Educación ambiental comunitaria, participación y planificación prospectiva

Educación ambiental comunitaria, participación y planificación prospectiva

Para lograr la construcción de futuros sustentables es sumamente necesaria la participación de las poblaciones locales, quienes pueden aportar sus propias realidades y visiones, contribuyendo de este modo al desarrollo de los cambios y las acciones necesarias para alcanzar una mejora en la situación ambiental y en su propia calidad de vida. El rol de la educación ambiental y la planificación prospectiva para conseguir este objetivo.

| Por Eloísa Tréllez Solís |

La educación ambiental tiene como eje de sus reflexiones las relaciones entre la sociedad, la naturaleza y las culturas. En este sentido es importante partir de un mínimo acuerdo sobre qué es la educación ambiental hoy y qué significa en la ruta hacia la sustentabilidad.

Además de las diversas definiciones existentes, la educación ambiental puede comprenderse como un proceso que:
• Es altamente dinamizador y esencialmente participativo.
• Se centra en las relaciones dinámicas entre la sociedad y la naturaleza.
• Busca conservar la naturaleza y revalorar las culturas.
• Subraya la importancia de una relación positiva entre intelecto y emoción.
• Combina saberes ancestrales y académicos.
• Se orienta a la reflexión para la acción creativa.
• Aporta a la construcción de un mundo más justo y equitativo.
• Ofrece elementos para la construcción del saber ambiental.
• Se sustenta en bases éticas y de valoración de las culturas.
• Busca mejorar la autoestima de las poblaciones y recuperar sus identidades.
• Plantea avanzar hacia la construcción de una vida nueva, autogestionaria y libre, para todos los seres humanos en comunión con la naturaleza.

La educación ambiental, en su enfoque comunitario, adicionalmente, debe cumplir varios requisitos fundamentales: es una educación junto con la comunidad y eminentemente participativa; busca compartir (no impartir) conocimientos; es un proceso interdisciplinario, hacia el pensamiento complejo; es una educación integradora, multitemática y teórico-práctica, hacia el pensamiento crítico y la acción; busca la construcción colectiva del conocimiento, y se orienta al diseño y la construcción conjunta de futuros alternativos.

Es urgente detener las tendencias que establecen que los “técnicos” recién llegados a las localidades son los que calculan, planifican y toman decisiones sustituyendo a las comunidades, sus visiones, saberes y prioridades. Y para ello se requiere formular alternativas de construcción participativa de los escenarios futuros y sus estrategias para alcanzarlos, que representen de manera efectiva los deseos y esperanzas manifestados por los diversos grupos humanos, a partir de sus propias reflexiones y acciones.

La vinculación estrecha con los procesos de construcción de futuros lleva, sin duda, a la necesidad de pensar y actuar de manera prospectiva, es decir, a la planificación participativa y a las estrategias intersectoriales.

En efecto, las poblaciones deben examinar y valorar de manera participativa sus situaciones ambientales, asumir las responsabilidades y tomar las decisiones requeridas a fin de realizar los cambios y las acciones que se consideren necesarias para el mejoramiento tanto de la situación ambiental local como de su propia calidad de vida.

En este sentido, es importante considerar que el análisis de las relaciones sociedad-naturaleza, de las interrelaciones entre los fenómenos o los factores que caracterizan una situación o un problema ambiental, no resulta fácil de abordar y de comprender. Si bien la determinación de los problemas ambientales, es decir, la indicación por parte de las personas de una localidad, de cuáles son los principales problemas, e incluso, de sus consecuencias sentidas sobre la vida comunitaria, se puede lograr generalmente de manera rápida y consensuada, no sucede lo mismo cuando se desea estudiar más en detalle cada una de las situaciones ambientales para poder plantear acciones de futuro. En efecto, las dificultades aparecen primordialmente cuando se intenta entender de manera colectiva la estructura y la dinámica de los problemas ambientales, los factores internos y externos que los constituyen y/o determinan, y las interrelaciones entre ellos.

Con mucha frecuencia se tiende a estudiar los hechos ambientales como entes estáticos, casi monolíticos, manejando relaciones esquemáticas causa-efecto y optando por prioridades muy relacionadas con los intereses parciales de algunos “expertos” o grupos de poder. Es evidente que una escasa creación de espacios de reflexión conjunta puede limitar el potencial movilizador hacia el mejoramiento ambiental que tiene el trabajo participativo con las poblaciones.

Como parte de la educación ambiental comunitaria se puede y se debe experimentar, innovar, buscar nuevos métodos de trabajo participativo que permitan lograr un enfoque sistémico en el análisis de los problemas y las diversas situaciones ambientales, abriendo así las posibilidades de fortalecimiento tanto de la conciencia crítica como de la gestión ambiental participativa, orientada a la autogestión ambiental comunitaria.

