El desafío de vivir con lo nuestro

El desafío de vivir con lo nuestro

En paralelo con la creación de la Comisión Económica para América Latina comienza la producción intelectual de uno de los más importantes economistas de la región. Inmerso en el movimiento denominado Estructuralismo Latinoamericano, Aldo Ferrer sentaría las bases de un pensamiento económico que hace centro en el rol del Estado como impulsor de la economía, cuyo objetivo es alcanzar el desarrollo con inclusión y la mejora sustancial de las condiciones de vida de la población.

| Por Abraham Leonardo Gak |

A fines de la Segunda Guerra Mundial, los países, en particular los vencedores, comenzaron a crear una serie de instituciones que impidieran el desarrollo de nuevas tragedias bélicas.

Estados Unidos y los países europeos generaron una unidad para el desarrollo de medidas económicas y sociales para garantizar su hegemonía sobre el resto del mundo.

Así, en enero de 1942, y mediante una alianza de veintiséis países que firman la Declaración de las Naciones Unidas, nace lo que tres años más tarde, una vez finalizado el conflicto bélico, sería la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Las reglas de funcionamiento del Consejo de Seguridad de la nueva institución, que les otorgaba poder de veto a los cinco países vencedores y aliados en la contienda internacional, fueron aprovechadas por estos y fue el prolegómeno de un proceso de apropiación y colonización de territorios y sus riquezas.

En aquel entonces comienza a vislumbrarse un conflicto que se desarrollaría por décadas. La confrontación de Estados Unidos y sus aliados con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que a su vez tomó bajo su manto protector a muchos países de Europa Oriental. Nacía la “Guerra Fría”.

En este escenario, y durante la conferencia realizada en Bretton Woods, los países aliados crearon dos organismos encargados de asegurar la estabilidad financiera del mundo occidental: el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM).

El FMI fue creado para fomentar la cooperación económica internacional, la estabilidad cambiaria y la búsqueda por establecer un sistema multilateral de pagos eliminando restricciones cambiarias que dificulten el comercio internacional, colaborando así en la corrección de los desequilibrios de sus balanzas de pagos.

Estas instituciones, a través de distintos programas, fueron las responsables de generar en los países en vía de desarrollo del continente americano una creciente dependencia de los países centrales, con la consecuente pérdida de soberanía e implicancias nefastas para los pueblos.

Como respuesta a esta conformación geopolítica, en el año 1948 comienza a funcionar bajo la esfera de la ONU la Comisión Económica para América Latina (CEPAL). El Dr. Raúl Prebisch, economista argentino, fue su promotor.

Prontamente, la CEPAL se fue convirtiendo en la fuente mundial de información y análisis de la realidad social de América latina y el Caribe y hoy, a más de cincuenta años de su creación, sigue siendo una usina fundamental del pensamiento de la región con un enfoque analítico propio y preservado a través del tiempo.

El eje de este modelo analítico está basado en la oposición entre “periferia” y “centro”. Vinculaba la capacidad de desarrollo económico y la relación desigual entre los grandes países centrales y los emergentes de América latina, determinando un patrón específico de inserción de esta en la economía mundial como productora de bienes, servicios y productos primarios y a su vez consumidora de tecnología –muchas veces inadecuada para sus recursos y nivel de ingresos– producida en los países del “centro”.

Asimismo, concluía con la idea de que la estructura socioeconómica periférica determina un modo singular de industrializar, introducir el producto técnico y, obviamente, distribuir equitativamente del ingreso.

Varios jóvenes economistas latinoamericanas tomaron esta teoría “de centro-periferia” y vincularon el desarrollo de sus respectivos países con el de América latina en general, uniéndose en un movimiento sin institucionalizar que se dio en llamar “pensamiento estructuralista latinoamericano”. Entre estos intelectuales descollaron Celso Furtado, Aníbal Pinto, José Medina Echavarría, Regino Boti, Jorge Ahumada, Juan Noyola Vázquez y Osvaldo Sunkel. Todos ellos, con mensajes innovadores, se lanzaron decididamente a la acción política con el objetivo de lograr un cambio esencial y necesario para independizarnos de la tutela, custodia y dirigencia externa.

En este contexto, en la Argentina emerge un joven economista, pedagogo y pensador original: Aldo Ferrer, quien desde ese momento fue instalando la idea de un modelo económico contrapuesto a lo que hoy llamamos neoliberalismo.

Su producción intelectual dedicada al desarrollo regional consta de una extensa e interesante bibliografía y es transmitida a través de la docencia a varias generaciones por medio de clases de grado y de posgrado, así como también a través de artículos publicados en diversos medios.

En esta misma línea y consecuente con su pensamiento, colaboró en la constitución de instituciones que investigan los problemas del desarrollo. Así, fue una presencia indispensable para el perfeccionamiento del Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) y para la creación del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), que es hoy en día uno de los más importantes centros de estudio sobre el tema.

Con una participación muy activa e irremplazable impulsó, junto con muy distinguidos académicos de la universidad y de distintos institutos, la creación de lo que se dio en llamar el Plan Fénix. Dentro de este espacio de pensamiento heterodoxo, muchos tuvimos el placer de trabajar codo a codo con él, dando profundos debates, redactando y publicando un nuevo plan económico que resolviera la dualidad con respecto al papel que le fuera asignado a la República Argentina como proveedora de materias primas y consumidora de la producción industrial externa. El objetivo del Plan Fénix era colaborar al “resurgimiento de la Argentina de las cenizas que había dejado el neoliberalismo de la década del ’90”.

Desde luego, es difícil centrar en un artículo, e incluso en un libro, la variedad de temas específicos vinculados al desarrollo y a la independencia y soberanía nacionales que ha sabido analizar y explicar en sus prolíficos años.

Aldo Ferrer persistió en su trabajo hasta horas antes de fallecer, completando así muchas décadas de labor y lucha.

No queremos quedarnos en el lamento de la pérdida de este gran hombre, gran académico y político, sino, por el contrario, debemos celebrar la distinción que tuvimos, como argentinos y como latinoamericanos, de contar con su aporte.

Todos aquellos que fuimos privilegiados con su amistad, quienes supieron aprovechar al máximo las lecciones de su actividad docente, quienes pudieron leerlo, debatirlo, comprenderlo, lo tenemos tan presente que llegamos al extremo de creer que era eterno. Su ausencia era impensable para nosotros/as. No podíamos imaginar la realidad sin su presencia. Aldo Ferrer ya no está con nosotros físicamente y esto nos duele.

Con su ausencia perdemos a un fiscal, un guía y un amigo, pero nos queda un mensaje optimista: su convencimiento de que la Argentina es suficientemente fuerte como para resistir las adversidades propias y las que provienen de afuera. En esto, el pensamiento de Aldo Ferrer será eterno.

Autorxs


Abraham Leonardo Gak:

Director de Voces en el Fénix. Director de la Cátedra Abierta Plan Fénix.