitaria. El gobierno de Cacciatore decidió que no podía haber una sociedad digamos autogestiva y votada por los padres dentro de la escuela y que entonces era solamente un grupo de padres asesores del director, con lo que los integrantes de la mutual que era la comisión de padres se retiran, y ahí es donde empezamos con talleres distintos y distintas cosas. Cuando se abre la militancia política hay muchas cosas que se empiezan a canalizar por intermedio de la política. Entonces el grupo recupera la vieja estructura de mutual porque nos servía para no empezar una sociedad civil y ahí somos una de las pocas mutuales culturales que están dentro del instituto de acción mutual. Nosotros mantenemos que el teatro para nosotros es comunicación, memoria, identidad y celebración. Celebración de estar juntos, celebración de recuperar ese espacio público después de la dictadura. Durante años nadie cobró nada porque todo eso se ponía para crecer, para ir haciendo nuevas obras, para alquilar un espacio para el invierno, y bueno, se fue armando todo esto. La primera demanda fue que cuando íbamos a un lugar a mostrar lo que hacíamos, porque andábamos por varias plazas y se acercaba gente interesada en hacer lo mismo. Entonces la primera demanda fue la multiplicación. La segunda fue que para mantener la obra y para mantener un montón de cosas hay que poner lo mejor, y dijimos: bueno, hay que cuidar mucho este producto, no nos perdonemos la vida porque seamos vecinos. Eso implicó empezar a tener más formación. De cualquier forma, la autogestión y todo lo que entra es para continuar, no hay fines de lucro, no es cooperativa. Hay compañeros, entre los que yo estoy, que cobramos un honorario por la coordinación de las áreas que necesitamos; no cobramos derecho de autor. Todo lo de producción artística se vuelca en continuar con el grupo. Lo económico es para continuar haciendo lo que creemos que hay que hacer, no con un fin del lucro.
J.L.C.: –Cuando vos decís “lo económico”, ¿estás pensando en plata?
A.B.: –Cuando digo “lo económico” es lo monetario; es muy fácil el concepto de lo económico para nosotros en otro sentido. Las cosas nos salen cuatro o cinco veces menos que a un grupo profesional, porque tenemos mucho trabajo voluntario. Si tenemos que hacer alguna escenografía como las que hacemos nosotros, hay cuatro o cinco días de reunión donde 40 tipos están trabajando en los horarios de la noche, el que no sabe trabajar ceba mate pero se arma. Entonces el dinero lo necesitamos para comprar los productos, para comprar la materia. Nosotros creemos que creamos ciudadanía, absolutamente. Y cuando hablamos de identidad y de territorio y cuando hablamos de igualdad también hablamos de la clase social a la que pertenece una gran parte del grupo, que son sectores medios.
J.L.C.: –¿Quiénes están involucrados en un proceso como este? Vos decís que trabajas territorialmente, que se construye ciudadanía, que se construye comunidad. Tenemos los actores y sus familias, los espectadores, las organizaciones territoriales que tienen alguna presencia ahí.
A.B.: –Ir a una función de un sábado de Catalinas como El fulgor es muy divertido porque por ahí ves señoras que vienen al teatro porque hemos tenido premios y cuidamos mucho la calidad. Vienen al teatro y se comen un choripán en la puerta porque es parte de la celebración junto con varios pibes con el sombrerito que vienen de alguna organización social. Porque el concepto es que el que puede pagar, paga, y el que no, no. Lo que ha hecho que el grupo haya tenido una resonancia en el mundo teatral y entonces viene mucha gente, pero de cualquier forma seguimos siendo territoriales y seguimos teniendo absolutamente acuerdo con las organizaciones barriales. Otra cosa que nosotros tenemos claro es que el teatro no es gratuito, alguien lo paga. Con esfuerzo o con guita. Eso que trabajamos hace que tengamos reconocimiento con distintas cosas del Estado. Con el Estado trabajamos con el Ministerio de Trabajo, trabajamos por capacitación, trabajamos con cultura. Algunas cosas hemos hecho con otras organizaciones sociales, con la gente de Culebrón Timbal y una red latinoamericana de arte y transformación social, esto es lo que hemos hecho a partir de organizaciones.
