Experiencias innovadoras en salud mental. Del zoo al arte: “Del invento a la herramienta”

Experiencias innovadoras en salud mental. Del zoo al arte: “Del invento a la herramienta”

A partir de esta iniciativa, pacientes de hospitales psiquiátricos pudieron desarrollar tareas como aprendices junto a los cuidadores de animales, en un vínculo que los ayudó a redefinirse a sí mismos y en su relación con los profesionales que los atendían.

| Por Vicente De Gemmis |

Allá por el año 1990 fundamos un dispositivo exótico de integración social. Experiencia única en el mundo. El Zoo de Buenos Aires brindaba la posibilidad de ser un ámbito propicio para que se desarrollara un dispositivo de salud mental. La idea inicial era que niños y adolescentes con problemáticas emocionales, en muchos casos severas, concurrieran al Zoo. Se podría decir que era un experimento, algo que sale de los perímetros admitidos por los saberes hegemónicos en salud.

Desde el inicio, el “experimento” sorprendió por sus efectos: los participantes se desenvolvían de una manera casi opuesta a su devenir hospitalario. Intentamos entender qué pasaba, por qué, por ejemplo, Alejandra, que en el hospital donde en ese momento estaba internada presentaba conductas impulsivas, rompiendo vidrios y muebles, podía en cambio trabajar al lado de un cuidador del Zoo, aprender a cuidar a los animales a quienes trataba con un cariño desconocido hasta ese momento en ella. Creímos comenzar a entender ese porqué. Cuando en una asamblea en el hospital una doctora le preguntó sobre esa manera diferente de estar, Alejandra respondió: “…yo no soy boluda, el hospital es para hacerme la loca, no el zoológico…”. Ese fue el inicio de nuestro intento de conceptualizar una práctica. Había un cambio de posición de los chicos cuando se modificaba su contexto institucional. El hospital psiquiátrico era para “hacerse el loco” o, en el mejor de los casos, para ser cuidado; el Zoo era para aprender a cuidar: el programa permitía a los participantes pasar de ser cuidados a poder cuidar.

El Zoo se fue transformando en un lugar de curiosidad y aprendizaje, tanto para los niños y adolescentes como para el equipo de profesionales. Fue transformando a las personas que participaban de la experiencia. Los chicos dejaban de ser pacientes para transformarse en aprendices de cuidadores; los profesionales fueron construyendo sus nuevos roles, ocupando un lugar excéntrico –fuera del centro–, permitiendo entonces el surgimiento de nuevos vínculos: cuidador-chico aprendiz. Vínculo totalmente opuesto al de profesional-paciente.

En las paredes del hospital, un grafiti expresaba la voz de un paciente: “En este lugar cada encuentro casual es una primera entrevista”. Hablaba de cierta modalidad del vínculo hospitalario que podríamos definir como “técnico”. En una entrevista de un programa de televisión, ante la pregunta sobre su trabajo con los chicos, un cuidador respondió que le gustaba mucho el trabajo de cuidador de animales y que poder transmitirles eso a los chicos era algo hermoso, “fuera de serie”. Tomando esas palabras, nosotros decimos que ese vínculo es “fuera de serie”, por oposición a lo seriado de los vínculos hospitalarios.

Pero otra vez, ¿por qué? ¿Qué hacía que sucediera esto? ¿Por qué el vínculo era diferente? Descubrimos que en el origen había una necesidad mutua: ambos se necesitaban. Los chicos necesitaban del saber de los cuidadores, que les iba a permitir poder cuidar a los animales transformándose ellos en cuidadores, y los cuidadores necesitaban de los chicos ya que eso les brindaba la posibilidad de tener un aprendiz a quien poder transmitirle su saber, saber que lo transformaba en un maestro. Posición que también les permitía, en cierta forma, poder transmitir su linaje. No en vano los cuidadores decían de sus aprendices, orgullosamente: “Este en mi pollo”, o sea, algo de lo mío, de mi saber, se ve en mi aprendiz.

