Editorial: Crisis y desafío de la educación secundaria

Editorial: Crisis y desafío de la educación secundaria

| Por Abraham Leonardo Gak |

El escenario actual de la educación, alejado de las bases que le dieron fundamento en el siglo XIX, expone una debilidad que la vacía del sentido sobre el que enormes masas de población vieron satisfechas sus necesidades educativas como apuesta al futuro.

Esta concepción estaba fundada sobre el convencimiento de que la educación era condición para un futuro promisorio y en el que confluían, aparentemente, las necesidades de la población, fundamentalmente inmigrantes, con las necesidades del Estado de construir una Nación.

Aunque parezca contradictorio, la escuela sigue siendo hoy reconocida como institución confiable y generadora de posibilidades. La escuela no da garantías de un progreso seguro, de una inserción social y laboral cierta; sin embargo, sin ella no existe ni siquiera la posibilidad de competir en una sociedad cada vez más sujeta a los dictados de los mercados.

La crisis por la que atraviesa, cuya expresión más notoria es el retraso, la reiterada repitencia y el abandono de una enorme franja de jóvenes de la escolaridad media, da cuenta del sostenimiento de la desigualdad, de la segmentación y del carácter elitista que la caracterizó en sus comienzos.

En momentos en que el capitalismo neoliberal desplaza la lógica de organizar a una población en un territorio para formar ciudadanos a partir de la ley, y se instala la del consumo como patrón de constitución de la subjetividad –somos en tanto poseemos–, la escuela se encuentra despojada del sentido que la originó.

La Ley Nacional de Educación 26.206, al fijar la obligatoriedad de los estudios secundarios, consolida el concepto de que la educación no es una mercancía sino un derecho, creando las condiciones para que cumpla con su misión integradora.

La irrupción en la escuela de situaciones imprevistas: la violencia de distintos tipos, el cuestionamiento a la autoridad, el asistencialismo, el trabajo infantil y adolescente, la maternidad y paternidad anticipada de los alumnos, el consumo y la adicción variada, genera impotencia frente a la representación de lo esperado y esperable, y el fracaso escolar debido, entre otras causas, al desencuentro entre generaciones.

Estas reflexiones invitan a pensar en la necesidad de transformar un sistema fundado sobre principios que promueven la uniformidad, la centralización y la distribución de conocimientos para todos y que tienda a generar la pluralidad y la diversidad de modo que las diferencias no aparezcan como una excepción sino como un ingrediente fundamental, capaz de construir un espacio y tiempo habitables.

La realidad demostró que la escuela reproduce el orden social al generar la expulsión de quienes se encuentran en situación de inferioridad por un sistema que no contempla las diferencias, ratificando así la injusticia.

No se puede seguir sosteniendo en función de principios democráticos un sistema único, cuando ya se demostró su ineficacia. Es posible pensar circuitos novedosos en estructuras, modos de organización y enfoques pedagógicos según distintas necesidades y una escuela que desarrolle competencias y capacidades semejantes con aprendizajes diferenciados.

Se requiere instalar un sistema que contemple estas cuestiones, lo que constituye una invitación al pensamiento y una apelación a imaginar una escuela que produzca cambios también en poblaciones actualmente excluidas.

Tenemos conciencia de que el voluntarismo no podrá por sí solo modificar la situación actual signada por una regresiva distribución del ingreso, con situaciones económicas y sociales lacerantes.

Un proyecto educativo diferente requiere la incorporación no solo de profesores en cantidad y calidad suficientes sino también profesionales de otras disciplinas, como psicólogos, trabajadores sociales, expertos en comunicación y administradores. En este enfoque la educación no se limita al trabajo con los adolescentes sino que abarca de un modo integral a sus familias.

Nos hallamos ante una crisis muy significativa que requiere ser enfrentada; por eso mismo urge abordarla. Hoy, más que nunca, necesitamos una mirada que incluya la participación de expertos y que también tenga en cuenta las experiencias, los saberes y las esperanzas de toda la comunidad educativa (padres, docentes, autoridades, políticos e imprescindiblemente a los jóvenes). Solo así la escuela secundaria argentina podrá asumir su rol fundamental como uno de los pilares del desarrollo con equidad en nuestro país.

Autorxs


Abraham Leonardo Gak:

Director de Voces en el Fénix.