J.L.C.: –En esa idea de que ustedes ayudan a construir comunidad hay una pregunta casi obvia: ¿la gente cómo participa en la producción de este producto?
A.B.: –El arte es un derecho para todos, de verlo o de hacerlo. Para nosotros todo hombre puede ser creativo, hay que crear el marco para que lo haga. El pasaje de ser espectador a ser participante es nada más que la voluntad de hacerlo y lo que nosotros decimos es que hay que entusiasmar. Con Ricardo Talento, que es socio nuestro de Barracas, hemos creado la Brigada Entusiasmadora, que es ir a cualquier lugar a hablar de eso y tratar de que la gente haga. Entonces nosotros trabajamos mucho la celebración con ellos, lo intentamos hacer cada vez que nos piden que estemos. Y ellos están con nosotros.
J.L.C.: –Ustedes son una mutual. Esta gente que vos decís que se agrega, se anota, ¿no se hacen socios?
A.B.: –Sí, lo que pasa es que es complejo. Hicimos una categoría que es “amigos utópicos”, porque se acabaron las empresas de cobranza y ahora es todo con tarjeta de crédito. La última se fue con la última recaudación. Esos no son socios, son “amigos utópicos”. A su vez, todo el que entra, después de un tiempito entra en la categoría de socio de esta mutual. Lo que pasa es que una mutual tendría que tener la asamblea anual, el consejo directivo y toda esa historia. Acá vos tenés en general a la gente reunida entre dos, tres o cuatro días por semana. O sea que es una asamblea permanente como concepto, básicamente cumplimos con todos los requisitos, lo anotamos, pagamos la cuota al INAES pero de repente alguien se va, porque tenemos mucha gente que está un período y después se va, que queda amiga y que viene entonces cada tanto. Todo el que entra al final termina siendo socio, lo que pasa es que tampoco lo ponemos el primer mes que entra, porque en realidad es una responsabilidad de ellos también.
J.L.C.: –Desde nuestra perspectiva de la economía nuestra posición es que uno de los objetivos de la buena economía es que el trabajo sea una posibilidad de autorrealización de los que lo hacen. Por lo que vos contás, aquí existe esa posibilidad.
A.B.: –Hay dos temas. Cuando vos hablás de un grupo de teatro comunitario, hablás de gente que tiene en sus horarios libres el placer de hacerlo. En un grupo en el que ese placer de hacer se convierte en obligación porque tenemos funciones todos los fines de semana. La parte de gestión, en general, queda en manos del grupo de gestión que se va alimentando y va cambiando. Tanto el grupo artístico como el grupo de gestión van cambiando con el tiempo y por las edades. En ese sentido hay rotación. De cualquier forma, hay vecinos que vienen a actuar que para hacer que intervengan en gestión es un lío. El tipo trabaja y además la gestión o lo que nosotros concebimos como honorarios es muy poco, entonces un tipo que es despachante de aduana, otro que no sé qué, no va a venir a trabajar, viene a trabajar cuando hacemos jornadas de esto o lo otro. Pero la gestión a esta altura queda en manos de un grupo. Esto es parte del crecimiento y la complejidad del asunto.
J.L.C.: –Es como una cooperativa, al principio en asambleas se decide todo y a medida que va creciendo van surgiendo especializaciones y gente que se ocupa de comercializar, otra de comprar…
A.B.: –Exactamente eso, pero lo que sí es claro es que todo el concepto de comercializar o de vender es un concepto que tiene que ver con que las decisiones de lo que hacemos no tienen que ver con esto. Todas las decisiones son porque creemos que hay que hacer tal cosa. A partir de eso, decimos “queremos hacer esto” y vemos quién apoya, sabiendo que el apoyo de lo que va a venir es relativo, que si no tuviéramos el gran apoyo de nuestra gente ese otro apoyo no serviría para nada, y nunca vamos a plantearnos el achicar, por eso la desmesura siempre es más terreno.
