El Mercado de la Estepa en la provincia de Río Negro, Argentina. Un mercado asociativo de las mesetas patagónicas
El aislamiento producto de las grandes distancias, la precariedad de caminos y comunicaciones y las contingencias de un clima riguroso son una característica central de la región patagónica. En medio de esa adversidad, el Mercado de la Estepa muestra cómo la organización y el trabajo participativo y asociativo pueden generar las condiciones para dotar de valor y dignidad la vida de las comunidades.
| Por Roberto Killmeate y Hans Schulz |
En su corta historia de sometimiento, colonización e incorporación económica, social y política, la vasta región patagónica tiene sus particularidades. No son lo mismo las realidades económicas y sociales de Tierra del Fuego que las de la provincia de Santa Cruz, o las de la provincia de Chubut que las de la provincia de Neuquén. En esta breve reseña hablaremos de la provincia de Río Negro y de un proyecto de mercados asociativos que un grupo de productoras/es rurales está llevando a cabo con singular éxito desde hace ya más de diez años en esta provincia. El Mercado de la Estepa “Quimey Piuké”, como se conoce a esta asociación, ha generado una alternativa económica complementaria que potenció sus economías familiares incorporando saberes tradicionales de sus habitantes fortaleciendo las estrategias asociativas entre productores y artesanos, tanto en la producción como en la comercialización. Todo esto lo ha desarrollado en el tiempo bajo el paradigma de la economía social solidaria, la filosofía del precio justo y los principios de la sustentabilidad en Patagonia. A lo largo de su corta historia y como componentes de la sociedad civil, los mercados asociativos que integran el Mercado de la Estepa siempre han buscado una articulación estratégica con organismos del Estado, tanto en su nivel local, como en el provincial y nacional. Y como la geografía condiciona la vida de las comunidades comenzaremos por una breve descripción del espacio geográfico sobre el cual se ha desarrollado el proyecto.
Una geografía particular
La Patagonia toda, al sur de la Argentina, ocupa nada menos que casi un tercio de la superficie de este país. Desde el este al oeste, costa, mesetas y cordillera son las tres grandes regiones en que se la puede concebir. Hacia la costa del Océano Atlántico las mesetas y altiplanicies centrales descienden en forma aterrazada produciendo sobre el mar impactantes acantilados. Hacia la cordillera, van aumentando en altura y se van confundiendo con los valles y las sierras precordilleranas hasta desembocar en la Cordillera de los Andes y sus cuencas lacustres. Debido a la altura de esta última que ofrece una barrera natural a los constantes y húmedos vientos predominantes del oeste, es decir del Océano Pacífico, la mayor parte de la Patagonia es una vasta estepa arbustiva que a medida que se avanza hacia el mar va recibiendo menos precipitaciones y se hace más seca. Quisieron el destino y las contingencias históricas producidas por la revolución industrial y los actores locales que esta extensa región natural de nuestro país fuera incorporada, a partir de fines del siglo XIX, a la división internacional del trabajo que la destinó a la producción casi exclusiva de lana de oveja. Esta materia prima ha sido exportada casi en forma exclusiva hacía los mercados textiles de Inglaterra y demás países industriales a lo largo de más de un siglo. Para llevar a cabo esta incorporación sus habitantes originarios, Selknam en Tierra del Fuego y Tehuelche y Mapuche en el resto de la Patagonia, fueron aniquilados, sometidos, desplazados y algunas veces recluidos en remotas “colonias aborígenes”, hoy comunidades, sin una legislación acorde que proteja su matriz económica comunitaria y sus identidades culturales. Los pocos sobrevivientes terminaron sus días como mano de obra de las grandes estancias y de los frigoríficos costeros o como población dispersa ocupando tierras fiscales o viviendo marginados en las pocas ciudades de la región. Las grandes estancias también desplazaron a los pequeños propietarios que como siempre sucede obtuvieron las tierras más alejadas y menos productivas. En muchos casos y con énfasis en algunas de las provincias, los productores nunca obtuvieron el título de propiedad de las tierras fiscales ocupadas, lo que hace aún más compleja la situación general actual. Según datos censales de los últimos años, sólo en la provincia de Río Negro existen casi cuatro millones de hectáreas de tierras fiscales ocupadas por familias de pequeños productores, criadores de cabras y ovejas llamados “crianceros”.