También el vínculo de los participantes y los profesionales se transformaba, se desprofesionalizaba, en el buen sentido de la palabra, se podría decir que éramos amateurs, “el que ama”. Una tarde, compartiendo una sobremesa con un participante que, según el informe profesional, era muy callado y reservado, nos contó detalles muy importantes de su historia que desconocíamos. Al finalizar, nos dijo a un colega psiquiatra y a mí que nos había contado todo eso porque nosotros no éramos ni licenciados ni doctores. Quizás ese ámbito zoológico habilitaba una escucha desprofesionalizada o “fuera de serie”.

Resonó en nosotros, por mucho tiempo, una frase que nos dijo el maestro Fernando Ulloa (figura ejemplar del psicoanálisis) cuando, al poco tiempo de comenzada la experiencia, fuimos a que nos aconsejara cómo seguir: “Lo que ustedes están haciendo es una experiencia más cercana a teorizar una práctica que a practicar una teoría”. Esa frase fortaleció, por la magnitud de quien la dijo, algo que era embrionario en el dispositivo: teorizar una práctica, una práctica viva que se iba construyendo. No estábamos reproduciendo algo escrito hace años; estábamos construyendo permanentemente una práctica, obviamente con las herramientas que suponen las teorías y saberes previos, pero como herramientas que permitían ir avanzando en una construcción colectiva.

Desde hace varios años, y en simultaneidad con Cuidar Cuidando, me encuentro realizando talleres e intervenciones desde el arte y los oficios en el Centro de Salud Mental Nº 1 Hugo Rosarios. Resultan muy diversas las experiencias que se fueron construyendo en ese contexto. Algunas de ellas son:

• Un taller de radio que se lleva a cabo en el maravilloso estudio que tiene la escuela ORT (sede cercana al centro de salud), en el cual los jóvenes estudiantes de la orientación en Medios de Comunicación de dicha escuela, enseñan y transmiten un saber que aprendieron, aprendiendo a su vez a enseñar a niños de dos escuelas integrales interdisciplinarias (antiguamente llamadas escuelas de recuperación). Mientras eso sucede, va generándose un grupo de trabajo con relaciones “fuera de serie” que van produciendo cambios subjetivos importantes en todos los participantes.

• Un taller de arte en cueros, que se fue armando al escuchar a un usuario del centro de salud de 70 años, que toda su vida había trabajado con ese material. El oficio lo apasionaba y quería colaborar con el centro transmitiendo su saber a quien lo necesitara.

• “Esculpiendo en el tiempo”, que surgió a partir de un encuentro con un documentalista y un escultor en metal y fue deviniendo un taller donde simultáneamente se esculpía y se iba realizando un documental sobre el mismo (pueden buscar el video en YouTube: “La latita de paté” https://www.youtube.com/watch?v=9jTXbQj5NQY).

• Un taller de fotografía estenopeica, llamado “Fuera de campo”, que terminó produciendo colectivamente, a partir de las fotos, una historia documentada en un libro: “El mundo nítido” (https://issuu.com/tallerfueradecampo/docs/pdf_libro_tfdc_2015_completo).

En la época de Cuidar Cuidando, escribimos un libro titulado “Del invento a la herramienta”. Toda experiencia que experimente puede, y tiene que, generar conocimiento que pueda utilizarse como herramienta. Herramientas para utilizar críticamente pues, como bien se sabe, en salud mental, todo conocimiento previo debe probarse en el nuevo contexto. De este recorrido relatado intentaré describir algunas herramientas posibles.

