El marco social y político de los interrogantes sobre el futuro del trabajo

El marco social y político de los interrogantes sobre el futuro del trabajo

La cuestión del futuro de trabajo se plantea hoy en el seno de tendencias históricas como las de la creciente digitalización y aplicación de la inteligencia artificial en la producción y en los servicios, en el marco de un capitalismo financiarizado y de una creciente precarización y desprotección laboral. Las respuestas se orientan sobre todo a indagar el impacto del desarrollo tecnológico y científico en las relaciones entre capital y trabajo, constitutivas del núcleo del sistema que configura la organización de la producción.

| Por Héctor Palomino |

Introducción

Los interrogantes sobre el futuro del trabajo planteados en el mundo contemporáneo exigen respuestas situadas en términos históricos y conceptuales, sobre todo en un contexto socioeconómico y político como el de Argentina hoy, en el que se reiteran las situaciones caóticas en los planos económico, financiero y social que caracterizan los fines de ciclo neoliberales. Al igual que durante la salida del modelo económico de Martínez de Hoz en los ’80, y del modelo de la convertibilidad de Cavallo a fines de los ’90 y principios de 2000, la necesidad de resolver al mismo tiempo el desempleo y la precariedad laboral, así como la crisis financiera, se combina con el requerimiento de cambios estructurales en la economía para solucionar los desequilibrios de la balanza de pagos y de comercio exterior.

La cuestión del futuro del trabajo se plantea hoy en el seno de tendencias históricas como las de la creciente digitalización y aplicación de la inteligencia artificial en la producción y en los servicios, en el marco de un capitalismo financiarizado y de una creciente precarización y desprotección laboral. En una perspectiva conceptual, las respuestas se orientan sobre todo a indagar el impacto del desarrollo tecnológico y científico en las relaciones entre capital y trabajo, constitutivas del núcleo del sistema que configura la organización de la producción.

Más allá de la expansión tecnológica, los debates que conciernen a las relaciones entre capital y trabajo, tanto en su dimensión contractual como en su dimensión organizativa, son necesarios porque esas relaciones constituyen la base sobre la que se configuran las principales fuerzas sociales y políticas. De allí que los impactos del desarrollo tecnológico sobre estas relaciones adquieran un carácter político, lo que tampoco es novedoso, ya que tuvo ese carácter en todas las épocas en las que fue planteado; por eso los debates sobre el futuro del trabajo son también netamente políticos.

1. La sujeción del trabajo asalariado al capital

La expansión del trabajo asalariado como forma típica de trabajo bajo el capitalismo sigue constituyendo la modalidad predominante en las sociedades contemporáneas. Y también en la Argentina, donde tres cuartas partes de la cantidad total de trabajadores están constituidas por asalariados. La sujeción del trabajo al capital se establece en términos contractuales y organizativos: el intercambio de trabajo por salario fija la dependencia contractual del trabajador, mientras que la aceptación del trabajador de la dirección del capital en el proceso de trabajo define su lugar en la organización. En relación con la situación vigente en el siglo XIX, estas dos dimensiones de la sujeción del trabajo al capital registraron grandes transformaciones a lo largo del siglo XX, que podrían caracterizarse como progresivas, ya que articularon el salario con instituciones de protección social. Sin embargo, los cambios más recientes, de los últimos cuatro años, muestran variaciones de importancia que pueden caracterizarse como regresivas; como veremos a continuación, se trató sobre todo de políticas que buscaron desarticular la relación laboral de las garantías y derechos que configuran la protección social de los trabajadores.