Lo que caracteriza al interior de esta vasta región de mesetas y valles patagónicos centrales es el aislamiento y las distancias a los centros poblados más cercanos debido a caminos y rutas en estado precario y a las contingencias de un clima riguroso. A los factores climáticos y a la desertificación en curso debido al sobrepastoreo podemos sumarles el de las fatalidades naturales e inesperadas como lo fueron las erupciones del volcán Hudson en el año 1992, el del Chaitén en el año 2008 y el del Cordón Caulle en el año 2011. Los tres volcanes chilenos arrojaron una cantidad apreciable de ceniza sobre los campos patagónicos con un terrible saldo de mortandad animal.
En este espacio geográfico tan particular y entre una población urbana y rural mayoritariamente de origen tehuelche-mapuche, pero también criolla, se desarrolló el proyecto del Mercado de la Estepa que pasaremos a reseñar.
Primeros pasos (1999-2003)
A este interior profundo de la provincia de Río Negro, que se extiende a lo largo de la ruta nacional 23 y la línea del ferrocarril patagónico que lleva del mar a la Cordillera de los Andes, se lo conoce como la “Línea Sur”. El proyecto se llevó adelante bajo el paradigma de una economía social y solidaria que se rige con los principios de las relaciones de confianza y afectividad y los preceptos del precio justo sin intermediarios. No fue ni sigue siendo una tarea fácil, ya que la matriz económica predominante del ciclo de la lana, con sus grandes estancias productoras para el mercado internacional, ha determinado las actividades sociales, tanto rurales como urbanas, de la mayoría de sus habitantes además de haber condenado al olvido a muchos de sus saberes tradicionales. Por ende, su desarrollo no sólo representó la incorporación de una actividad económica complementaria sino también una acción de rescate de viejas prácticas culturales en desuso. Podemos situar los inicios del proyecto a fines de la década de los ’90, cuando un grupo de productores y artesanos de Dina Huapi, un paraje con Comisión de Fomento situado estratégicamente 15 kilómetros al este de Bariloche sobre la ruta nacional que une a esta ciudad con Buenos Aires, comenzó a organizar en los meses de verano una feria artesanal para vender sus producciones familiares. En el año 2000 y bajo la iniciativa de Bob Killmeate y un grupo de vecinos, se creó la Asociación Civil Surcos Patagónicos, que se planteó el objetivo de ampliar el radio de influencia de la feria artesanal, dándoles visibilidad a los productores de zonas rurales del interior de la provincia que no tenían acceso al lucrativo mercado del circuito turístico cordillerano con eje en la ciudad de Bariloche para comercializar su producción.
En el año 2000, junto a la personería jurídica de la Asociación Civil Surcos Patagónicos, se obtiene a través de la Comisión de Fomento de Dina Huapi un terreno en comodato para la construcción de un futuro espacio de comercialización y encuentro. Este terreno, sobre el cual entre los años 2000 y 2003 se construirá el edificio del Mercado de la Estepa, está situado en la intersección de las rutas nacionales 40 y 23, un punto geográfico de crucial valor estratégico, tanto comercial como comunicacional. La construcción no hubiera sido posible sin la articulación con algunos organismos del Estado y sin las contribuciones y donaciones de instituciones privadas que apoyaron el proyecto desde un comienzo.
