Dilemas de América latina y el Caribe en un mundo en transición: una reflexión en la búsqueda de la dirección de los acontecimientos

Dilemas de América latina y el Caribe en un mundo en transición: una reflexión en la búsqueda de la dirección de los acontecimientos

Con la consolidación de China como potencia capitalista, un futuro que se destacará por la necesidad de suministros energéticos y el aluvión de productos manufacturados de Asia, entre otros aspectos, nuestro continente necesita definir de qué modo se posicionará, con miras a mantener el desarrollo de sus economías y el bienestar de sus poblaciones.

| Por Marcelo Gullo |

Lo esencial es descubrir la dirección de los acontecimientos

No cabe duda alguna de que gran parte del destino de los países de Nuestra América y de la suerte de los trabajadores de la Patria Grande, desde el Río Grande a la Tierra del Fuego, radica en la identificación de los dilemas a resolver que plantea un escenario internacional en transición. En última instancia la clara identificación de los dilemas a resolver depende de la realización de un correcto análisis del escenario internacional, pero conviene recordar –como afirmaba Mao Tse Tung– que, en el diagnóstico estratégico, lo esencial es “descubrir la dirección de los acontecimientos”. Es en ese sentido que importa describir (diagnosticar) correctamente la situación actual para arribar luego a una propuesta de acción lo más acertada posible. Siete son, a nuestro entender, las claves de interpretación que debemos comprender correctamente. Siete son las grandes claves que marcan la dirección de los acontecimientos.

1) Hacia una cohegemonía china-norteamericana

China se ha convertido en el primer productor mundial de bienes manufacturados, tras dejar atrás a EE.UU. y Alemania. Treinta años de crecimiento a la tasa más alta –9,9% promedio anual– y durante el período más prolongado de la historia desde la Primera Revolución Industrial (1780-1840) han colocado a China en el primer plano de la política mundial. Sin embargo, la relación de China con los Estados Unidos será muy probablemente de colaboración y no de enfrentamiento. Todo hace pensar que el sistema, después de un período de turbulencia, no se encaminará hacia una nueva guerra fría. China es el principal acreedor externo de EE.UU., y el segundo interno, después de la Reserva Federal. Es por esta razón que no hay país en el mundo, en el mediano plazo, más interesado en el éxito económico de EE.UU. que la República Popular China. El sistema internacional se encaminará a la constitución –si las fuerzas nacionales en los Estados Unidos no logran afirmarse en la conducción de su propio Estado– de una cohegemonía chino-norteamericana cooperativa entre los dos polos y altamente agresiva, militar y económicamente, hacia la periferia. Esa cohegemonía –querida tanto por el capital financiero internacional como por la elite tradicional del poder en los Estados Unidos, elite recientemente desplazada– significaría la aceptación definitiva del proceso de desindustrialización norteamericano como una realidad irreversible, y la aceptación de que el 30% de la población norteamericana estará condenada para siempre a la pobreza estructural. Mientras esa cohegemonía no se produzca, es decir, no termine de concretarse, y se produzca un período de turbulencia en el sistema, los países latinoamericanos gozarán de un margen de maniobra relevante, que les permitiría realizar en conjunto un proceso de insubordinación fundante. Esa ventana de oportunidad no excederá de los 25 años.

2) Crisis regional del capitalismo y no crisis general del sistema capitalista

La denominada vulgarmente crisis general del capitalismo es, en realidad, una crisis regional. Europa y Japón retroceden, y se orientan hacia un destino de irrelevancia estratégica porque el centro dinámico del capitalismo se ha desplazado al Asia recientemente industrializada. No hay crisis del capitalismo en Asia. Los países asiáticos recientemente industrializados son el centro de gravedad del comercio internacional; y más de 40% del comercio regional es intra-asiático, con eje en China, convertida en el núcleo de una gigantesca red transnacional de producción (80%, industria manufacturera), en la que se ensamblan los bienes intermedios exportados por los países industriales del continente asiático. En el 2020, más de 55% del comercio mundial se originaría en tres grandes triángulos de intercambio con epicentro en China continental: resto de Asia, Medio Oriente/África y América latina, en especial Brasil. China es hoy el principal socio comercial de 144 países en el mundo.