1.1. Sujeción contractual y precarización

En relación con la dimensión contractual, el intercambio del trabajo por salario incluye la articulación de este con un conjunto de garantías y protecciones institucionalizadas impulsadas por los sindicatos, que configuran la base de lo que se denomina estado de bienestar. Precisamente, los asalariados que no cuentan con ese conjunto de garantías y protecciones son identificados como quienes tienen una inserción frágil en el mercado de trabajo, y padecen diferentes formas de inestabilidad en sus empleos, englobadas comúnmente bajo la noción de precariedad. La precarización constituye uno de los principales ejes del debate político sobre el futuro del trabajo que, lejos de constituir un destino ineluctable de los trabajadores, es resistida y busca ser reducida por fuerzas sociales concretas que pugnan en favor de restablecer garantías y derechos laborales. Las fuerzas que luchan en favor de la protección social están constituidas por sindicatos –que administran y gestionan la provisión de servicios sociales además de organizar políticamente a los asalariados– y por movimientos sociales que buscan articular de manera original a los trabajadores marginados del mercado de trabajo formal, que carecen de garantías laborales. Unos y otros promueven los derechos y la protección social de los trabajadores y orientan los reclamos generalizados contra la precariedad laboral, eje central de las movilizaciones sociales y las demandas de igualdad y reconocimiento que se reiteran hoy en la mayoría de las sociedades. La creencia en que la precariedad sería un destino inevitable del capitalismo contemporáneo no considera la fuerte inestabilidad que produce en los sistemas políticos. Precisamente, sindicatos y movimientos sociales formulan demandas que ponen en cuestión la sujeción contractual del trabajo al capital: mientras que los sindicatos demandan el retorno, o fortalecimiento, del estado de bienestar, los movimientos sociales demandan un reconocimiento ampliado como trabajadores más allá de las formas contractuales vigentes, pero con igualdad de derechos sociales.

1.2. Sujeción organizativa y emancipación

En relación con la dimensión organizativa, la dirección del capital sobre el trabajo se plantea hoy en un escenario muy diferente al de la época de la revolución industrial. Actualmente los trabajadores cuentan con representación sindical y con instituciones que acotan la dominación del capital en los lugares de trabajo, básicamente la negociación colectiva de las condiciones de trabajo, desde horarios hasta formas concretas de realización de tareas, así como modalidades de toma de decisiones en los puestos de trabajo que prescinden de mandatos jerárquicos. Esta capacidad de negociación constituye una forma de emancipación del trabajo de la dominación del capital, que constituye el segundo –en la enumeración, no en el orden de importancia– de los ejes del debate político sobre el futuro del trabajo. Mientras que en el siglo XIX la emancipación de los trabajadores constituía una dimensión utópica a la que se accedería solo a través de una revolución, la expansión del derecho laboral y de los sindicatos en el siglo XX posibilitó reformas progresivas que no solo buscaron atenuar la explotación por el capital, sino también una creciente capacidad de los trabajadores para tomar decisiones relativamente autónomas en la realización de su trabajo. En este sentido, buena parte de la literatura contemporánea de gestión de personal en las empresas no hace más que reflejar, bajo el formato de la promoción de “nuevas formas de gestión”, ese re-equilibrio de la relación de fuerzas entre capital y trabajo. En esa literatura, los expertos aconsejan que la relación de las gerencias con su personal deje de lado las órdenes y promueva la delegación y empowerment de los empleados, que el ejercicio de la autoridad y la dominación y el control sobre los trabajadores sea sustituido por la búsqueda de su fidelización con los fines de la empresa, que la organización del trabajo resulte menos una constricción externa sobre los trabajadores que un resultado de su vocación, responsabilidad y compromiso subjetivo. Estas iniciativas empresarias pueden ser interpretadas desde diferentes puntos de vista. Por un lado, como un reconocimiento de la necesidad de otorgar autonomía a los trabajadores en la toma de decisiones como condición de acrecentar su productividad y con ello la ganancia empresaria. Pero también parecen implicar un reconocimiento de la dificultad de sostener el control absoluto de la empresa sobre los procesos y condiciones de organización del trabajo, es decir, una concesión a las demandas impulsadas por los trabajadores y sus sindicatos que buscan promover el control de las condiciones de organización del trabajo a través de la negociación colectiva.