Simultáneamente a la construcción del edificio en estos primeros años se fueron conformando y organizando las/os productoras/es de los diferentes parajes del departamento de Pilcaniyeu, el más cercano de los departamentos de la provincia de Río Negro a la sede central del mercado. En comunidades parcialmente aisladas y dispersas, a lo largo de una geografía de comunicaciones difíciles y bajo meses de clima riguroso, las productoras se fueron ejercitando en nuevas prácticas sociales de autogestión con el objetivo de conformar una red de producción artesanal regional que pudiera comercializar sus productos bajo los principios del precio justo. La organización en las respectivas comunidades y el trabajo participativo y asociativo de las familias fue así la base fundamental de la constitución del Mercado de la Estepa.
Un proyecto de economía social y solidaria (2004-2014)
Con los mercados asociativos de las diferentes comunidades rurales establecidos, con hilanderas y tejedoras comenzando a producir y un estratégico punto de venta en funcionamiento, a partir de fines del año 2003 el proyecto estaba encaminado. A partir de esa fecha todos hablan en el año 2014 de los diez años del mercado.
Podríamos hablar un poco más de la historia de la organización recurriendo al rico anecdotario de sus integrantes y relatar cómo, poco a poco, se fueron sumando más organizaciones a las originales. Podríamos también escribir el arduo camino recorrido en pos de la independencia económica, del desarrollo de la autogestión comunitaria, de las prácticas participativas y solidarias, del rescate y la valorización cultural de las tradiciones ancestrales y de los continuos aprendizajes microeconómicos. Por falta de espacio preferimos hablar aquí solamente de uno de los hitos cruciales a lo largo del camino recorrido y describir luego el funcionamiento actual del mercado.
En cuanto al primero queremos referirnos a la ley 4.499 de Fomento de la Economía Social y Régimen de Promoción de los Mercados Productivos Asociativos sancionada por unanimidad por la Legislatura de la provincia de Río Negro en el año 2009.
La ley presentada a través de la modalidad de iniciativa popular es sólo un reflejo de la intensa actividad que desarrollaron las organizaciones Surcos Patagónicos y Mercado de la Estepa junto a otras organizaciones de la sociedad civil para instalar su discusión en el ámbito público. Se comenzó a gestar en el año 2005 con un relevamiento intensivo de las necesidades de la población y continuó con el registro de firmas que permitió conseguir 12.000 firmas –3% del padrón electoral– para que la iniciativa se convierta en ley. Si bien la ley todavía no ha sido implementada, el camino recorrido hasta su sanción en el año 2009 refleja la incidencia que las actividades del Mercado de la Estepa, junto a Surcos Patagónicos, han tenido en las políticas públicas de la provincia de Río Negro. Su sentido último es poder contar con una herramienta en forma de ley para dar amparo jurídico a los sujetos políticos colectivos que se constituyen en el campo de la economía social.
Describiremos a continuación la organización y el funcionamiento del Mercado de la Estepa que se ha constituido como un modelo del paradigma de la economía social y solidaria que pone énfasis en el valor del trabajo y las experiencias colectivas.
Si bien en sus comienzos tanto el número de productoras/es y la extensión territorial que abarcaba era mucho menor, en la actualidad el mercado cuenta con más de 300 productoras/es que viven en una región cuya asociación más lejana está a 400 kilómetros del punto de venta principal en Dina Huapi. Las/os productoras/es, de las/os cuales más del 90% son mujeres y en su mayoría hilanderas y tejedoras, no trabajan ni participan en forma individual sino en forma asociativa a través de sus parajes o localidades. Hay una primera instancia asociativa en el propio paraje y luego con el Mercado. Mayormente se produce en las casas pero en la actualidad varios parajes, como Laguna Blanca por ejemplo, ya cuentan con salones comunitarios de reunión, que generan un espacio para compartir experiencias y desarrollar capacitaciones, aspectos fundamentales del proyecto. Cada mercado asociativo tiene un referente en su comunidad rural que se vincula con el Mercado de la Estepa. Desde su comunidad, este trae al Mercado de la Estepa en Dina Huapi, es decir, al punto de venta, los productos junto a una lista de los mismos. Cada producto tiene una etiqueta que dice de dónde es, quién lo confeccionó, de qué está hecho y el precio que pide el productor. Este último será respetado en el momento de la venta.
