Editorial: Una nueva sociedad: ¿utopía o realidad?
El sistema económico que rige en el mundo es un generador permanente de inequidad y desigualdad, las cuales no sólo incuban niveles cada vez mayores de violencia latente, sino que también se montan sobre la destrucción sostenida de la naturaleza y el agotamiento de los bienes no renovables que ofrece el planeta.
El horizonte que se avizora se aleja cada día más del deseado. El control social permanente garantiza la subsistencia del sistema y, por lo tanto, obliga a pensar alternativas que resuelvan las injusticias que este mantiene vigentes.
Frente a este escenario, sectores crecientes de las sociedades enfrentan el desafío de avanzar hacia un cambio radical que privilegie los intereses colectivos, la justicia distributiva, la libertad en todas sus facetas, el respeto por la naturaleza y la erradicación de la violencia; en suma, una vida plena y sostenible para todos/as, cambio inalcanzable si no se apoya en una transformación cultural.
El fin último de estas formas creativas de relación social y de producción es modificar el sistema vigente en su totalidad y en el recorrido para alcanzarlo van dando soluciones a los problemas cotidianos que el actual sistema no atiende.
Múltiples son las herramientas para llevar a cabo esa transformación: desde la comunicación comunitaria, la producción autogestiva de las empresas y la creación de bachilleratos populares, hasta el desarrollo de sistemas de producción que propician el reencuentro entre la naturaleza y el ser humano, la autoproducción habitacional y urbana, y la agricultura familiar como horizonte para la soberanía alimentaria. Todas ellas expresiones de la voluntad de hombres y mujeres que trabajan día a día para construir un mundo basado en otras formas de relación social cuyos pilares son la justicia y la solidaridad.
Los proyectos que llevan adelante los emergentes de la economía social y solidaria requieren de un trabajo cotidiano. Enfrentan durante los primeros años enormes dificultades hasta poder afianzarse en un territorio hostil, dominado por las fuerzas del mercado y la lógica económica del lucro y la acumulación.
Para poder establecerse, desarrollarse, crecer y contagiar su experiencia, estos movimientos necesitan un apoyo sustancial, claro y definitivo por parte del Estado, por medio de sus agencias y herramientas de distinto tipo, como los planes de fomento a cooperativas y mutuales y el desarrollo de finanzas solidarias.
Por más que el objetivo de transformación de la sociedad parezca lejano, es imprescindible insistir en estos proyectos que hoy pueden parecer menores, pero que van sentando las bases de un cambio cultural que, en definitiva, es la gran y única herramienta que nos puede llevar a un destino que priorice la vida de todas las personas y la subsistencia de la naturaleza antes que la acumulación irracional del capital.
Volviendo al título de este editorial, es hora de retirar el signo de interrogación: la utopía de una nueva sociedad es posible. El trabajo colectivo, inteligente y perseverante de todos/as logrará convertirla en realidad.
Autorxs
Abraham Leonardo Gak:
Director de Voces en el Fénix.