3) China se ha convertido en una potencia capitalista, en un Estado subordinante

Al incorporarse la República Popular China en el año 2001 a la OMC (Organización Mundial del Comercio) se integró plenamente a la estructura hegemónica del poder mundial y, asumiendo como propias las instituciones del capitalismo globalizado, se convirtió en un país central, es decir en un Estado subordinante o hegemónico que predica, como otrora lo hicieran Inglaterra y los Estados Unidos, el libre comercio como ideología de subordinación. En los próximos 10 años China basará su crecimiento sobre la base de la demanda doméstica, entonces se convertirá en el eje del consumo global. En el 2020, China absorberá 25% del consumo mundial y en el 2030 absorberá el 40% del consumo mundial.

4) Hacia una crisis ecológica sin precedentes

El consumo chino se incrementaría 6 veces hasta 2027 (U$S 10 billones por año) y la clase media ascendería a 575 millones de personas en 2020, el doble que la población estadounidense. La consecuencia directa de este hecho, sumada a la resistencia norteamericana de tomar medidas preventivas en su territorio para evitar la contaminación, provocará un fenomenal aumento de la emisión de dióxido de carbono (CO2). En el 2013, la emisión de CO2 alcanzó un récord histórico: 400 partes sobre 1 millón por día. Serían 800 partes en 2090, con un aumento de 2º/3º centígrados en la temperatura del planeta y una elevación del nivel del mar de 1 metro. La modernidad capitalista es un programa de dominación, primero de la naturaleza y luego del hombre, y trata a los dos como objetos. Los problemas del cambio climático no tienen respuestas dentro de la lógica del capitalismo. La solución del problema del cambio climático reclama el surgimiento de una nueva civilización, fundada en valores y actitudes distintos de los de la modernidad. La posmodernidad no es más que la apoteosis de la modernidad, que ha consagrado el crepúsculo del deber y el imperio de lo efímero.

5) Hacia un imperialismo de suministros y la necesidad de la integración militar de la Patria Grande como respuesta

La acelerada industrialización de los países asiáticos, principalmente de China y la India, y la incorporación paulatina de sus inmensas poblaciones como consumidores, hace que surja una cuestión de extrema gravedad: la falta de disponibilidad, en proporción correspondiente, o hasta en términos absolutos, de diversos minerales escasos indispensables para el proceso industrial, tales como el petróleo, aceite natural, uranio, molibdeno, tungsteno, cobalto, cobre, plomo, zinc, y el litio, que estarán poco disponibles a partir de 2075. En este estado de cosas, o se logra una amplia y profunda reorganización de la civilización industrial –que no se está haciendo, y tampoco se está pensando seriamente en hacer– o el mundo se enfrentará en el último tercio de este siglo a una gigantesca crisis industrial. Es probable que, en presencia de esa crisis, los países más poderosos sean llevados a un feroz imperialismo de suministros, y se apoderen de las fuentes de recursos escasos en detrimento de los más débiles. Por ello, cuando se agudice –durante la “crisis de pasaje”– la falta de energía, agua y materias primas, los países más poderosos dirigirán sus miradas hacia nuestra región. Podemos tener la esperanza –si no se desata un “imperialismo de suministros”– de ser los ricos del futuro. Pero si nuestra esperanza está en nuestras reservas, la historia prueba que, cuando los grandes y fuertes han necesitado de ellas, las han ido a tomar por las buenas o por las malas. De ese hipotético escenario internacional, nace para nosotros nuestra principal preocupación. Por ello, se impone, como un “objetivo vital” la creación, a mediano plazo, de las Fuerzas Armadas sudamericanas y luego latinoamericanas, tales que lleguen a poseer una capacidad disuasivo-estratégica de manera que haga que el costo de una aventura militar contra la región sea mayor que los beneficios que se extraigan de ella.

6) Hacia la especialización excluyente y la necesidad integración económica de Nuestra América como respuesta