1.3. Igualdad de género

El tercero de los ejes del debate político sobre el futuro del trabajo se vincula con la igualdad de género y la crisis del patriarcalismo. La igualdad de género, entre otros aspectos, pone en cuestión la definición misma del trabajo que prevalece en las teorías económicas, en términos de la realización de un “trabajo para el mercado”. Esta definición deja de lado toda una enorme variedad de tareas englobadas bajo el término de “reproducción social” que incluye las tareas de sostenimiento del hogar y crianza, las tareas denominadas “comunitarias” y otras, que permanecen fuera del ámbito del mercado y que son realizadas mayoritariamente por mujeres. Precisamente una serie de movimientos sociales tales como los ya mencionados buscan establecer puentes entre estas actividades realizadas en el hogar y en las comunidades de residencia. Estas luchas por el reconocimiento de derechos de las mujeres impactarán seguramente sobre las definiciones tradicionales del trabajo que prevalecen actualmente, lo que tendrá efectos hasta en las propias estadísticas, ya que no podrá sustraerse de la contabilidad social, como hasta ahora, el tiempo de trabajo destinado a la reproducción social. De hecho, el relevamiento del uso del tiempo que se realiza actualmente en varias sociedades expresa en términos culturales las demandas de reconocimiento del trabajo de las mujeres y abre el camino para estimar el trabajo no retribuido económicamente. Estas demandas se agregan a las de igualdad jerárquica y de ingresos en las empresas y lugares de trabajo, y hasta en las propias organizaciones de representación de los trabajadores.

1.4. Los cambios tecnológicos contemporáneos

El cuarto de los ejes del debate político sobre el futuro del trabajo viene siendo planteado por los desarrollos de la inteligencia artificial que, al igual que con el desarrollo de la automatización y la robótica desde el último cuarto del siglo XX –e incluso de la mecánica desde los inicios del industrialismo–, parece amenazar con sustituir más empleos que los que puede crear. Hasta qué punto esto puede llegar a concretarse en el futuro es difícil de establecer; solo podemos constatar que las previsiones negativas sobre el desempleo que acompañaron el desarrollo del industrialismo y la automatización no se concretaron ya que, en líneas generales, la sustitución de la mano de obra fue paralela a la generación de demandas de nuevos empleos en actividades diferentes a las afectadas directamente por el cambio tecnológico. Nada indica que con la expansión de la inteligencia artificial no ocurra lo mismo y, de hecho, todos los estudios recientes vinculados con estas actividades muestran la generación de nuevos puestos de trabajo, el requerimiento de nuevas calificaciones y renovadas exigencias de reentrenamiento y formación profesional para la mano de obra.

Este cuarto eje del debate político sobre el futuro del trabajo presenta comúnmente dos dimensiones. En una de ellas se establecen posiciones polares sobre la sustitución versus la creación de nuevos empleos vinculados con la inteligencia artificial, mientras que en la otra se plantea la rigidez de las instituciones laborales y su incidencia en los costos del trabajo para las empresas. Los partidarios de la sustitución reproducen argumentos similares a los utilizados para plantear “el fin del trabajo” hace ya más de dos décadas, en un contexto en el cual se trataba sobre todo de iniciativas empresarias sobre flexibilización laboral. Estas se orientaban centralmente sobre los dos temas: el avance tecnológico que supuestamente produciría un creciente desempleo, y la necesidad de disminuir los costos laborales para asegurar la competitividad de las empresas, disminuyendo o eliminando los impuestos aplicados para sostener las instituciones del estado de bienestar. Aunque este planteo catastrofista sobre el fin del trabajo se desvaneció en algunos años, retorna ahora de la mano de la inteligencia artificial. Con una diferencia central: hoy la expansión tecnológica viene vehiculizada por algunas grandes empresas globales configuradas sobre las nuevas tecnologías de información y comunicación.

