Editorial: El discurso del rey

Editorial: El discurso del rey

| Por Abraham Leonardo Gak |

Muchas son las facetas que presenta el controversial tema de la relación del Poder con la Ciencia.

Si hablamos con científicos dedicados a la investigación, tanto en las ciencias básicas como en las aplicadas, prevalece el discurso de que la investigación científica es neutra con respecto a intereses políticos, sociales y económicos en pugna.

Ya hace algunos años, el Dr. César Milstein, Premio Nobel en Medicina, en un artículo en la revista de la UBA, Encrucijadas, relataba la siguiente anécdota: “En 1782, Benjamin Franklin estaba observando, con otros curiosos, las primeras ascensiones en globo. Uno de ellos le preguntó, con desdén: ¿y eso para qué sirve? ¿Y para qué sirve un recién nacido?, le replicó Franklin”.

Esta respuesta podría repetirse hoy en muchos ámbitos parece defender la opción de la independencia en el trabajo de los investigadores científicos. Pero ¿esto es así? Creemos que no, que cada investigador está expuesto a múltiples condicionamientos en su actividad.

Esta afirmación, que puede tildarse de exagerada, se evidencia en las distintas formas de direccionamiento que desarrollan tanto los gobiernos como los sectores privados. Congresos, revistas con referato, becas, subsidios y pasantías conforman un mecanismo orientador que se encuentra naturalizado y es socialmente aceptado.

Complementa este accionar la opinión pública que jerarquiza estas actividades y se deleita con su concepción de que ellas dan prestigio y son sinónimo de modernización y progreso.

No obstante esto, los institutos de investigación científica continúan generando conocimiento. Pero al estar insertos en la puja entre los Estados y los sectores privados por una parte, y entre los países centrales y los periféricos por otra, es cada vez más difícil sostener la afirmación de que se puede alcanzar plenamente una ciencia independiente en los países en desarrollo.

Un ejemplo podría ser clarificador. La producción agrícola en la Argentina ha recibido un empuje extraordinario con la incorporación de tecnología proveniente de las grandes empresas multinacionales. La introducción de la genética, así como también de nuevas técnicas para la fertilización, siembra y cosecha, junto con el desarrollo de maquinaria específica, tuvieron un fuerte impacto en la producción. Sin embargo, la utilización de distintos productos que forman parte de este paquete tecnológico amenaza la salud de las poblaciones y la conservación del medio ambiente. No alcanza como justificación sostener que se está utilizando conocimiento de punta. Es responsabilidad de los investigadores el desarrollo de productos sustitutivos que no sean nocivos para la vida en y del planeta.

Este ejemplo, que no es el único, alcanza para representar las limitaciones que el propio Estado acepta por la presión externa e interna, y da cuenta de los condicionamientos para la concreción de una verdadera independencia científica del país.

A nuestro entender, estos son los problemas que se derivan de la utilización de conocimiento elaborado en los grandes centros científicos e incorporado acríticamente. Es cada vez más evidente, y los procesos histórico-políticos así lo demuestran, que para alcanzar un desarrollo y soberanía en la toma de decisiones para un país es necesario construir y sostener la independencia científica.

Es bueno y necesario discutir esta problemática, pero sabiendo que para lograr el objetivo planteado el recorrido se asemeja mucho al de una revolución.

De ahí que este número esté encabezado por un artículo de Oscar Varsavsky que justamente plantea el camino hacia la libertad, desechando en el transcurrir “el discurso del rey”.

Autorxs


Abraham Leonardo Gak:

Director de Voces en el Fénix.