Editorial: Industria y desarrollo

Editorial: Industria y desarrollo

| Por Abraham Leonardo Gak |

Después de haber borrado sus recuerdos Joel y Clementine vuelven a cruzarse en Montauk. Y en ese tren rumbo a Rockville Centre darían un nuevo comienzo a una relación que, sin saberlo, no era nueva. Algo de ese tren debe haber en ciertos debates históricos en Argentina, y el de la industria es uno de ellos.

Desde las disputas de la década de 1930, en torno a las distintas alianzas de clase que rodeaban las agendas del Plan Pinedo y el Grupo Forja, una y otra vez nos topamos con la necesidad de dar un curso definitivo a la industrialización de nuestro país, a la que no hemos logrado darle más que respuestas defensivas.

De Swift y Tamet a Rigolleau y Cemento Portland, de Quilmes y Ford a La Cantábrica y Siam, varios han sido los hitos que marcaron a fuego el ADN industrial de la Argentina, sobre el que pesaron y pesan fuertes tensiones de economía política y varios episodios de restricción externa, dejándonos con esa recurrente sensación de volver a empezar.

Es sobre estas complejidades que avanza este número, proponiendo una nueva lectura a la industrialización de nuestro país, que une las luces y sombras del modelo sustitutivo y el desmantelamiento prematuro en la entrada a la segunda globalización financiera con la persistencia de la heterogeneidad estructural, eje pivote sobre el cual construir un futuro distinto.

En efecto, plantear objetivos de crecimiento económico, distribución del ingreso y generación neta de empleo supone el doble desafío de elevar (y sostener) el empuje por demanda y de transformar la estructura productiva, para lo cual resulta imprescindible la incorporación de conocimiento científico-tecnológico a la producción industrial.

La demanda (interna y externa) genera incentivos a la inversión y a las mejoras de productividad, y el cambio hacia una estructura diversificada y escalonada tecnológicamente reduce la incidencia del subempleo y la informalidad, viabilizando al mismo tiempo el aumento de los ingresos reales.

Competitividad hoy no es entonces bajar la intensidad distributiva, sino modificar la forma en que nos proyectamos hacia la nueva división internacional del trabajo, superando nuestro rol histórico de productor primario.

Tenemos en el mundo varios ejemplos de países que han logrado transformarse en productores industriales tanto para el consumo interno como para la exportación. La Argentina también puede ser uno de esos países, para ello es imprescindible la intervención del Estado no solo en términos económicos sino también redireccionando el desarrollo industrial de modo de posicionarlo de manera competitiva en el contexto internacional.

Ejemplo de estos objetivos perseguidos con respecto al desarrollo del país lo marca el período 1940-1960 con la utilización de un sistema de financiamiento estatal de apoyo a la industria como contribución al desarrollo. O recientemente la modificación, en el año 2012, de la Carta Orgánica del Banco Central de la Nación, que amplió sus funciones vinculándolo directamente con la política económica vigente al señalar la obligación del BCRA de vincularse con la política oficial, ampliando su función de defensa del valor de la moneda como objetivo esencial a la incorporación a políticas de generación de empleo y bienestar social.

Por todo lo expuesto considero imprescindible avanzar en la síntesis de nuestra propia historia industrial y de este presente de fuerte incertidumbre, para proyectar hacia qué Argentina vamos y qué planificación nos vamos a dar para hacerla viable.

Este número de Voces en el Fénix pretende aportar a este debate que considero sumamente actual. Quizás un esfuerzo más por mantener el resplandor, como Joel, que intentando conservar algo de lo que tuvo con Clementine llegó a escucharla mientras se borraba el último recuerdo de su relación: “Encuéntrame en Montauk”.

Autorxs


Abraham Leonardo Gak

Director de Voces en el Fénix.