2. Las grandes plataformas globales y el cambio de la regla de juego del capitalismo

El surgimiento de unas pocas grandes empresas, cuyo rasgo en común es que operan como plataformas globales y funcionan como monopolios que combinan la expansión tecnológica con una serie de transformaciones económicas e institucionales, ha tenido consecuencias enormes. Google, Facebook, Amazon, Microsoft, identificadas comúnmente como empresas high tech, son impulsadas por la financiarización del capitalismo, lo que implica, en términos concretos, multiplicar una serie de problemas políticos e institucionales y, en paralelo, un conjunto de problemas culturales que se reflejan en los debates sobre el empleo. Estos problemas son consecuencias de la lógica de expansión típicamente financiera de estas empresas, cuyo desarrollo se orienta según una regla de juego diferente a la del capitalismo clásico. A diferencia de la regla de maximización de ganancias que guía el comportamiento de las empresas capitalistas, los nuevos gigantes tecnológicos se orientan por la regla que prevalece en la era de la financiarización, similar a la de los casinos de juego: “El que gana se lleva todo”. Y efectivamente, la lógica de expansión de estas empresas se basa en la absorción de las otras empresas y un control absoluto del mercado global en el que operan, lo que significa eliminar la competencia y, por lo tanto, el fin del juego (de allí el carácter “predatorio” atribuible a su funcionamiento). En su expansión, estas empresas buscan sistemáticamente evitar controles impositivos y tributarios directos e incluso captar recursos financieros independientemente de su origen lícito e ilícito, sea como objetivo propio de empresa o de manera indirecta brindando como medio el propio funcionamiento de la plataforma.

2.1. La sustitución de los contratos de trabajo por contratos comerciales

Las modalidades de captación de personal de estas empresas siguen las mismas reglas que presiden su expansión financiera, buscando evitar controles tributarios e impositivos; en relación con el trabajo esta lógica se despliega siguiendo las estrategias prevalecientes desde el último cuarto del siglo pasado para reducir costos laborales. Se trata básicamente de sustituir los contratos de dependencia como trabajadores por contratos comerciales de prestación de servicios. Según la actividad, la condición de trabajador dependiente es desplazada sea por: a) la de un asociado empresario autónomo, típica de los servicios organizados en términos de consultoría profesional, desde contabilidad y finanzas hasta la atención médica de la salud, o b) por la de un cliente en los servicios en los que los trabajadores aportan su herramienta de trabajo –vehículo, por ejemplo, en los casos de Uber o Rappi y similares–.

Ambas formas de sustitución del trabajo suponen, en términos culturales, una colonización de la subjetividad de los trabajadores que se realiza a través de una ideología empresarialista. A diferencia de la relación de dependencia de los contratos de trabajo, los contratos comerciales suponen la igualdad de los contratantes y, en la medida que son establecidos voluntariamente, suponen también su libertad. Si lo que se intercambia no es un trabajo sino un servicio, estas empresas prescinden de los compromisos normativos típicos de una relación laboral y, por lo tanto, no son responsables de la precariedad que afecta a los trabajadores como tales. Al mismo tiempo, en la medida que son concertados entre iguales y libres suponen una emancipación individual de los trabajadores/empresarios.