Transformada Asia en general y China en particular en la “gran fábrica del mundo”, se convertirá también –como ya ocurre, en cierto modo, en la actualidad– en una “gigantesca aspiradora de materias primas”, provocando, en consecuencia, una elevación sustancial de los precios internacionales de las mismas. Este hecho, que ya favorece a las economías primarias sudamericanas, tenderá a hacerse mucho más notorio. Tenderá a producirse, entonces, una nueva “era de oro” para la exportación de productos primarios. Una era en la cual, quizás, ya hayamos ingresado, malgrado la baja reciente del precio del petróleo que tiene su origen en una maniobra en última instancia política estratégica originada en los Estados Unidos. El aspecto negativo de ese fenómeno en principio positivo es que “justificará”, en América latina, la posición de aquellas oligarquías locales que consideran “innecesario” y hasta “forzado” el esquema de un desarrollo industrial autónomo. La sobreabundancia de bienes manufacturados en el mercado global, de la cual la escala de producción a la que puede llegar China será, en gran medida, responsable, tenderá a hacer que el costo de cualquier producto industrial fabricado lejos de nuestra región sea infinitamente inferior al costo de cualquier producto industrial fabricado en América latina. A la oferta desmesurada habrá que sumar el “efecto destructor” de los posibles excedentes de producción industrial globales. Dada la enorme escala de producción a la que puede llegar la economía china –y también la india– entre los años 2020 y 2030, es altamente probable que estas economías generen enormes excedentes de producción tales que, volcados indiscriminadamente al mercado internacional, se venderían a precios despreciables, aun por debajo de sus costos, pues más les valdrá a estas economías “malvender” sus productos antes que “detener” sus crecimientos. La disputa comercial con otras naciones ya industrializadas por mercados específicos sería capaz de hacer de América latina uno de los principales “patos de la boda” de esta disputa global por los mercados de consumo. Esta situación sería claramente capaz de aniquilar las producciones locales y, de no ser clara y contundentemente prevista y “neutralizada” por una política “inteligentemente protectiva”, consensuada, común y unívoca, condenaría a toda América latina a una “especialización excluyente” y relegaría a las naciones de la región a la condición de meras proveedoras de materias primas y productos agropecuarios no manufacturados.

7) Hacia el aniquilamiento del parque industrial latinoamericano y la necesidad de un programa económico-diplomático-militar común de Nuestra América como respuesta

Si el escenario para Sudamérica fuera el del marco de una economía totalmente abierta, los excedentes de producción industrial de las partes más diversas del orbe –producidos natural o artificialmente– serían volcados al mercado sudamericano –entre otros– y terminarían destruyendo el parque industrial argentino-brasileño y, por esa vía, lanzando al desempleo a enormes contingentes de población. Para los países que conforman la América latina, la irrupción de los excedentes de producción industrial globales inhibiría cualquier intento de desarrollo industrial, pero para países como Argentina y Brasil, una irrupción sin contención de estos excedentes de producción, al provocar el aniquilamiento del parque industrial sobreviviente –a las políticas neoliberales actualmente en curso– no sólo sería incompatible con la sustentación de las actuales poblaciones de ambos países sino que sería también incompatible con la preservación de sus regímenes democráticos. La devastación del parque industrial argentino-brasileño significaría, entonces, la aniquilación de la democracia y la hecatombe social. Muy por el contrario, si los países de Nuestra América lograran articular, en el mediano plazo, la implementación de un programa económico-diplomático-militar común, estarían en condiciones de negociar con el resto de las potencias, sedientas de materias primas, la posibilidad de que estas acepten que América latina lleve adelante una política proindustrial activa que deberá ser extremadamente selectiva para que pueda ser admitida por las “estructuras hegemónicas de poder internacional”. A través de un “proteccionismo selectivo”, los países de Nuestra América abrirían, moderadamente, sus economías a la producción industrial del resto del planeta. No se tratará de llevar la idea de autarquía a nivel latinoamericano, sino de determinar los sectores productivos a salvaguardar para mantener una estructura industrial acorde con la sustentación de la población de sus países, evitando, de esa forma, la posibilidad de un desempleo masivo que llevaría inexorablemente, como ya apuntásemos más arriba –sobre todo en el caso argentino-brasileño– a una crisis social incompatible con la preservación de sus regímenes democráticos y sus respectivas unidades territoriales y nacionales. En cambio, si el escenario es el de una Comunidad Latinoamericana de Naciones, que logre establecer un programa diplomático común y una misma política frente a la inversión extranjera, podría evitarse que la inversión externa se oriente a la realización de actividades extractivas predatorias incompatibles con el desarrollo sustentable que necesitan las sociedades latinoamericanas.

Autorxs


Marcelo Gullo:

Doctor en Ciencia Política por la Universidad del Salvador, Magister en Relaciones Internacionales, por el Institut Universitaire de Hautes Etudes Internationales de la Universidad de Ginebra. Autor de numerosos libros, entre ellos, el último, titulado Relaciones Internacionales. Una teoría crítica desde la periferia sudamericana.