J.L.C.: –Uno podría decir que hay una especie de mercado de teatro, de este producto. Obviamente vos estás afirmando una manera de hacerlo que se diferencia de otras, hay una convivencia con estas formas. ¿Ustedes tienen una crítica muy fuerte de estas formas?
A.B.: –No es una crítica, nosotros creemos que el teatro independiente como se pensó, murió. Y que nosotros en alguna medida volvemos a recuperar esa mística. El teatro independiente se convierte acá, en la realidad, en grupos que terminan pagando por hacer teatro. Nosotros no pagamos, muchos grupos terminan pagando. Y además, al responder al mercado y para poder ganar algún mango, trabajan cuatro, entonces las obras se hacen en función del mercado, en salitas que además para poder subsistir tienen que hacer un espectáculo atrás de otro, entonces ya no hay escenografía porque hay que sacarla. Entonces hay un espectáculo a las 7, otro a las 9 y otro a las 11. No estoy hablando de la calidad, estoy hablando de la forma de producción. La forma de producción del teatro independiente les complica mucho la vida. Nosotros creemos que ahí hay un error y que tendrían que repensarlo.
J.L.C.: –En este cuasi mercado donde hay actores diferenciados y hay un público, ¿hay competencia?
A.B.: –Nosotros, los grupos de teatro comunitario, porque por ahí los dos grupos principales son el de Barracas y nosotros, que trabajamos mucho y muy juntos, codirigimos juntos, no competimos, al contrario, y eso ha signado una forma de trabajo. Podríamos decir que en teatro comunitario no hay competencia. Con respecto al teatro independiente pasa que algún sector nos envidia concretamente pero no nos importa.
J.L.C.: –Esta es una forma solidaria de hacer economía de la cultura, de los productos culturales, como decís vos.
A.B.: –Y además experiencia, la experiencia es parte de la economía como concepto. Se va trasladando, la forma de hacer, el know how. Que no sólo no está patentado sino que hay un mandato y el mandato es el multiplicar, no creemos que nos tenemos que quedar con el saber. Además crecemos más. La realidad es que se crece mucho más así.
J.L.C.: –Cuando dicen “hay un nosotros, hay un otros, un ellos”, ¿quién es el ellos?
A.B.: –Cuando hablo de nosotros, somos lo que pensamos que hay que hablar de nosotros, el ellos es el que hay que conquistar para hacer el nosotros, es el mundo a conquistar. Ellos, los que no ven teatro, se lo pierden, y no se lo deben perder.
J.L.C.: –Esto tiene una larga historia, una gran experiencia, tienen esta opción que se han armado de vincularse con la sociedad de una determinada manera. Uno podría decir desde el punto de vista de la economía social solidaria que ustedes crean su propio mercado, pero no lo hacen monopolizando sino abriéndose. Acá hay solidaridad, hay calidad, hay complejidad, hay creación de relaciones sociales y hay mucho aprendizaje. Y esto ustedes lo están transfiriendo a otros grupos de teatro. Ahora, si hablamos de la cultura y de los bienes culturales en general, ¿vos pensás que esta experiencia puede ser transferida?
A.B.: –Bueno, ya lo hemos hecho. Al principio nosotros teníamos algún grupito de música. Armamos primero La Bandina, que es un grupo de alumnos de una escuela de ahí, hasta que decidimos que teníamos que armar más posibilidades de música y se armó la Orquesta Típica. La Orquesta Típica tiene 60 integrantes, 20 cantan y 40 son de instrumentos. A su vez, en un momento dijimos qué hacemos con la orquesta, cada vez quiere venir más gente, pero no podemos meterlos a todos en la orquesta desde el principio. Tiene que haber una escuela de la orquesta, un período. Entonces justo apareció un proyecto de cooperación española hace tres o cuatro años. Presentamos un proyecto y se armó una escuela donde hay 90 alumnos. Eso mismo se está empezando a multiplicar en otros lados. Los otros ven la orquesta y dicen: “Che, cómo podemos hacer…”, el mismo concepto.