En Dina Huapi, el Mercado de la Estepa tiene el punto permanente de comercialización de los productos y artesanías de la organización. Este punto de venta no es excluyente ya que los productores también participan de ferias y mercados a lo largo de toda la geografía nacional para vender sus productos y artesanías. Para la comercialización en la sede del Mercado se cuenta con un programa de atención a lo largo de todos los días del año. Los días de semana atienden las productoras de Dina Huapi y los fines de semana en forma rotativa las productoras de los parajes lejanos. El Mercado no tiene dueño y nadie cobra sueldos. Como la producción está expuesta en forma general el responsable de la atención vende los productos de todos. Recién cuando se vende un producto el productor recibe su dinero menos un 10% que se destina a la administración de la sede y los gastos generales como luz, gas, seguro y el costo del balance anual. El Mercado no paga los pasajes, cada paraje se organiza con respecto a este gasto. La asociación civil está exenta de pagar impuestos y los productores venden a título personal siendo algunos de ellos monotributistas sociales o rurales.
Una de las iniciativas más importantes del Mercado de la Estepa fue crear un Banco de Lanas, ya que esta representa la materia prima esencial de las actividades que desarrollan las hilanderas y tejedoras asociadas. El banco funciona como un banco rotatorio. El Mercado compra vellones y el productor puede retirarlos con la condición de devolver una parte hilada como pago, reteniendo el resto para producir. De esta manera el productor no necesita dinero para acceder a la lana, la paga con trabajo al devolver una madeja de lana hilada. El Mercado vende esa madeja para comprar más lana y poder así reiniciar el ciclo.
Las capacitaciones y cursos que se llevan a cabo a lo largo de todo el año y en la mayoría de los parajes rurales son un componente fundamental de la organización. A través de ellas se consolidan las organizaciones comunitarias, se comparten conocimientos y se transmiten técnicas y valores culturales entre los integrantes.
A lo largo de los últimos diez años el Mercado de la Estepa ha establecido entre las productoras de los mercados asociativos prácticas que las encaminan hacia la creación de nuevas cadenas de valor en las que lo fundamental no es la mera generación de lucro sino las experiencias colectivas en relación al valor y la dignidad del trabajo.
Cuando todas estas reseñas que se escriben en papel callan, comienzan a hablar las voces protagonistas de esta historia. Escucharlas como hábito de mero registro etnográfico puede ser una buena experiencia, especialmente si son las voces de mujeres. En una reunión reciente en la ciudad de Trelew, Chubut, una mujer tejedora de la Meseta de Somuncurá, situada en el corazón inhóspito de la Patagonia, decía que lo importante de estas actividades es “que desarrollan a las personas en lo invisible” y que lo importante es “lo que crece en las sombras, algo que no tiene un valor en dinero, es crecimiento personal y autoestima, algo que no se puede medir”.
Hacia un nuevo horizonte
Y como corolario podemos contar que los proyectos exitosos en el largo plazo conllevan una responsabilidad social y tienen la obligación de continuarse y replicar lo hecho una y otra vez. La experiencia colectiva del Mercado de la Estepa en la provincia de Río Negro se ha convertido en la actualidad en un modelo para un proyecto tan ambicioso como lo fue el del Mercado hace más de diez años. Este nuevo proyecto gira alrededor de la fibra fina del guanaco que también se inscribe bajo el paradigma de la economía social y solidaria y la filosofía del precio justo. Pero esto ya excede las finalidades de este texto. Quedará para una publicación futura.
Autorxs
Roberto Killmeate:
Exsacerdote de la Congregación de los Padres Palotinos. Filósofo y teólogo. Promotor de organizaciones de base socio-productivas en diferentes regiones del país. Impulsor del Mercado de la Estepa.
Hans Schulz:
Antropólogo (UBA). Escritor. Profesor de historia en nivel medio.