La participación que busca promoverse a través de la educación ambiental, como se mencionó, debe ser una participación orientada a la acción, a la construcción de un futuro diferente. Es decir, a la búsqueda y concreción de tareas y cambios que conlleven mejoras en las relaciones sociedad-naturaleza y, por supuesto, en las relaciones sociedad-sociedad. Se trata de construir futuros alternativos de sustentabilidad y de frenar las tendencias de depredación y de uso insostenible de la naturaleza.

Las concepciones sistémicas sobre el ambiente se encuentran en un proceso de amplio desarrollo desde hace varios años, sustituyendo las definiciones generales del pasado, en las cuales se establecía básicamente que el ambiente era simplemente “todo lo que nos rodea”. Actualmente, existen numerosas aproximaciones a la definición sistémica del ambiente como la concepción dinámica cuyos elementos básicos son una población humana (elementos sociales: las personas y sus diferentes maneras de organización, más todo lo producido por el ser humano: cultura, ciencia, tecnología, etc.), un entorno geográfico, con elementos naturales (todo lo que existe en la naturaleza, mucho de lo cual se identifica como recursos naturales) y una infinita gama de interacciones entre ambos elementos. Para completar el concepto hay que considerar, además, un espacio y tiempo determinados, en los cuales se manifiestan los efectos de estas interacciones. Y acercarnos, así, a la construcción del nuevo saber ambiental.

La educación ambiental comunitaria requiere especiales esfuerzos para contribuir a la construcción de ese nuevo saber ambiental, para lo cual se precisan alternativas metodológicas y acercamientos que permitan la formación para la acción y el pensamiento creativo, para la renovación de las ideas y la imaginación, para la orientación de los cambios, para la toma de conciencia y la profundización acerca de las características dinámicas de los contextos en los cuales transcurre la cotidianidad de la población. Los saberes comunitarios requieren un espacio propio para estas reflexiones y una ruta de articulación con otros saberes, de modo que se produzca una verdadera conjunción enriquecedora.

La educación ambiental precisa acercarse cada vez más a las realidades concretas de las poblaciones, para poder vincularse a los procesos de planificación hacia la sustentabilidad de manera activa. Se enfrenta a un reto fundamental: convertirse en un eje de reflexión y de acción colectiva hacia la construcción de un nuevo futuro, con bases éticas, de conservación y buen uso de los recursos, y de respeto y solidaridad con la naturaleza y entre los seres humanos.

Es clave, para ello, realizar las reflexiones colectivas con una visión sistémica, abordando interrelaciones dinámicas para examinar las situaciones ambientales.

En este sentido, la Prospectiva, como escuela de construcción de futuro, ofrece varios métodos de pensamiento para la acción que pueden aportar de forma concreta a apoyar los procesos participativos de educación ambiental y planificación. En primer lugar, porque intenta orientar las acciones con visión de futuro; en segundo lugar, porque ofrece instrumentos de fácil manejo para construir sistemas y examinar sus relaciones dinámicas a fin de lograr encontrar prioridades por razones dinámicas para la acción, y por último, porque se fundamenta en la participación social y en la construcción de un conocimiento colectivo.

La búsqueda de convergencias entre los métodos y técnicas prospectivas y la educación ambiental participativa ha llevado a construir diseños experimentales de trabajo que intentan fusionar las facilidades y sustentos que ofrece la Prospectiva con las necesidades de nuevas aproximaciones al pensamiento y a la acción que requiere la educación en temas ambientales. A través de numerosas experiencias de trabajo y de exploración en diversas realidades y con diferentes grupos sociales, los procesos de educación ambiental a los que se incorporaron técnicas participativas y prospectivas están mostrando resultados interesantes y abriendo nuevas perspectivas de aplicación.

Es importante observar el enlace potencial de la educación ambiental comunitaria con el pensamiento crítico, creativo y prospectivo, para lo cual se puede examinar especialmente el trabajo filosófico y práctico que ha caracterizado a la escuela francesa de la Prospectiva, cuyo iniciador fue el destacado pedagogo y filósofo francés Gastón Berger y que se ha enriquecido, entre otros, con los aportes de su continuador y principal exponente, Michel Godet.

La Prospectiva es un conjunto de métodos y técnicas, teorías y conceptos, para analizar, explicar y construir anticipadamente futuros posibles y deseables de la acción humana. Se diferencia explícitamente de la futurología, por cuanto enfatiza en el interés de la construcción de futuros alternativos, y no en el análisis de tendencias, la predicción o el vaticinio.

En la planificación, la Prospectiva tiene un lugar importante al proporcionar un marco a las informaciones estratégicas, que se sitúan en escenarios que combinan tendencias probables, futuros deseables y cambios esperados. En el análisis de sistemas complejos ocupa un lugar particularmente destacado, ya que permite establecer las interrelaciones sistémicas de los factores determinantes del problema o sistema en estudio y las prioridades dinámicas de su abordaje.