J.L.C.: –Esta respuesta tuya reafirma que a partir del trabajo que hacen ustedes, que tiene muchas dimensiones, abren y siguen multiplicando. Además, de alguna manera ustedes han creado un modo de producir en esta historia, es un ejemplo maravilloso de lo que entendemos que es buena economía social solidaria. ¿Vos pensás que esta experiencia se puede trasladar también al ámbito de la comunicación?
A.B.: –Mirá, la primera radio, que ahora es FM La Boca, nació en la casa de un integrante nuestro. Lo que pasa es que no se puede estar en misa, en procesión y tocar la campana. Había dos o tres pibes que estaban ahí y decidimos que se quedaran con el equipo y ahora ya han vendido FM La Boca. Lo que pasa es que nosotros no nos metemos hasta que aparezca un grupo que diga que quieren hacerlo y además ya hay mucho, entonces tenemos relaciones con ellos pero no es una necesidad. Las radios comunitarias son otro ejemplo de lo que ha pasado, importante.
J.L.C.: –¿Vos no pensás que todo este mundo de la economía social solidaria, del campo cultural en particular, está como oculto? ¿No te parece que le falta?
A.B.: –Falta, pero lo que pasa es que hay cuestiones que son políticas. Y cuando hablo de políticas hablo de políticos. No podés plantear “todo el poder a los soviets” en esta época, pero la instancia final es lo que se está tratando de hacer y ha crecido mucho el trabajo de base que antes lo tenían los grupos políticos y que ahora no lo tienen los grupos políticos. Vos vas a los comités de base o a las unidades básicas y están vacías. Y vas a las organizaciones sociales y están llenas, entonces quiere decir que ha habido una buena parte de cosas que están pasando a nivel de las comunidades que todavía no ha alcanzado la presión política pero empiezan a tenerlo.
J.L.C.: –Estamos hablando de producción, estamos hablando de economía, no me cabe la menor duda de esto, estamos hablando de cosas puramente simbólicas. No estamos hablando de la producción de cosas, lo que produce una fábrica recuperada, lo que producen los artesanos. Hay ejemplos, como empresas recuperadas que tienen una vinculación con la comunidad distinta, pero hay un vasto sector popular que vive de su trabajo productor de cosas para vender. ¿Vos ves posibilidades de que este modo de relacionarse, de construir relaciones, se transfiera en parte allá o se vincule con aquello, o conocés o has tenido experiencia de esto?
A.B.: –Yo creo que sí, por eso hablo del territorio. Por ejemplo este grupo del Comedor Los Pibes, que eran los de la bodega Giol que se fueron al barrio de La Boca, armaron primero un merendero, después un comedor y ahora tienen una fábrica de ropa e hicieron autoviviendas que ya están por inaugurar. El rector de Arquitectura es el arquitecto que les hizo el proyecto. Ese grupo es a su vez sede nuestra de una cuestión cultural y tienen continuamente relación con nosotros. Claro que sí, yo creo que la batalla cultural y artística es una forma de abrir mucho la perspectiva de las cosas, por eso es que decimos lo del arte para todos. No sé, yo creo que el arte tiene un rol muy importante y que la batalla cultural es la que hay que dar.
J.L.C.: –Y otra economía necesita una batalla cultural…
A.B.: –Sí, porque si no es el yo. Los recursos para mí. El nosotros, el sentirse nosotros, no sé, volvamos a ser todos cristianos primitivos, pero digamos que si no se empieza a volver a eso va a ser un lío.
J.L.C.: –¿Alguna pregunta que no te hice y que hubieras querido que te hiciera?
A.B.: –No, básicamente que estamos abiertos a trabajar con el Estado. Con las ONG no hemos tenido demasiado… Durante un tiempo se creyó que las ONG tenían que sustituir al Estado, y nosotros reclamamos absolutamente la presencia del Estado siempre, como concepto. Y vamos laburando con eso, modestamente, es una micro dentro de la macro.
Autorxs
Adhemar Bianchi:
Director del Grupo de Teatro Catalinas Sur. Actor. Escenógrafo. Director y Profesor de teatro.
José Luis Coraggio:
Profesor Emérito y Director de la Maestría en Economía Social de la Universidad Nacional de General Sarmiento.