2.2. La precarización laboral: ¿efecto del cambio tecnológico o de la financiarización?

En términos de problemas culturales, en nuestra esfera de interés vinculada con la cuestión del futuro del trabajo, esas empresas reproducen y difunden argumentos estereotipados sobre las formas de inserción laboral y los costos que el financiamiento del estado de bienestar genera sobre la competitividad de las empresas. En general, en estos argumentos la expansión de estas empresas es atribuida centralmente al desarrollo científico y tecnológico, en tanto que se soslayan los mecanismos financieros que promueven esta expansión, así como sus consecuencias en términos de centralización y control monopólico sobre los mercados globales que construyen y operan, y denuncian como obstáculos al progreso las críticas y demandas emergentes que suscita su dominación financiera. Algunas de las críticas sobre las consecuencias de la expansión de estas grandes empresas tienden a atribuir a la tecnología los problemas generados por la dominación financiera. Esta confusión del desarrollo tecnológico con la financiarización del capitalismo se advierte en la multiplicación de conflictos que emergen en las actividades en las que operan –y transforman– estas plataformas. Esta conflictividad pone de manifiesto que, lejos de la utopía libertaria e individualmente emancipadora que promueven sus ideólogos, estas plataformas producen un incremento considerable de la precariedad laboral, eje de denuncia de sindicatos y movimientos sociales. Un ejemplo notable de la matriz simbólica de estos nuevos conflictos puede observarse con mucha claridad en la Argentina, siguiendo la trayectoria de expansión casi geométrica de una de estas nuevas empresas que se presenta como high tech pero tiene el nombre de Mercado Libre (sic!): a) su titular se presenta como liberal y promueve en nombre de la competitividad una legislación laboral crudamente antisindical; b) su prédica en favor del libre mercado no impidió que solicitara apoyo al Estado argentino para defenderse de la expansión de Amazon en los países de la región; c) su resistencia a aceptar la sindicalización de parte del personal terminó cediendo en favor de un sindicato con el cual firmó un convenio de empresa, para evitar los reclamos de los grandes sindicatos de actividad por la afiliación de los trabajadores de la empresa en su espacio de representación: la Asociación Bancaria, la Federación de Camioneros y el Sindicato de Comercio. Precisamente estos sindicatos de las actividades financieras, del transporte y del comercio cuestionan la identidad high tech que pregona el dueño y fundador de esta empresa, que a través de argumentos fundados sobre una ideología “empresarialista” que promueve la innovación, busca al mismo tiempo eludir las responsabilidades empresarias sobre la contratación de trabajadores.

3. Conclusiones

Hemos intentado mostrar que el debate contemporáneo sobre el futuro del trabajo se vincula mucho más con los conflictos del presente en torno al trabajo que con el futuro en sentido estricto, y que los argumentos puestos en juego en ese debate tampoco son nuevos. Debemos reconocer, además, que la vigencia de este debate se relaciona estrechamente con nuestros temores, que nos tornan sensibles a imágenes catastrofistas fundadas en problemas reales que afrontamos en la organización del trabajo, afectada por cambios institucionales, políticos, económicos y financieros, a la vez que por las consecuencias de una acelerada transformación tecnológica. Pero más allá de estas imágenes de aquello que nos podría suceder si solo fuéramos sujetos pasivos, sometidos a tendencias de transformación que no controlamos, conviene atender también a nuestra capacidad de moldear nuestro porvenir aun cuando sepamos que puede estar cargada de ilusiones. Sin embargo, esas capacidades están fundadas en organizaciones y fuerzas sociales, muchas de ellas forjadas precisamente en el mundo del trabajo. Una breve enumeración de esas capacidades para construir nuestro futuro, tal como las hemos presentado hasta aquí, pueden sintetizarse en nuestra fortaleza para i) sostener la articulación del salario con las protecciones y garantías del estado de bienestar y en contra de la precariedad; ii) sostener las demandas colectivas de emancipación mediante el control sobre las condiciones de la organización del trabajo; iii) promover la ampliación de los derechos del trabajo sobre vastas categorías de trabajadores marginados hoy de las instituciones laborales; iv) promover la igualdad de género no solo en las jerarquías de las organizaciones sino a través del reconocimiento de las esferas de reproducción social del trabajo realizado por las trabajadoras y, en especial, v) incrementar la participación de los trabajadores en el control de la expansión tecnológica. Estas capacidades permiten orientar la construcción del futuro del trabajo.

Autorxs


Héctor Palomino:

Profesor Consulto de Relaciones del Trabajo. Investigador de IEALC – Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Profesor de Maestría en Relaciones del Trabajo, FLACSO-UMET. Profesor de Maestría, Instituto de Industria, UNGS.