1) No hay un proyecto armado y definido previamente. Hay un bosquejo de idea inicial y luego una construcción con los otros, una mutualidad entre paciente y/o usuarios, profesionales, talleristas. Vamos armando el proyecto; en este sentido, se podría decir que está contemplada en la experiencia cierta dimensión política, en tanto empoderamiento de los usuarios –participantes-aprendices– del taller. Vamos construyendo la experiencia entre todos. En este devenir se intenta acompañar cada proceso pensando que lo importante no es adónde sino cómo: qué tipo de vínculos y qué proceso de subjetivación se va produciendo. La pregunta no sería si estamos haciendo bien o mal las cosas, sino qué sujeto hacemos ser en la experiencia, qué proceso de subjetivación se va produciendo.

2) Los –por así llamarlos– “dispositivos” generan encuentros cuerpo a cuerpo, generan vínculos. El efecto terapéutico o de inclusión está fuertemente condicionado por los vínculos que propone el dispositivo. Es contradictorio querer que un participante se integre socialmente y armar un dispositivo que lo objetive en su desarrollo. Muchas veces los dispositivos en salud tienden a objetivar y a desempoderar al paciente-usuario produciendo un efecto iatrogénico. En Cuidar Cuidando decíamos que los jóvenes pasaban de ser objetos de una práctica de atención y cuidado a ser sujetos de una práctica de cuidado. Los dispositivos tienen que tender a construir procesos de subjetivación en los participantes.

3) Todo conocimiento previo tiene que transformarse en un encuadre flexible, que permita poner en dudas las certezas de los conocimientos disciplinares a la luz de la experiencia.

4) Pensar la salud mental de una manera que nos permita salir de la lógica médico-paciente, animarse a experimentar, permitirse refuncionalizar recursos no específicos de salud mental (el Zoo, la escuela ORT, etc.).

También es importante reconocer que todo nuevo dispositivo genera herramientas nuevas. Los talleres del centro tienen sus aportes diferenciales, esto está dado por el tema del arte y la creación. En varios de ellos se brinda la posibilidad de conectarse con sus propias emociones, conflictos, padecimientos, para expresarlos creativa y recreativamente a través del arte. Como ejemplo de ello, uno de los participantes fue derivado al taller de fotografía estenopeica con una problemática vinculada a no poder alojarse en una institución escolar. Era expulsado, podríamos decir, no podía hacer raíces. En un momento del taller comenzó a interesarse por sacar fotos a plantas y brotes que crecían en lugares difíciles, casi imposibles, como, por ejemplo, en grietas de paredes, rajaduras del piso, etc. Estas fotos fueron valoradas por el grupo e incluidas en la historia como plantas que tenían la capacidad de curar enfermedades. Se podría conjeturar que él pudo proyectar su mundo interno y, colectivamente, esta proyección se fue resignificando, algo que lo angustiaba fue transformándose y formando parte de una historia colectiva que luego quedó plasmada en un libro.

Creemos que se trata de una forma lúdica-creativa de resolver conflictos, tanto internos como externos. Mientras esto sucede, se va conformando el grupo de trabajo, se dan simultáneamente dos procesos: uno singular y otro grupal. Mientras el acontecimiento individual sucede, se va conformando un grupo de “impares” –grupo heterogéneo– que acompaña, sostiene y estimula; así se retroalimentan tanto los procesos individuales como los grupales. Luego, ellos pueden hablar de lo creado, o a partir de lo creado, ponerlo en palabras, compartirlo con otros, no ya como un padecimiento, sino como una creación. La experiencia demuestra que la tarea favorece la conformación de grupos heterogéneos o grupos de “impares”. Esto sucede pues la tarea pone en pie de igualdad a los participantes más allá de su problemática, genera una simetría en los vínculos y una democratización del saber.

Para ir concluyendo, se podría decir, parafraseando a Alain Badiou, que como trabajadores de la salud mental lo que no podemos ni tenemos que dejar de intentar es actuar en tanto seres creadores de posibilidades.

Autorxs


Vicente De Gemmis:

Psicólogo-Psicoanalista. Magister en Salud Mental Comunitaria. Docente e investigador de la UBA. Fundador del Programa Cuidar Cuidando y Talleres de Artes y Oficios del Centro de Salud Mental Nº 1.