Editorial: La ciudad de los otros
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires, si bien goza de un merecido prestigio fuera de sus límites, presenta una problemática que afecta en particular a quienes tratan de vivir en ella.
Debemos señalar que el número de habitantes de la ciudad, sin el conurbano, se ha mantenido estable desde hace muchos años, por lo que hay que considerar que ha habido tiempo y oportunidad para adaptarla a los cambios que la modernidad requiere. Desde luego, debe tomarse en cuenta el número de personas que residen en áreas suburbanas y se incorporan diariamente por razones laborales a la habitabilidad que les pueda ofrecer la ciudad.
A este panorama debemos agregar que la administración del Gobierno de la Ciudad ha tenido una presencia estable desde el punto de vista político, de modo que es posible pretender cambios significativos y positivos que remuevan las asimetrías y mejoren las condiciones para quienes residen en ella y enfrentan las dificultades que brevemente señalaremos y que, en el fondo, conforman el contenido principal de este número de Voces en el Fénix.
Si tomamos en cuenta los cambios que representan el incremento de vehículos, la velocidad que desarrollan los mismos y la presencia de un servicio público que se resiste a ordenarse, entendemos que poco es lo que se ha hecho, salvo la incorporación de vías exclusivas para medios de transporte público, que con excepciones, cumple un rol que justifica su presencia mejorando el traslado de los usuarios y reduciendo la duración del viaje que realizar, para lo que deberíamos tomar en cuenta que la modificación de la cantidad de paradas y la distancia entre ellas también colabora con la mejora que han significado, aunque les resulta más complejo utilizarlos a aquellos peatones que, por razones de salud o de edad, tienen mayor dificultad para trasladarse.
Un dato no menor, también, es el desorden con que se manejan quienes utilizan las calles de la ciudad. Con sólo comparar este tema con lo que sucede en otras ciudades con mayor población, nos damos cuenta de que es posible organizar la vida en la calle en forma mucho más efectiva.
Hagamos una revisión de aquellos grandes problemas que originan, por un lado, los requerimientos sociales y, por el otro, las necesidades sociales.
Entre estos últimos, ocupa un lugar prioritario y esencial la vivienda. Nuestra ciudad, en este sentido, no ha intentado hasta ahora modificar las condiciones de vida de los sectores con menores recursos. Lo demuestra la ausencia de proyectos estatales para brindar, no solo en propiedad sino alternativamente en alquiler, viviendas que respondan a las necesidades propias de este siglo.
La presencia numerosa de barrios y personas que habitan en ellos en forma paupérrima, muestra el desinterés estatal en brindar soluciones al problema que ha adquirido una dimensión enorme, al extremo de que los habitantes de esos lugares llegan a un porcentaje muy significativo de la población de la ciudad.
Quedan así marcadas las diferentes zonas en que la ciudad se encuentra dividida, con sectores altamente desarrollados con condiciones de habitabilidad excepcionales (en nuestro caso el norte), por un lado, y sectores que carecen de algunos de los servicios públicos elementales (radicados fundamentalmente en la zona sur de la ciudad), por el otro, lo que no quita que existan excepciones en ambas zonas, a lo que debemos agregar la existencia de importantes sectores sin regularización dominial, situación que los inhibe a invertir en mejoras duraderas.
Finalmente, hemos dejado sin analizar tanto el sistema de salud como el de educación que, como siempre, se cobran las falencias en contra de los pobres.
Cuando terminen de recorrer los artículos que ofrecemos en el presente número, los lectores tendrán una idea más clara acerca de lo que significa el concepto que alguna vez, hace ya bastantes años, formuló el Dr. Leopoldo Portnoy en el sentido de que, con desapego, quienes vivimos en ella la consideramos como la ciudad de los otros.
Autorxs
Abraham Leonardo Gak:
Director de Voces en el Fénix.