Editorial: Un mundo donde quepan todos los mundos

Editorial: Un mundo donde quepan todos los mundos

| Por Abraham Leonardo Gak* |

En lo que va del presente siglo, nuestro país ha enfrentado distintos problemas, muchos de ellos vinculados a su inserción internacional.

Si bien las distancias prácticamente han desaparecido gracias al avance de la tecnología, los países han tendido a organizarse en bloques aislándose del resto y, en consecuencia, ignorando las necesidades de los otros.

La Argentina no es ajena a estas circunstancias, y hoy, tras haber recuperado ciertos niveles de autonomía en la definición y aplicación de políticas –tanto económicas, como científicas y sociales– se encuentra embarcada en una empresa mucho más ambiciosa: la consolidación de un nuevo bloque regional, la Unasur.

Sería necio pensar que sólo se trata de acuerdos, relaciones y conveniencias de carácter económico. Por lo contrario, es la problemática política y social la que debería orientar y direccionar, cada vez más, las políticas de cada uno de los países miembros, a pesar de sus asimetrías.

En pocas palabras, sentimos que la inserción de la Argentina en el mundo debe hacerse a partir de su pertenencia a un bloque regional amplio, generoso e independiente de las presiones de los países centrales y de sus multinacionales.

La crisis mundial que continúa causando estragos en los países desarrollados logró ser atenuada en sus efectos en Latinoamérica gracias a la actitud común de defensa adoptada por los países de la región.

De todos modos, el impacto de las circunstancias precedentes no nos libera de la responsabilidad de aprovechar esta oportunidad, más que atrayente, de avanzar y consolidar la presencia de nuestro país y nuestra región en el mundo.

El mercado latinoamericano, en la medida en que logre eliminar los indignantes perfiles de subdesarrollo que presenta, podrá convertirse en el gran mercado interno de nuestros productos y, al mismo tiempo, en la punta de la lanza de una común inserción en los mercados mundiales.

Obviamente, estos enunciados son mucho más fáciles de expresar que de convertirlos en realidad.

Para lograrlo, no debemos olvidar las ruinosas políticas aplicadas por los países centrales para apropiarse impunemente de nuestros recursos, digitando para ello las políticas que debían adoptar nuestros países. Es por esto también que se vuelve fundamental contar con la fortaleza de un bloque político de naciones que acuerden objetivos comunes para actuar.

Es expresión de esa fortaleza la notable reacción de los países del sur de este continente frente al reciente conato de deposición del presidente de Ecuador; reacción que se inscribe en una serie de actitudes previas que hicieron retroceder otros intentos golpistas –como en Paraguay, Bolivia y Venezuela–, e incluso dejaron sentada una posición de vigorosa resistencia al golpe en Honduras.

La inserción de los países de nuestra región, incluido el nuestro, en el G-20, y la presidencia de la Argentina pro tempore del G-77 son no sólo señales de la importancia creciente del área, sino también el reconocimiento de la necesidad de contar con la voz latinoamericana en el concierto mundial.

Desde luego que siguen presentes en el escenario el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Organización Mundial de Comercio y demás personeros de los intereses financieros internacionales que continúan, cuando se lo permiten, con sus recetas repetidamente fracasadas.

Justamente para esto sirve la independencia y la soberanía de un país, para enfrentar las múltiples formas de sometimiento a las propuestas que sólo benefician a los poderosos.

La voz de América latina deberá ser pensante vanguardia para que este mundo sea cada vez más ancho y menos ajeno.





* Director de Voces en el Fénix.