El enfoque genuinamente participativo de la Prospectiva, su énfasis en los cambios deseables, en las relaciones dinámicas y la pluralidad de futuros, permiten aportar de manera clara y creativa en la construcción de aquellos escenarios que la misma población plantea establecer en el marco de sus procesos de análisis, intercambios y planificación.

Algunas de las alianzas posibles entre la Prospectiva y la educación ambiental comunitaria se encuentran en diversos momentos:
• Al abordar el estudio de situaciones ambientales, multifactoriales, complejas, que requieren un enfoque sistémico sencillo y a la vez interdisciplinario, con apertura a preguntas y reflexiones múltiples.
• Al potenciar procesos participativos, promover el autodiagnóstico y la autogestión ambiental.
• Al compartir saberes que pueden articularse en nuevos procesos de comprensión de las realidades cambiantes, a través de interrogaciones sistemáticas y de creación de escenarios deseables.
• Al diseñar futuros alternativos, nuevas racionalidades, que no continúen las tendencias conocidas, y construyan espacios nuevos, originen rupturas si son necesarias, o busquen opciones diferentes a las que se tienen en el contexto actual.
• Al intentar construir rutas hacia una inteligencia y racionalidad ambiental colectiva, con componentes complementarios y plurales.
• Al buscar potenciar eventuales alianzas y minimizar posibles conflictos entre los actores de los procesos, que converjan en los temas de futuro.

En diversas experiencias de educación ambiental comunitaria realizadas por la autora de este artículo con comunidades y grupos sociales en países de América latina se emplearon varios métodos y técnicas de la Prospectiva. De estas experiencias se derivaron planes y estrategias de acción colectiva que orientaron las acciones de las comunidades y apoyaron su búsqueda activa de la sustentabilidad.

Como parte de las aplicaciones de la Prospectiva se empleó el método de los escenarios, donde se considera un escenario como un conjunto formado por la descripción de una situación futura y un camino de sucesos que permiten pasar de una situación actual a la futura. Para aproximarse a la construcción de un escenario, se aplican diversas técnicas, entre ellas el análisis estructural.

El análisis estructural es una técnica orientada al examen de situaciones específicas a través de la identificación de factores determinantes de una situación, la creación de un sistema compuesto por tales factores y el análisis de las mutuas interacciones entre los factores constitutivos de dicho sistema. Todo ello permite conocer, de manera sencilla y clara, la dinámica del sistema. Este estudio, a través de un proceso conocido como interrogación sistemática, pone en evidencia las principales relaciones cualitativas (sean cuantificables o no) que intervienen en un fenómeno y permite visualizar las características de motricidad y dependencia de los factores involucrados, seleccionando aquellos capaces de poner en movimiento el sistema, ayudando a priorizarlos y a elegir alternativas estratégicas de futuro.

Esta priorización, que se realiza por razones dinámicas, permite debatir críticamente los diversos sucesos involucrados, comprender de manera multidimensional el proceso y orientar las estrategias y escenarios futuros, insertando la dimensión del tiempo, del hoy y del futuro, con la certeza, la incertidumbre o la voluntad del cambio, así como de la continuidad o la ruptura. El sistema de preguntas y respuestas del análisis estructural, interrelacionando los componentes articuladores de una situación ambiental dada, abre el espacio a la reflexión, a la sorpresa, a la visión caleidoscópica de las relaciones interfactoriales, y a la multiplicidad de versiones individuales y colectivas que pueden derivarse de este ejercicio.

Una vez realizadas estas reflexiones y priorizados los factores, se procede al diseño de un escenario posible y deseable que abre las puertas para la planificación estratégica, a partir del planteamiento de las posibles alianzas y conflictos intersectoriales. Todo ello puede conducir a un plan estratégico conducente al logro del escenario diseñado colectivamente.

Si las propuestas comunitarias de la educación ambiental así establecidas permiten profundizar en las relaciones sociales que intervienen en las situaciones ambientales, si se abren nuevos canales de aproximación sistémica a las diversas realidades, si se crean espacios para compartir saberes y fortalecer las capacidades de autogestión ambiental comunitaria, entonces las comunidades, con apoyo de algunos procesos y con técnicas prospectivas y participativas, pueden construir y poner en marcha de manera conjunta alternativas de futuro basadas en sus propias realidades y visiones.

Sin duda, la alianza entre la planificación prospectiva, la participación real de las poblaciones y la educación ambiental comunitaria puede aportar caminos innovadores y creativos para la construcción colectiva de futuros sustentables.

Autorxs


Eloísa Tréllez Solís:

Física y ambientalista hispano colombiana. Especialista en educación ambiental comunitaria, investigación social, comunicación ambiental, planificación prospectiva y estratégica, interpretación del patrimonio natural y cultural, gestión de conflictos socioambientales, recuperación de saberes, enfoque de género y participación comunitaria.